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viernes, 23 de octubre de 2015

Santa María Faustina Kowalska DIARIO La Divina Misericordia en mi alma

141              (66)  + Pero mis tormentos están llegando a su fin.  El Señor me da la ayuda prometida, la veo en dos sacerdotes, es decir en los Padres Andrasz y Sopocko.  Durante los ejercicios espirituales antes de los votos perpetuos [76], por primera vez fui tranquilizada profundamente [77] y después fui guiada en la misma dirección por el Padre Sopocko.  En esto se cumplió la promesa del Señor.

142         Cuando fui tranquilizada e instruida sobre cómo avanzar por estos caminos de Dios, mi espíritu se regocijó en el Señor y me parecía que no caminaba, sino que corría;  me fueron desatadas las alas para el vuelo y empecé a volar hacia el ardor mismo del sol y no bajaré hasta descansar en Aquel, en el cual mi alma se sumergió para la eternidad.  Y me entregué completamente a la influencia de la gracia.  Son grandiosos los descensos divinos hacia mi alma.  No me retiro, ni me excuso, sino que me ahogo en Él, como en mi único tesoro.  Soy una sola cosa con el Señor, en cierto modo desaparece el abismo entre nosotros, el Creador y la criatura.  Durante unos días mi alma estaba en casi continuo éxtasis.   La presencia de Dios no me abandonaba ni por un momento.  Y mi alma permanecía en una continua unión amorosa con el Señor.  Sin embargo eso no me impedía cumplir mis deberes.  Sentía que era transformada en el amor, ardía toda, pero sin [daño].  Me sumergía continuamente en Dios, Dios me atraía hacia Sí con tanta fuerza y fortaleza, que en algunos momentos no me daba cuenta de estar en la tierra.  Durante mucho tiempo había reprimido la gracia de Dios y la había temido, ahora Dios Mismo, por medio del Padre Andrasz eliminó todas las dificultades.  Mi espíritu fue dirigido hacia el sol y floreció en Sus rayos para Él Mismo, ya no entien [aquí interrumpe y en un párrafo nuevo empieza una idea nueva].

143          + Malgasté muchas gracias de Dios, porque siempre tenía miedo de la ilusión.  Y aunque Dios me atraía a Sí con tanta fuerza que a menudo no estaba en condiciones de oponerme a Su gracia, cuando de repente era sumergida en Él y en aquellos momentos Jesús me llenaba tanto con Su paz que después, aunque quisiera inquietarme, no podría.  Entonces oí en mi alma estas palabras:  Para que estés tranquila de que soy Yo el autor de todas estas demandas [hechas] a ti te daré una tranquilidad tan profunda, (67) que aunque quisieras inquietarte y asustarte, hoy no estaría en tu poder, pero el amor inundará tu alma hasta hacerte olvidar de ti misma.

144          Más tarde Jesús me dio otro sacerdote [78], delante del cual me ordenó descubrir mi alma.  En el primer momento lo hice con cierta vacilación, pero una severa amonestación de Jesús dio a mi alma una profunda humildad.  Bajo su dirección mi alma avanzo rápidamente en el amor de Dios y muchas exigencias del Señor fueron cumplidas en la práctica [79].  Muchas veces su ánimo y la profundidad de su humildad me hicieron reflexionar.

145          Oh, qué mísera es mi alma que malgastó tantas gracias.  Me escapaba de Dios, y Él me perseguía con Sus gracias.  Muchas veces recibía las gracias de Dios cuando menos las esperaba.  Desde el momento en que el Señor me dio un director espiritual, soy más fiel a la gracia.  Gracias al director y su vigilancia sobre mi alma entendí lo que es la dirección espiritual y cómo la ve Jesús.  Jesús me amonestaba por el menor descuido y acentuaba que los asuntos que yo confiaba al confesor, Él Mismo los juzgaba, y cualquier desobediencia frente a él, Me alcanza a Mi.  Cuando, bajo su dirección, mi alma empezó a gozar del profundo recogimiento y paz, a menudo oía en el alma estas palabras:  Fortalécete para la lucha, a veces repetidas más de una vez.

+ Muchas veces Jesús me da a conocer lo que no le agrada en mi alma, y más de una vez me amonestó por cosas que parecían insignificantes, pero que en realidad tenían gran importancia, me amonestaba y adiestraba como un Maestro.  Durante muchos años me educó Él Mismo, hasta el momento en que me dio un director espiritual.  Antes Él Mismo me daba a conocer lo que no entendía, y ahora me hace preguntar [por] todo al confesor y a menudo me dice así:  Y Yo te contestaré por su boca, quédate tranquila.  (68)  No me ha sucedido todavía recibir una respuesta contraria a lo que exigía el Señor y que yo presenté al director espiritual [80].  A veces ocurre que Jesús me recomienda algunas cosas, de las cuales nadie tiene conocimiento y cuando me acerco a la rejilla, lo mismo me recomienda el confesor, pero eso no es frecuente.

