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viernes, 18 de septiembre de 2015

Lecturas del Sábado de la 24ª semana del Tiempo Ordinario


Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (6,13-16):

En presencia de Dios, que da la vida al universo, y de Cristo Jesús, que dio testimonio ante Poncio Pilato con tan noble profesión: te insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que en tiempo oportuno mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él honor e imperio eterno. Amén.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 99

R/.
 Entrad en la presencia del Señor con vítores

Aclama al Señor, tierra entera, 
servid al Señor con alegría, 
entrad en su presencia con vítores. R/.

Sabed que el Señor es Dios: 
que él nos hizo y somos suyos, 
su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.

Entrad por sus puertas con acción de gracias, 
por sus atrios con himnos, 
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R/.

«El Señor es bueno, 
su misericordia es eterna, 
su fidelidad por todas las edades.» R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (8,4-15):

En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: «Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al ciento por uno.»
Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Entonces le preguntaron los discípulos: «¿Qué significa esa parábola?»
Él les respondió: «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del 

Juan Lozano, cmf
Querido amigo/a:
¡Eres un jardín! Eres bello/a, hermoso/a, porque existe un “jardinero” que te cuida con cariño, con mimo, con amor. Tienes una buena tierra que ha sido limpiada, abonada y regada por este experto cuidador. En ti crecen las más bellas flores, originales, irrepetibles, que no crecen en ninguna otra tierra. La belleza que nace en ti es única en el universo. Si estas flores se marchitaran se extinguiría una especie. En ti ha sido sembrada una semilla que no debe pudrirse ni desaparecer, sino que tiene que seguir dando fruto para embellecer este mundo.
En este jardín que eres también hay zarzas, piedras y mala tierra. No las puedes quitar de ti por completo, pero con la ayuda del jardinero, puedes vigilarlas para que no crezcan y terminen por estropear lo más bello que hay en ti, como hace el desierto cuando avanza imparable con su poder destructivo. Porque lo más bello que hay en ti es la semilla plantada por el jardinero que ha conseguido germinar, crecer y dar fruto. No te preocupes tanto por los cardos y malas hierbas que hay en tu jardín. Preocúpate, como aconseja San Pablo hoy a Tito, de conservar lo que Dios ha plantado en tu corazón: te insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Cuando el jardinero consigue hacer germinar la semilla en mi jardín, dicha semilla es el mandamiento que queda grabado a fuego en mi corazón; es la Palabra que he hecho mía y que ya ha dado fruto y embellece mi vida y la de los que me rodean.
El jardinero te seguirá cuidando, tratará de sembrar más semillas en tu tierra para que sigan germinando las más bellas flores, no se cansará de intentarlo. Déjate cuidar por Él, ábrete a su amor, como hizo la Virgen María, ¿o acaso no fue bello su fruto?
Vuestro hermano en la fe:  
Juan Lozano, cmf.

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