121 (57) + Una serie de gracias que Dios derrama
sobre el alma después de aquellas pruebas de fuego. Goza de una estrecha unión con Dios. Tiene muchas visiones sensibles y
espirituales, oye muchas palabras sobrenaturales y a veces órdenes precisas;
pero a pesar de estas gracias, no se basta a sí misma. Tanto menos precisamente, porque Dios la
visita con estas gracias, debido a que está expuesta a varios peligros y puede
fácilmente caer en la ilusión. Debería
pedir a Dios un guía espiritual, pero no solamente pedir un guía, sino que
solicitar y buscar a un director que entienda las cosas como el caudillo que
tiene que conocer los caminos por los cuales conduce a la batalla. A un alma que está unida a Dios, es necesario
prepararla para grandes y encarnizados combates.
+ Después de estas
purificaciones y pruebas, Dios trata con el alma de modo especial, pero el alma
no siempre colabora con estas gracias.
No porque ella misma de por sí no quiera colaborar, sino que enfrenta
tan grandes dificultades interiores y exteriores que, de verdad, hace falta un
milagro para que esa alma se mantenga a estas alturas. Aquí necesita obligatoriamente al
director. A menudo llenaban mi alma de
dudas y algunas veces [mi alma] se asustaba de por sí, al pensar que después de
todo yo era una ignorante, no entendía muchas cosas y menos todavía las cosas
espirituales. No obstante, cuando las
dudas aumentaban, buscaba luz en un confesor o en las Superioras. Pero no obtenía lo que deseaba.
122
Cuando me descubrí ante las
Superioras, una de ellas [71] conoció mi alma y el camino por el cual Dios
quería conducirme. Siguiendo sus
indicaciones, empecé a avanzar rápidamente en el camino de la perfección. Sin embargo eso no duró mucho tiempo. Al descubrir mi alma más a fondo, no recibí
lo que deseaba y a la Superiora estas gracias le parecieron inverosímiles, así
que ya no pude obtener nada de ella. Me
decía que no era posible que Dios conviviera tan íntimamente con una
criatura. Yo temo por usted, hermana, si
acaso no sea alguna ilusión. (58) Tomé
consejo de un sacerdote. Pero el
confesor no me entendió y dijo: Es mejor
que usted, hermana, hable de estas cosas con las Superioras. Y así andaba de las Superioras al confesor,
del confesor a la Superioras, pero sin encontrar la paz. Estas gracias de Dios empezaron a ser para mí
un gran sufrimiento. Más de una vez dije
directamente al Señor: Jesús, tengo miedo de Ti, ¿no eres acaso algún
fantasma? Jesús siempre me
tranquilizaba, pero yo siempre desconfiaba.
Una cosa extraña, cuanto más yo desconfiaba, tanto Jesús me daba más
pruebas de que Él era el autor de estas cosas.
123
+ Al darme cuenta de que no
obtenía ninguna tranquilidad de las Superioras, decidí no hablar más de esas
cosas puramente interiores. Por fuera
procuraba, como una buena religiosa, hablar de todo con las Superioras, pero de
la necesidad del alma hablaría solamente en el confesionario. Por muchas y muy justas razones entendí que
la mujer no es llamada para discernir tales misterios. Me expuse a muchos sufrimientos
inútiles. Durante mucho tiempo fui
considerada como poseída por el espíritu maligno y me miraban con lástima y la
Superiora tomó precauciones respecto a mí.
Llegaba a mis oídos que las hermanas me miraban como si yo fuera así. Y oscurecía el horizonte en alrededor. Empecé a evitar estas gracias de Dios, pero
si ello no estaba en mi poder. De
repente me invadió un recogimiento tan grande, que en contra de la voluntad me
sumergí en Dios y el Señor me tenía a Su lado.
124
En los primeros momentos mi
alma siempre está un poco asustada, pero después una paz y una fuerza extrañas
llenan mi alma.
125 + Hasta aquí se pudo
soportar todo. Pero cuando el Señor me
pidió que pintara esta imagen, entonces de verdad, empezaron a hablar y a
mirarme como a una histérica y una exaltada, y eso empezó a propagarse aún
más. Una de las hermanas vino para
hablar conmigo en privado. Y se puso a
compadecerme. Me dice: Oigo hablar que usted, hermana, es una
exaltada, que tiene algunas visiones.
Pobre hermana, defiéndase de ello.
(59) Fue sincera aquella alma y
lo que había oído me lo dijo con sinceridad.
Pero tuve que oír cosas semejantes todos los días. Solamente Dios sabe cuánto eso me
atormentaba.
126 Sin embargo decidí soportar
todo en silencio y no dar explicaciones a las preguntas que me hacían. A algunas les irritaba mi silencio,
especialmente a las más curiosas. Otras,
las de pensamiento más profundo, decían que seguramente Sor Faustina estaría
muy cerca de Dios, visto que tenía la fuerza de soportar tantos
sufrimientos. Y veía delante de mí como
dos grupos de jueces. Traté de conseguir
el silencio interior y exterior. No
decía nada referente a mi persona, aunque era interrogada por algunas hermanas
directamente. Mi boca calló. Sufría como una paloma, sin quejarme. Sin embargo algunas hermanas encontraban casi
un placer en inquietarme de cualquier modo.
Les irritaba mi paciencia, sin embargo Dios me daba tanta fuerza
interior, que lo soportaba con calma.