+ Cuando el alma recibió mucha luz y muchas inspiraciones durante largo tiempo y cuando los confesores le confirmaron la tranquilidad y la procedencia de ellas [las inspiraciones], si su amor es grande, ahora Jesús le da a conocer que es el tiempo para poner en práctica lo que recibió.  El alma conoce que el Señor cuenta con ella y este conocimiento le da más fuerza, ella sabe que, para ser fiel, tendrá que exponerse a distintas dificultades más de una vez, pero ella confía en Dios y gracias a esta confianza llega allí a donde Dios la llama.  Las dificultades no la espantan, son para ella como el pan de cada día, no la espantan nada, ni asustan, como al soldado que continuamente está en el combate, no le espanta el tronar de los cañones.  [Está] lejos de asustarse, pero aguza los oídos, de qué lado ataca el enemigo, para vencerlo.  No hace nada ciegamente, sino que examina, reflexiona profundamente y sin contar consigo, reza ardientemente y pide consejo de oficiales expertos y con discernimiento; y comportándose así, gana casi siempre.

Hay ataques, cuando el alma no tiene tiempo de reflexionar, ni de pedir consejo, ni de nada; entonces se debe luchar por la vida o por la muerte; a veces es bueno recurrir a la herida del corazón de Jesús, sin contestar una sola palabra y por ese [acto] mismo el enemigo está derrotado.

Durante el tiempo de la paz el alma hace esfuerzos al igual que en el tiempo de la lucha.  Tiene que ejercitarse mucho, porque de lo contrario ni hablar de la victoria.  El tiempo de la paz lo considero como el tiempo de preparación para la victoria.  Tiene que vigilar continuamente, vigilancia y, una vez más, vigilancia.  El alma que reflexiona recibe mucha luz.  El alma disipada se expone a si misma a la caída y que no se sorprenda si cae.  Oh Espíritu Divino, Guía del alma, es sabio aquel a quien Tú adiestras.  Pero, para que el Espíritu Divino pueda obrar en el alma se necesita silencio y recogimiento.

146          (69) La oración.  A través de la oración el alma se arma para enfrentar cualquier batalla.  En cualquier condición en que se encuentre un alma, debe orar.  Tiene que rezar el alma pura y bella, porque de lo contrario perdería su belleza; tiene que implorar el alma que tiende a la pureza, porque de lo contrario no la alcanzaría; tiene que suplicar el alma recién convertida, porque de lo contrario caería nuevamente; tiene que orar el alma pecadora, sumergida en los pecados, para poder levantarse.  Y no hay alma que no tenga el deber de orar, porque toda gracia fluye por medio de la oración.

147          Recuerdo que recibí luz en la mayor abundancia durante la adoración de media hora que hacía todos los días durante la Cuaresma, postrándome en cruz delante del Santísimo Sacramento.  En aquel tiempo me conocí más profundamente a mí y a Dios.  Para hacer aquella oración encontré muchos obstáculos, a pesar de tener el permiso de las Superioras.  El alma debe saber que para orar y perseverar en la oración, tiene que armarse de paciencia y con  esfuerzo superar las dificultades exteriores e interiores.  Las dificultades interiores: el desaliento, la aridez, la pereza, las tentaciones; las exteriores: el respeto humano y la necesidad de respetar los momentos destinados a la oración.  Yo misma experimenté que si no rezaba la oración en el momento establecido, después tampoco la rezaba, porque no me lo permitían los deberes y si la recé, fue con gran dificultad, porque el pensamiento huía hacia los deberes.  Me sucedió también esta dificultad que si el alma había rezado bien la oración y había salido de ella con un profundo recogimiento interior, otras personas perturbaban ese recogimiento.  Así, pues, es necesaria la paciencia, para perseverar en la oración.  Me sucedió más de una vez que cuando mi alma estaba sumergida en Dios más profundamente y sacaba mayor provecho de la oración, y la presencia de Dios la acompañaba durante el día, y en el trabajo había más concentración y más perfección, y más empeño en el deber, no obstante me sucedía que justamente entonces recibía el mayor numero de reproches de ser negligente, indiferente a todo, porque las almas menos recogidas quieren que las demás se les parezcan, ya que constituyen para ellas un remordimiento continuo.

