501Oh, qué grande es Tu belleza, Jesús, Esposo mío, Flor viva,
vivificante, en la que está encerrado el rocío que da la vida al alma
sedienta. En Ti se sumergió mi
alma. Tu solamente eres el objeto de mis
aspiraciones y de mis deseos, úneme lo más estrecho posible a Ti y al Padre y
al Espíritu Santo para que viva y muera en Ti.
502Sólo el amor tiene importancia, es él que eleva nuestras más
pequeñas acciones hasta la infinidad.
503Oh Jesús mío, de verdad, yo no sabría vivir sin Ti, mi espíritu se
ha fundido con el Tuyo. Nadie lo
comprenderá bien, primero hay que vivir de Ti para conocerte en los demás.
(206)
Cracovia 25 X 1935
504Propósitos después de los ejercicios espirituales.
No hacer nada sin el permiso del confesor y la aceptación de las
Superioras en todo y especialmente en las inspiraciones y las exigencias del
Señor.
Todos los momentos libres los pasaré con el Huésped Divino dentro de
mí; procuraré mantener el silencio interior y exterior para que Jesús descanse
en mi corazón.
Mi descanso más grato será en servir y ser disponible a las hermanas. Olvidarme de mi misma y pensar en agradar a las hermanas.
No me justificaré ni excusaré de ningún reproche que me hagan,
permitiré juzgarme por cualquiera y en
cualquier modo.
Tengo a un solo Confidente a quien revelo todo y lo es Jesús en la
Eucaristía y en substitución de Él, el confesor.
En todos los sufrimientos del alma o del cuerpo, en las tinieblas o
en el abandono me callaré como una paloma sin quejarme.
Me anonadaré en cada momento como una victima [postrándome] a sus
pies para impetrar misericordia
por las pobres almas.
505 Toda mi nulidad se
ahoga en el mar de Tu misericordia; con la confianza del niño me arrojo entre
Tus brazos, Padre de Misericordia, para compensarte de la desconfianza de
tantas almas que tienen miedo de confiar en Ti.
Oh, qué pequeño es el número de almas que Te conocen
verdaderamente. Oh, cómo deseo que la
Fiesta de la Misericordia sea conocida por las almas. La misericordia es la corona de Tus obras; Tú
dispones todo con el cariño de la madre más tierna.
+
506 (207) JMJ
Cracovia 27 X 1935
Padre
Andrasz – consejo espiritual.
No hacer nada sin el consentimiento de las Superioras. Esta cuestión hay que reflexionarla bien y
rezar mucho. En estas cosas hay que ser
muy prudente, ya que usted, hermana, tiene aquí la voluntad de Dios segura y
evidente, porque está unida a esta orden por los votos, perpetuos además; pues
no debe haber dudas, y lo que tiene dentro de si, son apenas relámpagos de la
creación de algo. Dios puede hacer algún
cambio, pero estas cosas suceden muy raramente.
Hasta que usted no reciba un conocimiento más evidente, no tenga
prisa. Las obras de Dios van lentamente;
si son de Dios, los conocerá claramente y si no, se esfumarán y usted
obedeciendo no se extraviará. Pero debe
hablar de todo sinceramente con el confesor y escucharlo ciegamente.
Ahora
no le queda, hermana, otra cosa que aceptar el sufrimiento hasta que esto se
aclare, es decir, hasta la solución de este problema. Su disposición respecto a estas cosas es
buena y siga así, llena de sencillez y de espíritu de obediencia es una buena
señal. Si usted, hermana, sigue en esta
disposición, Dios no le permitirá extraviarse; en la medida en que es posible,
mantenerse alejada de estas cosas y si, a pesar de eso, suceden, tomarlas con
tranquilidad, no tener miedo de nada.
Está en las buenas manos de Dios tan bueno. En todo lo que me ha dicho, no veo ninguna
ilusión ni contradicción a la fe: éstas
son las cosas buenas de por si y hasta seria bueno que hubiera un grupo de
almas que pidieran a Dios por el mundo, porque todos necesitamos oraciones. Tiene un buen director espiritual y aténgase
a él y esté tranquila. Sea fiel a la
voluntad de Dios y cúmplala. En cuanto a
las tareas, haga lo que manden, tal y como lo manden aunque fuera una cosa más
humillante y penosa. Elija siempre el
último lugar y entonces le dirán: Siéntate más arriba. En el alma y en el comportamiento debe
considerarse la última de toda la casa y de toda la Congregación. En todo y siempre la máxima fidelidad a Dios.
507
(208) Deseo, Jesús mío, sufrir y
arder con el fuego del amor en todos los acontecimientos de la vida. Pertenezco a Ti entera, deseo abismarme en
Ti, oh Jesús, deseo perderme en Tu divina belleza. Tú me persigues, Señor, con Tu amor, como un
rayo del sol penetras dentro de mí y transformas la oscuridad de mi alma en Tu
claridad. Siento bien que vivo en Ti
como una chispa pequeñita absorbida por un ardor increíble, en que Tú ardes, oh
Trinidad impenetrable. No existe un gozo
mayor que el amor de Dios. Ya aquí en la
tierra podemos gustar la vida de los habitantes del cielo por medio de una estrecha
unidad con Dios, misteriosa y a veces inconcebible para nosotros. Se puede obtener la misma gracia con la
simple fidelidad del alma.
508
Cuando se apodera de mi el
sentido de desgana y de monotonía en cuanto a mis deberes, entonces me recuerdo
de que estoy en la casa del Señor donde no hay nada pequeño, donde de la
pequeña acción mía, llevada acabo con la intención dirigida al cielo, puede
depender la gloria de la Iglesia y el progreso de más de un alma, pues no hay
nada pequeño en el convento.
509
Entre las contrariedades que
estoy experimentando, recuerdo que el tiempo de la lucha no ha terminado, me
armo de paciencia y de este modo venzo a mi adversario.
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