127
+ Me di cuenta de que en
aquellos momentos no tendría la ayuda de nadie y empecé a rezar, y a pedir al
Señor un confesor. Anhelaba que algún
confesor me dijera esta única palabra:
Quédate tranquila, estás en un buen camino, o bien rechaza todo eso,
porque no viene de Dios. Sin embargo no
encontraba a un sacerdote tan decidido que me dijera estas palabras claras en
nombre del Señor. Pues, continuaba en la
incertidumbre. Oh Jesús, si es Tu
voluntad que viva en tal incertidumbre, sea bendito Tu Nombre. Te ruego, Señor, Tú Mismo guía mi alma y
quédate conmigo, porque sola soy nada.
128
Pues ya soy juzgada por
todos lados, ya no queda nada de lo que hay en mí que se haya escapado al
juicio de las hermanas; pero, en cierto sentido, ya se agotó todo y empezaron a
dejarme en paz. Mi alma atormentada
descansó un poco, pero conocí que en aquellas persecuciones el Señor estuvo muy
cerca de mí. Eso duró un brevísimo
instante. Estalló nuevamente una
violenta tempestad. Ahora las sospechas
anteriores se hicieron seguras para ellas, y hay que escuchar nuevamente las
mismas canciones. Así lo dispone el
Señor. Pero lo extraño es que, incluso
por fuera, empezarán para mí (60) distintas adversidades [72]. Esto provocó distintos sufrimientos,
conocidos solamente por Dios. Sin
embargo trataba como podía, hacer todo con la intención más pura posible. Veo que soy vigilada en todas partes como un
ladrón: en la capilla, cuando hago mis
deberes, en la celda [73]. Ahora sé que
además de la presencia de Dios tengo siempre la presencia humana; de verdad,
más de una vez esta presencia humana me molestó mucho. Hubo momentos en que reflexionaba si
desvestirme o no para lavarme. De
verdad, mi pobre cama también fue controlada muchas veces. A veces me daba risa saber que no dejaban en
paz ni siquiera la cama. Una hermana me
dijo, ella misma, que cada noche me miraba en la celda, para ver como me
comportaba en ella. Sin embargo los
Superiores son siempre los Superiores. Y
si bien me humillaban personalmente y más de una vez me llenaron de dudas, no
obstante siempre me permitieron lo que exigía el Señor, aunque no tal y como yo
pedía, pero si de otro modo satisficieron las demandas del Señor y me
permitieron esas penitencias y mortificaciones.
129
Un día, una de las Madres
se enojó tanto conmigo y me humilló tanto, que pensé que no lo soportaría. Me dijo:
Extravagante, histérica, visionaria, vete de mi habitación, no quiero
conocerte. Todo lo que pudo cayó sobre
mi cabeza. Al volver a la celda, me caí
de cara al suelo delante de la cruz y miré a Jesús sin poder pronunciar ni una
sola palabra. Y sin embargo ocultaba a
los demás y disimulaba como si no hubiera pasado nada entre nosotras. Satanás siempre aprovecha tales momentos,
comenzaron a venirme los pensamientos de desánimo: He aquí tu premio por la fidelidad y la
sinceridad. ¿Cómo ser sincera, si se es
tan incomprendida? Oh Jesús, Jesús, ya
no aguanto más. Otra vez caí al suelo
bajo aquel peso y comencé a sudar y el miedo empezó a dominarme. No tengo en quien apoyarme
interiormente. De repente oí en mi alma
la voz: No tengas miedo, Yo estoy contigo,
y una luz extraña iluminó mi mente y comprendí que no debía someterme a
tales tristezas y una fuerza me llenó, y salí de la celda con un nuevo ánimo
para enfrentar los sufrimientos.
130
(61) Sin embargo empecé a descuidarme un poco
[74]. No hacía caso a estas inspiraciones
interiores, trataba de distraerme. Pero
a pesar del ruido y de las distracciones, veía lo que pasaba en mi alma. La Palabra Divina es muy elocuente y nada
puede sofocarla. Empecé a evitar el
encuentro del Señor en mi propia alma, porque no quería ser victima de la
ilusión. Sin embargo el Señor en cierto
modo me persiguió con sus dones y, de verdad, experimentaba, por turno,
sufrimientos y alegrías. No menciono aquí
diferentes visiones y gracias que en aquel tiempo Dios me concedió, porque las
tengo apuntadas en otro lugar [75], pero diré que aquellos distintos
sufrimientos ya llegaron al colmo y me decidí acabar con estas dudas antes de
los votos perpetuos. Durante todo el
tiempo de la probación rogué por la luz de un sacerdote, a quien debía revelar
mi alma hasta lo más profundo. Y rogué a
Dios que Él mismo me ayudara en esto y me diera la gracia de contar las cosas
más secretas que había entre mí y el Señor, y que me predispusiera a que yo
considerara cualquier cosa que aquel sacerdote decidiera como decidida por
Jesús Mismo. No importa cual será el
juicio sobre mí, yo deseo solamente la verdad y una respuesta decidida a
ciertas preguntas. Me he encomendado a Dios
completamente y mi alma desea la verdad.
No puedo seguir viviendo en dudas; aunque en el alma tenía una certeza
tan grande de que esas cosas procedían de Dios que ofrecería mi vida por ellas,
sin embargo por encima de todo eso puse la opinión del confesor y decidí
comportarme de acuerdo con lo que él consideraría justo y según sus
indicaciones. Veo aquel momento [como]
el que decidirá de cómo debo comportarme durante toda la vida. Sé que de él [aquel momento] dependerá todo. No tiene importancia si lo que me dirá será
de acuerdo con mis inspiraciones o todo lo contrario, eso ya no me
importa. Yo deseo conocer la verdad y
seguirla.
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