Si es necesario que luchen durante todo el tiempo que dura el rezo de su Rosario, contra las distracciones, luchen valientemente con las armas en la mano, es decir continúen su Rosario, aunque no tengan ningún placer o satisfacción sensible: es un combate terrible, pero que salva al alma fiel.
Si baja las armas, es decir, si abandona su Rosario, se ha dejado vencer y, en consecuencia, el demonio como vencedor de su entereza, lo dejará tranquilo y le reprochará el día del juicio final su debilidad e infidelidad.
“El que es fiel ante las cosas pequeñas, también lo es ante las grandes” (Lucas 16,10) Aquél que es fiel rechazando las pequeñas distracciones durante sus oraciones, será también fiel en las más grandes. No hay nada más cierto, pues el Espíritu Santo lo ha dicho.
¡Ánimo! Ya que ha tomado la resolución de rezar el Rosario diariamente, que la multitud de moscas (así llamo a todas las distracciones que nos dan guerra cada vez que rezamos) no sean capaces de distraerlo de la compañía de Jesús y de María, en la cual se encuentra mientras reza el Rosario.
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