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jueves, 22 de octubre de 2015

Santa María Faustina Kowalska DIARIO La Divina Misericordia en mi alma


121              (57) + Una serie de gracias que Dios derrama sobre el alma después de aquellas pruebas de fuego.  Goza de una estrecha unión con Dios.  Tiene muchas visiones sensibles y espirituales, oye muchas palabras sobrenaturales y a veces órdenes precisas; pero a pesar de estas gracias, no se basta a sí misma.  Tanto menos precisamente, porque Dios la visita con estas gracias, debido a que está expuesta a varios peligros y puede fácilmente caer en la ilusión.  Debería pedir a Dios un guía espiritual, pero no solamente pedir un guía, sino que solicitar y buscar a un director que entienda las cosas como el caudillo que tiene que conocer los caminos por los cuales conduce a la batalla.  A un alma que está unida a Dios, es necesario prepararla para grandes y encarnizados combates.

                           + Después de estas purificaciones y pruebas, Dios trata con el alma de modo especial, pero el alma no siempre colabora con estas gracias.  No porque ella misma de por sí no quiera colaborar, sino que enfrenta tan grandes dificultades interiores y exteriores que, de verdad, hace falta un milagro para que esa alma se mantenga a estas alturas.  Aquí necesita obligatoriamente al director.  A menudo llenaban mi alma de dudas y algunas veces [mi alma] se asustaba de por sí, al pensar que después de todo yo era una ignorante, no entendía muchas cosas y menos todavía las cosas espirituales.  No obstante, cuando las dudas aumentaban, buscaba luz en un confesor o en las Superioras.  Pero no obtenía lo que deseaba.

122          Cuando me descubrí ante las Superioras, una de ellas [71] conoció mi alma y el camino por el cual Dios quería conducirme.  Siguiendo sus indicaciones, empecé a avanzar rápidamente en el camino de la perfección.  Sin embargo eso no duró mucho tiempo.  Al descubrir mi alma más a fondo, no recibí lo que deseaba y a la Superiora estas gracias le parecieron inverosímiles, así que ya no pude obtener nada de ella.  Me decía que no era posible que Dios conviviera tan íntimamente con una criatura.  Yo temo por usted, hermana, si acaso no sea alguna ilusión.  (58) Tomé consejo de un sacerdote.  Pero el confesor no me entendió y dijo:  Es mejor que usted, hermana, hable de estas cosas con las Superioras.  Y así andaba de las Superioras al confesor, del confesor a la Superioras, pero sin encontrar la paz.  Estas gracias de Dios empezaron a ser para mí un gran sufrimiento.  Más de una vez dije directamente al Señor: Jesús, tengo miedo de Ti, ¿no eres acaso algún fantasma?  Jesús siempre me tranquilizaba, pero yo siempre desconfiaba.  Una cosa extraña, cuanto más yo desconfiaba, tanto Jesús me daba más pruebas de que Él era el autor de estas cosas.

123          + Al darme cuenta de que no obtenía ninguna tranquilidad de las Superioras, decidí no hablar más de esas cosas puramente interiores.  Por fuera procuraba, como una buena religiosa, hablar de todo con las Superioras, pero de la necesidad del alma hablaría solamente en el confesionario.  Por muchas y muy justas razones entendí que la mujer no es llamada para discernir tales misterios.  Me expuse a muchos sufrimientos inútiles.  Durante mucho tiempo fui considerada como poseída por el espíritu maligno y me miraban con lástima y la Superiora tomó precauciones respecto a mí.  Llegaba a mis oídos que las hermanas me miraban como si yo fuera así.  Y oscurecía el horizonte en alrededor.  Empecé a evitar estas gracias de Dios, pero si ello no estaba en mi poder.  De repente me invadió un recogimiento tan grande, que en contra de la voluntad me sumergí en Dios y el Señor me tenía a Su lado.

124          En los primeros momentos mi alma siempre está un poco asustada, pero después una paz y una fuerza extrañas llenan mi alma.

125         + Hasta aquí se pudo soportar todo.  Pero cuando el Señor me pidió que pintara esta imagen, entonces de verdad, empezaron a hablar y a mirarme como a una histérica y una exaltada, y eso empezó a propagarse aún más.  Una de las hermanas vino para hablar conmigo en privado.  Y se puso a compadecerme.  Me dice:  Oigo hablar que usted, hermana, es una exaltada, que tiene algunas visiones.  Pobre hermana, defiéndase de ello.  (59)  Fue sincera aquella alma y lo que había oído me lo dijo con sinceridad.  Pero tuve que oír cosas semejantes todos los días.  Solamente Dios sabe cuánto eso me atormentaba.

126         Sin embargo decidí soportar todo en silencio y no dar explicaciones a las preguntas que me hacían.  A algunas les irritaba mi silencio, especialmente a las más curiosas.  Otras, las de pensamiento más profundo, decían que seguramente Sor Faustina estaría muy cerca de Dios, visto que tenía la fuerza de soportar tantos sufrimientos.  Y veía delante de mí como dos grupos de jueces.  Traté de conseguir el silencio interior y exterior.  No decía nada referente a mi persona, aunque era interrogada por algunas hermanas directamente.  Mi boca calló.  Sufría como una paloma, sin quejarme.  Sin embargo algunas hermanas encontraban casi un placer en inquietarme de cualquier modo.  Les irritaba mi paciencia, sin embargo Dios me daba tanta fuerza interior, que lo soportaba con calma.

