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viernes, 21 de agosto de 2015

CONFESIONES DE JESÚS A UN SACERDOTE


2 de enero de 1979

UNA BLANCA FIGURA DE HOMBRE

Hermano don Octavio, soy Marisa.
Si tú pudieras ver desde donde estamos lo que vemos y cómo lo vemos, sería una sorpresa  tan grande que tu vida humana se destrozaría; tú sabes que nosotros estamos y vemos en Dios y, como ya se te ha dicho otras veces, se ve todo de una manera diferente, más limpio y exento de elementos extraños, por lo que se ven las personas y las cosas en su objetiva realidad;
nosotros vemos ahora la Tierra habitada por una humanidad inquieta y turbulenta, como es inquieto y turbulento aquel que no posee al sumo Bien, la vemos moverse en todas direcciones, afanosamente buscando aquello para lo cual ha sido creada, pero la vemos evitar cuidadosamente moverse hacia "la" dirección en la que estaría "cierta" de encontrarlo.
En medio de esta riada de hombres en camino vemos, como pequeños oasis puntuados por acá y por allá grupos de hombres que para mantenerse en el camino que conduce con seguridad al puerto de llegada van a contra corriente, y en el hormigueo de miles de millones de hombres, sufrientes o gozosos, sanos o enfermos, pero todos únicamente deseosos de felicidad vemos "estar" una blanca figura de hombre que resalta por su estatura moral y espiritual como un gigante y empuña solo y con mano firme un estandarte, es el estandarte de la Iglesia de Cristo, que muchos y poderosos enemigos quisieran arrancarle, pero que Él mantiene con mano segura mientras señala a todos el Camino de la salvación.

Muchos fingen fidelidad y obediencia, pero conjuran contra Él

Este invicto Capitán que no teme nada, caerá, gloriosísimo Mártir, enrojeciendo con su sangre la inmaculada vestidura que lleva, irrigando así también él a la Iglesia que salió del costado de Cristo, Verbo eterno de Dios hecho Carne y muerto en la Cruz por la liberación de la humanidad de la feroz tiranía de Satanás, el implacable enemigo de Cristo y de Su Iglesia;
muchos de aquellos que deberían estar en efecto al lado del valiente y glorioso guerrero lo han abandonado pasándose al Enemigo, y aunque exteriormente fingen fidelidad y obediencia, al mismo tiempo conjuran contra Él, pero todas las intrigas y trampas de los enemigos de  Cristo, sumo e invencible Rey de los siglos eternos, caerán en el vacío, porque "no prevalecerán".
Hermano don Octavio, aunque los hombres en su culpable ceguera no ven, porque por su orgullo se niegan a ver lo que nosotros vemos con claridad, ni creen lo que nosotros creemos, no cambia absolutamente nada de los Decretos eternos de Dios, porque el inmenso hormigueo de hombres que cubren la tierra y que convulsivamente se agitan en la oscuridad no son sino un puñado de polvo que pronto será dispersado por el viento, y la tierra que ellos pisotean con pie soberbio quedará árida y desolada, luego "purificada" por el fuego, para después ser fecundada después por el honesto trabajo de los justos que por Bondad Divina se librarán de la hora tremenda de la Ira Divina.
"Luego", hermano don Octavio, será el Reino de Dios en las almas, ese Reino que desde hace siglos los justos imploran al Señor invocando " adveniat Regnum tuum "[115].

Te buscaran para tener luz y consuelo

Esta generación incrédula y perversa será la protagonista de acontecimientos tan grandes y jamás vistos en la historia de la humanidad, pero es necesario prepararse a estos acontecimientos predisponiendo el propio ánimo en la oración y en la penitencia, esto es, con un sincero arrepentimiento de las propias culpas, porque el tiempo que tenéis a vuestra disposición para esto no es mucho.
Desde hace tiempo se habla de oscuridad; desde hace tiempo se dice que Iglesia y humanidad están envueltas por una oscuridad ahora ya total, en efecto que sean precisamente los Pastores y los Sacerdotes, si bien veladamente, quienes dan valor al mal y condenan el bien,  es una deformación espiritual de tal gravedad, y es en el Cuerpo Místico una anomalía generadora de una oscuridad sin precedentes y tal que lo hace abominable a los ojos del Cielo.
Animo, don Octavio, es duro y difícil convencerte de que has sido el bendito y afortunado elegido, pero desde el Seminario y sin saberlo lo has predicho repitiendo con frecuencia "Spiritus ubi vult spirat"[116]… ahora ha llegado el tiempo de que te convenzas de que aquellas palabras eran para ti;
confirmaciones has tenido tantas, por lo que no deberías permitir que la duda ni siquiera rozara tu alma, sino más bien, si grande es la misión que te ha sido confiada, no menos grande es la responsabilidad que ella comporta;
el no tener conciencia de esto sería peligroso, y el no corresponder adecuadamente
sería culpa y daño para ti y para innumerables almas.
Humildad; es la humildad, don Octavio, lo que debes tratar de perseguir, porque te será siempre necesaria, pero sobre todo cuando vengan a ti personas de toda clase y te busquen para tener de ti luz y consuelo… y tú serás luz y darás consuelo en la medida en la que sepas amar al Señor en la humildad.
Estas son las maravillas de Dios, los prodigios de Su Amor y de su Misericordia.
Te estoy cercana; has estado en mi casa y has rezado ante el Crucifijo que me era tan querido y te correspondo intercediendo por ti, ahora y siempre. Amén.



Oh Virgen Santa, Madre de Jesús y Madre nuestra

Nadie ha amado a Jesús más que tú
Nadie ha sufrido por Jesús más que tú
Nadie ha  creído en Jesús más que tú
Nadie ha seguido tan fielmente a Jesús más que tú
Nadie ha conocido a Jesús más que tú
Nadie ha servido mejor a Jesús más que tú
Nadie ha estado unido a Jesús más que tú
Nadie ha adorado a Jesús más que tú
Nadie ha glorificado a Jesús más que tú
Nadie ha obedecido a Jesús más que tú
Nadie ha participado en la Omnipotencia de Jesús más que tú.

Oh María, Madre nuestra, no alejes tu mirada jamás de nosotros
peregrinos en la tierra en camino hacia el Puerto que nos espera.
Oh María, Madre nuestra, ayúdanos, asístenos, protégenos y defiéndenos
de los numerosos males espirituales y materiales que nos rodean.
Oh María, verdadera Madre de Dios y verdadera Madre nuestra,
inmunízanos contra todas las insidias del Infierno,
danos la perseverancia y guíanos a través de las dificultades de  nuestra vida terrena.
Amén.     Amén.      Amén.

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