148          (70) +  Un alma noble y delicada puede ser también la más sencilla, pero de sentimientos delicados; tal alma en todo ve a Dios, lo encuentra en todas partes, sabe encontrar a Dios incluso en las cosas más insignificantes.  Para ella todo tiene algún significado, aprecia mucho todo, agradece a Dios por cada cosa, de cada cosa saca provecho para el alma y dirige a Dios toda alabanza.  Confía en Él y no se impresiona cuando llega el momento de la prueba.  Sabe que Dios siempre es el mejor Padre y da poca importancia a las consideraciones humanas.  Sigue fielmente el más pequeño soplo del Espíritu Santo, goza por este Huésped espiritual y se agarra a Él como un niño a la madre.  Allí otras almas se detienen y asustan.  Ella sigue adelante sin temor y sin dificultad.

149         Cuando el Señor Mismo quiere estar al lado de un alma y guiarla, aleja todo lo que es exterior.  Cuando me enfermé y fui trasladada a la enfermería, tuve muchos disgustos por este motivo.  Éramos dos las internadas en la enfermería.  A Sor N. venían a visitarla otras hermanas, a mi nadie me visitó.  Es verdad que la enfermería es una sola, pero cada una tiene su propia celda.  Las noches de invierno eran largas, la Hermana N. tenía la luz, los auriculares de la radio y yo ni siquiera pude preparar las meditaciones por falta de luz.

Así pasaron casi dos semanas, una noche me quejaba al Señor de tener muchos tormentos, de no poder ni siquiera preparar las meditaciones por no tener luz y me dijo el Señor que vendría todas las noches y me dictaría los temas para la meditación del día siguiente.  Los temas se referían siempre a Su dolorosa Pasión.  Me decía:  Contempla Mi tormento delante de Pilato.  Y así, punto por punto, durante toda la semana contemplé Su dolorosa Pasión.  Desde aquel momento una gran alegría entró en mi alma y ya no deseaba ni visitas, ni luz.  Me bastaba Jesús por cada cosa.  Las Superioras, cuidaban muchísimo a las enfermas, sin embargo, el Señor dispuso las cosas de tal manera que me sentí abandonada.  Pero este mejor Maestro, para poder obrar directamente en el alma, apartará todo lo que es creado.  Más de una vez sufrí tantas y tan distintas persecuciones y tormentos, que la misma Madre M. [81] me dijo:  En su camino, hermana, los sufrimientos brotan directamente de debajo de la tierra.  Me dijo:  Yo la miro, hermana, (71) como si estuviera crucificada, pero he observado que Jesús de algún modo entra en esto.  Sea fiel al Señor, hermana.

150          +  Deseo anotar un sueño que tuve sobre Santa Teresa del Niño Jesús.  Era todavía novicia y tenía ciertas dificultades que no lograba resolver.  Eran dificultades interiores relacionadas con las dificultades exteriores.  Hice muchas novenas a varios santos, sin embargo la situación se hacía cada vez más pesada.  Mis sufrimientos debido a esto eran tan grandes que ya no sabía como seguir viviendo; pero de repente me vino la idea de rogar a Santa Teresa del Niño Jesús.  Empecé la novena a esta Santa, porque antes de entrar [en el convento] le tenía una gran devoción.  Ahora la había descuidado un poco, pero en esta necesidad, empecé a rogar nuevamente con todo el fervor.  El quinto día de la novena soñé con Santa Teresa, pero como si estuviera todavía en la tierra.  Me encubrió a mí el conocimiento de que era santa y comenzó a consolarme, que no me entristeciera por ese asunto, sino que confiara más a Dios.  Me dijo:  Yo también sufrí muchísimo.  Pero yo no estaba muy convencida de que ella hubiera sufrido mucho y le dije que me parecía que: Tú no sufriste nada.  Pero Santa Teresa contestó, asegurándome que había sufrido mucho y me dijo:  Sepa hermana, que dentro de tres días usted resolverá este asunto de la mejor manera.  Como yo no estaba muy dispuesta a creerle, ella se me dio a conocer como santa.  Entonces la alegría llenó mi alma y le dije: Tú eres santa.  Y ella me contestó:   Si, soy santa y tú ten confianza en que resolverás este asunto dentro de tres días.  Y le dije:  Santa Teresita, dime si estaré en el cielo.  Me contestó:   Estarás en el cielo, hermana.  ¿y seré santa?  Me contestó: Serás tan santa como yo, pero tienes que confiar en el Señor Jesús.  Y le pregunté si [mi] padre y [mi] madre estarían en el cielo, si (72) [la frase sin terminar] me contestó: Estarán.  Y pregunté todavía:  Y mis hermanas y hermanos, ¿estarán en el cielo?  Me contesto que rogara por ellos mucho, sin darme una respuesta clara.  Entendí que necesitaban muchas oraciones.


Fue un sueño y según dice el proverbio [polaco]:  el sueño es una ilusión, mientras Dios es certeza, pero tal y como me había dicho, al tercer día resolví ese difícil problema con gran facilidad.  Según me había dicho, se cumplió en todos los detalles lo referente al asunto.  Fue un sueño, pero tuvo su significado.

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