127          + Me di cuenta de que en aquellos momentos no tendría la ayuda de nadie y empecé a rezar, y a pedir al Señor un confesor.  Anhelaba que algún confesor me dijera esta única palabra:  Quédate tranquila, estás en un buen camino, o bien rechaza todo eso, porque no viene de Dios.  Sin embargo no encontraba a un sacerdote tan decidido que me dijera estas palabras claras en nombre del Señor.  Pues, continuaba en la incertidumbre.  Oh Jesús, si es Tu voluntad que viva en tal incertidumbre, sea bendito Tu Nombre.  Te ruego, Señor, Tú Mismo guía mi alma y quédate conmigo, porque sola soy nada.

128          Pues ya soy juzgada por todos lados, ya no queda nada de lo que hay en mí que se haya escapado al juicio de las hermanas; pero, en cierto sentido, ya se agotó todo y empezaron a dejarme en paz.  Mi alma atormentada descansó un poco, pero conocí que en aquellas persecuciones el Señor estuvo muy cerca de mí.  Eso duró un brevísimo instante.  Estalló nuevamente una violenta tempestad.  Ahora las sospechas anteriores se hicieron seguras para ellas, y hay que escuchar nuevamente las mismas canciones.  Así lo dispone el Señor.  Pero lo extraño es que, incluso por fuera, empezarán para mí (60) distintas adversidades [72].  Esto provocó distintos sufrimientos, conocidos solamente por Dios.  Sin embargo trataba como podía, hacer todo con la intención más pura posible.  Veo que soy vigilada en todas partes como un ladrón:  en la capilla, cuando hago mis deberes, en la celda [73].  Ahora sé que además de la presencia de Dios tengo siempre la presencia humana; de verdad, más de una vez esta presencia humana me molestó mucho.  Hubo momentos en que reflexionaba si desvestirme o no para lavarme.  De verdad, mi pobre cama también fue controlada muchas veces.  A veces me daba risa saber que no dejaban en paz ni siquiera la cama.  Una hermana me dijo, ella misma, que cada noche me miraba en la celda, para ver como me comportaba en ella.  Sin embargo los Superiores son siempre los Superiores.  Y si bien me humillaban personalmente y más de una vez me llenaron de dudas, no obstante siempre me permitieron lo que exigía el Señor, aunque no tal y como yo pedía, pero si de otro modo satisficieron las demandas del Señor y me permitieron esas penitencias y mortificaciones.

129          Un día, una de las Madres se enojó tanto conmigo y me humilló tanto, que pensé que no lo soportaría.  Me dijo:  Extravagante, histérica, visionaria, vete de mi habitación, no quiero conocerte.  Todo lo que pudo cayó sobre mi cabeza.  Al volver a la celda, me caí de cara al suelo delante de la cruz y miré a Jesús sin poder pronunciar ni una sola palabra.  Y sin embargo ocultaba a los demás y disimulaba como si no hubiera pasado nada entre nosotras.  Satanás siempre aprovecha tales momentos, comenzaron a venirme los pensamientos de desánimo:  He aquí tu premio por la fidelidad y la sinceridad.  ¿Cómo ser sincera, si se es tan incomprendida?  Oh Jesús, Jesús, ya no aguanto más.  Otra vez caí al suelo bajo aquel peso y comencé a sudar y el miedo empezó a dominarme.  No tengo en quien apoyarme interiormente.  De repente oí en mi alma la voz:  No tengas miedo, Yo estoy contigo,  y una luz extraña iluminó mi mente y comprendí que no debía someterme a tales tristezas y una fuerza me llenó, y salí de la celda con un nuevo ánimo para enfrentar los sufrimientos.

130          (61)  Sin embargo empecé a descuidarme un poco [74].  No hacía caso a estas inspiraciones interiores, trataba de distraerme.  Pero a pesar del ruido y de las distracciones, veía lo que pasaba en mi alma.  La Palabra Divina es muy elocuente y nada puede sofocarla.  Empecé a evitar el encuentro del Señor en mi propia alma, porque no quería ser victima de la ilusión.  Sin embargo el Señor en cierto modo me persiguió con sus dones y, de verdad, experimentaba, por turno, sufrimientos y alegrías.  No menciono aquí diferentes visiones y gracias que en aquel tiempo Dios me concedió, porque las tengo apuntadas en otro lugar [75], pero diré que aquellos distintos sufrimientos ya llegaron al colmo y me decidí acabar con estas dudas antes de los votos perpetuos.  Durante todo el tiempo de la probación rogué por la luz de un sacerdote, a quien debía revelar mi alma hasta lo más profundo.  Y rogué a Dios que Él mismo me ayudara en esto y me diera la gracia de contar las cosas más secretas que había entre mí y el Señor, y que me predispusiera a que yo considerara cualquier cosa que aquel sacerdote decidiera como decidida por Jesús Mismo.  No importa cual será el juicio sobre mí, yo deseo solamente la verdad y una respuesta decidida a ciertas preguntas.  Me he encomendado a Dios completamente y mi alma desea la verdad.  No puedo seguir viviendo en dudas; aunque en el alma tenía una certeza tan grande de que esas cosas procedían de Dios que ofrecería mi vida por ellas, sin embargo por encima de todo eso puse la opinión del confesor y decidí comportarme de acuerdo con lo que él consideraría justo y según sus indicaciones.  Veo aquel momento [como] el que decidirá de cómo debo comportarme durante toda la vida.  Sé que de él [aquel momento] dependerá todo.  No tiene importancia si lo que me dirá será de acuerdo con mis inspiraciones o todo lo contrario, eso ya no me importa.  Yo deseo conocer la verdad y seguirla.


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