¿Quieres amar a la Santísima Virgen? ¡Muy bien! Frecuéntala. ¿Cómo? Rezando bien el Rosario. Pero, en el Rosario… ¡repetimos siempre las mimas cosas! ¿Siempre las mismas cosas? Y los que se aman, ¿no se dicen siempre las mismas cosas el uno al otro?...
Las virtudes sobrenaturales crecerían enormemente en nosotros, si llegáramos a frecuentar realmente a María, que es ¡Nuestra Madre! No nos dé miedo repetírselo a lo largo del día - con el corazón, sin que las palabras sean necesarias- pequeñas oraciones, jaculatorias. (…)
Ella es tu Madre, y tú su hijo, Ella te ama como si tú fueses su único hijo en el mundo. Háblale: cuéntale todo lo que te pasa, venérala, ámala. Nadie lo hará por ti, tan bien como tú, si tú no lo haces. Te aseguro que si tomas este camino, encontrarás inmediatamente el amor de Cristo: te encontrarás sumergido en esta vida extraordinaria de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo (…)
Tú serás el cristiano que sueñas ser: desbordante de obras de caridad y de justicia, alegre, fuerte y comprensivo con los otros y exigente contigo mismo.
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