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sábado, 28 de noviembre de 2015

Daniel

El anciano de días y el juicio. 

9 Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y vi a un anciano de muchos días, cuyas vesti- duras eran blancas como la nieve y los cabellos de su cabeza como lana blanca. Su trono llameaba como llamas de fuego y las ruedas eran fuego ardiente.
10 Un rio de fuego procedía y salía de delante de él, y le servían millares de millares, y le asistían millones de millones. Sentóse el tribunal, y fueron abiertos los libros.
11 Yo seguía mirando a la bestia a causa de las grandes arrogancias que hablaba su cuerno, y la estuve mirando hasta que la mataron, y su cuerpo fué destrozado y arrojado al fuego para que se quemase.
12 A las otras bestias se les había quitado el dominio, pero les había sido prolongada la vida por cierto tiempo.

El hijo del hombre. 

13 Seguía yo mirando en la visión nocturna; y vi venir en las nubes del cielo a un como hijo de hombre, que se llegó al anciano de muchos días y fué presentado a éste (1).
14 Fuéle dado el señorío, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron, y su dominio es dominio eterno que no acabará nunca, y su imperio, imperio que nunca desaparecerá. 15 Turbéme sobremanera, yo, Daniel, en mi cuerpo, y las visiones de mi mente me asombraron.
16 Lleguéme a uno de los asistentes y le rogué que me dijera la verdad acerca de todo esto. Hablóme él y me declaró la interpretación:
17 Esas grandes bestias, cuatro, son cuatro reyes que se alzarán en la tierra.
18 Después recibirán el reino los santos del Altísimo y lo retendrán por siglos, por los siglos de los siglos.
19 Sentí entonces el deseo de informarme más exactamente acerca de la bestia cuarta, tan diferente de todas las otras, sobremanera espantosa, de los dientes de hierro y las garras de bronce, que devoraba y trituraba y hollaba las sobras con sus pies,
20 así como también acerca de los diez cuernos que tenía en la cabeza, y de aquel otro que le había salido y ante el cual se le habían caído tres, y que tenía ojos y boca que decía grandes arrogancias, y parecía más grande que todos los otros.
21 Vi yo que este cuerno hacía guerra a los santos y los vencía,
22 hasta que vino el anciano de muchos días y se hizo justicia a los santos del Altísimo y llegó el tiempo en que los santos se apoderaron duraderamente del reino. El cuarto reino.
23 Díjome así: La cuarta bestia es un cuarto reino sobre la tierra, que se distinguirá de todos los otros reinos y devorará la tierra toda y la hollará y la triturará.
24 Los diez cuernos son diez reyes que en aquel reino se alzarán, y tras ellos se alzará otro que diferirá de los primeros, y derribará a tres de estos reyes.
25 Hablará palabras arrogantes contra el Altísimo, y quebrantará a los santos del Altísimo, y pretenderá mudar los tiempos y la ley. Aquéllos serán entregados a su poder por un tiempo, tiempos, y medio tiempo.
26 Pero se sentará el tribunal y le arrebatarán el dominio, hasta destruirle y arruinarle del todo,
27 dándole el reino, el dominio y la majestad de todos los reinos de debajo del cielo, al pueblo de los santos del Altísimo, cuyo reino será eterno y le servirán y obedecerán todos los señoríos.
28 Aquí acabó la plática. Yo Daniel, anduve sobremanera turbado por mis pensamientos, demudado el color, y guardé todo esto en mi corazón.
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(1) Este personaje, semejante a un hijo de hombre, es el rey Mesías, a quien será conferido todo poder. Jesucristo hace alusión a este pasaje ante el Sumo Sacerdote (Mt., 26, 64). Que este reino sigue el sirio, no prueba que le haya de suceder inmediatamente. Es la misma ley que observamos en todos los profetas.

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