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domingo, 20 de diciembre de 2015

Santa María Faustina Kowalska DIARIO La Divina Misericordia en mi alma


671            En la vida espiritual siempre me tendré de la mano del sacerdote.  De la vida del alma y de sus necesidades hablaré solamente con el sacerdote.

672          (119) + 4 de agosto de 1936.  Un tormento interior de más de dos horas.  Una agonía…  De repente me penetra la presencia de Dios, siento que paso bajo el poder del Dios justo, esta justicia me penetra hasta la medula de los huesos, exteriormente pierdo las fuerzas y el conocimiento.  Súbitamente conozco la gran santidad de Dios y mi gran miseria, en el alma nace un tormento tremendo, el alma ve todas sus obras que no son sin mancha.  Después en el alma se despierta la fuerza de la confianza…. Y el alma con todas sus fuerzas anhela a Dios, pero ve lo miserable que es y lo mísero que es todo lo que la rodea.  Y así, frente a aquella santidad, oh, pobre alma….

673            13 de agosto.  Durante el día entero estuve atormentada por terribles tentaciones, me venían a la boca blasfemias, una aversión a todo lo santo y divino; no obstante luché todo el día; por la noche comenzó a aplastarme la idea:  ¿Por qué hablar de ello al confesor?, (120) él se reirá de esto.  Alguna aversión y un desaliento envolvieron mi alma y me parecía que en tal estado no podía acercarme de ningún modo a la Santa Comunión.  Al pensar que no iba a acercarme a la Santa Comunión, un dolor tan tremendo estrechó mi alma que faltó poco para que gritara en voz alta en la capilla.  No obstante me di cuenta de que estaban otras hermanas y decidí ir al jardín y esconderme para poder al menor llorar fuerte.  De repente Jesús

674            se presentó junto a mí y dijo:  ¿A dónde piensas ir?  No contesté nada a Jesús, pero desahogué ante Él todo mi dolor y cesaron todas las insidias de Satanás.  Jesús me dijo que:  La paz interior que tienes es una gracia, y desapareció súbitamente.  Yo me sentía feliz y extrañamente tranquilizada.  De verdad, solo Jesús, Él, el Señor Altísimo, puede hacer que en un momento vuelva una tranquilidad tan completa.

675           (121)                                                                                                                   + 7 de agosto de 1936

Cuando recibí este artículo [241] sobre la Divina Misericordia junto con la imagen [242], la presencia de Dios me envolvió de modo singular.  Cuando me sumergí en la oración de agradecimiento, de repente vi al Señor Jesús en una gran claridad tal y como está pintado y a los pies de Jesús vi al Padre Andrasz y al Padre Sopocko, los dos tenían plumás en la mano y de las puntas de ambas plumás salían resplandores y fuego semejantes a un relámpago que tocaba a una gran multitud de gente que corría no sé a dónde.  Apenas [alguien] era alcanzado por aquel rayo, daba la espalda a la muchedumbre y tendía los brazos a Jesús; algunos volvían con gran alegría y otros con gran dolor y pena.  Jesús miraba con gran amabilidad a los dos.  Un momento después me quedé a solas con Jesús y le dije:  Jesús, llévame ahora, porque Tu voluntad ya está cumplida, y Jesús me contestó:  (122) Todavía no toda Mi voluntad se ha cumplido en ti, sufrirás todavía mucho, pero Yo estoy contigo, no tengas miedo.

676            Hablo mucho con el Señor del Padre Andrasz y también del Padre Sopocko; sé que lo que pido al Señor, no me lo niega y les concede lo que le pido.  He sentido, y sé, cuánto Jesús los ama; no lo describo con detalles, pero lo sé y me alegro enormemente.

                                                                                                                                   + 15 de agosto de 1936

677            Durante la Santa Misa celebrada por el Padre Andrasz, un momento antes de la elevación, la presencia de Dios penetró mi alma y que fue atraída hacia el altar.  Luego vi a la Santísima Virgen con el Niñito Jesús.  El Niño Jesús se tenía de la mano de la Virgen; en un momento el Niño Jesús corrió alegremente al centro del altar, y la Santísima Virgen me dijo:  Mira, con qué tranquilidad confío a Jesús en sus manos, así también tú debes (123) confiar tu alma y ser como una niña frente a Él.  Después de estas palabras mi alma fue llenada de una misteriosa confianza.  La Santísima Virgen vestía una túnica blanca, singularmente blanca, transparente, sobre la espalda tenía un manto transparente de color del cielo, es decir como el azul, la cabeza descubierta, el cabello suelto; esplendida e indeciblemente bella.  La Santísima Virgen miraba al sacerdote con gran benevolencia, pero un momento después el Padre partió este esplendido Niño y salio sangre verdaderamente viva; el sacerdote se inclinó y tomó en si a Jesús vivo y verdadero.  Lo comió, no sé cómo esto sucede.  Oh Jesús, Jesús, no alcanzo a seguirte, porque Tú en un momento Te haces inconcebible para mí.

678            La esencia de las virtudes es la voluntad de Dios; quien cumple fielmente la voluntad de Dios, se ejercita en todas las virtudes.  En todos los casos y todas las circunstancias de la vida adoro y bendigo la santa voluntad de Dios.  La santa voluntad de Dios es el objeto de mi amor.  (124) En los más secretos rincones de mi alma vivo de su voluntad y por fuera obro en la medida en que conozco interiormente que tal es la voluntad de Dios.  Los tormentos, los sufrimientos, las persecuciones y todo tipo de contrariedades que vienen de la voluntad de Dios, me son más agradables que los éxitos, los elogios y las alabanzas que vienen de mi voluntad.

679            Oh Jesús mío, buenas noches, la campanilla me llama a dormir.  Oh Jesús mío, ves que estoy agonizando por el deseo de la salvación de las almas; buenas noches, Esposo mío, me alegro de estar un día más cerca de la eternidad, y si mañana me permites despertarme, oh Jesús, iniciaré un nuevo himno a Tu gloria.

680            + 13 de julio.  Hoy, durante la meditación entendí que no debo hablar nunca de mis propias vivencias interiores; pero no ocultar nada al director espiritual.  Pediré a Dios especialmente la luz para el director (125) de mi alma.  Doy más importancia a la palabra del confesor que a todas las iluminaciones interiores que recibo.

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