MENU

miércoles, 27 de enero de 2016

Lecturas del Miércoles de la 3ª semana del Tiempo Ordinario


Primera lectura

Lectura del segundo libro de Samuel (7,4-17):

En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor: «Ve y dile a mi siervo David: "Así dice el Señor: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Desde el día en que saqué a los israelitas de Egipto hasta hoy, no he habitado en una casa, sino que he viajado de acá para allá en una tienda que me servía de santuario. Y, en todo el tiempo que viajé de acá para allá con los israelitas, ¿encargué acaso a algún juez de Israel, a los que mandé pastorear a mi pueblo Israel, que me construyese una casa de cedro?" Pues bien, di esto a mi siervo David: "Así dice el Señor de los ejércitos: Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi pueblo: lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en adelante no permitiré que los malvados lo aflijan como antes, cuando nombré jueces para gobernar a mi pueblo Israel. Te pondré en paz con todos tus enemigos, y, además, el Señor te comunica que te dará una dinastía. Y, cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Él construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo; si se tuerce, lo corregiré con varas y golpes como suelen los hombres, pero no le retiraré mi lealtad como se la retiré a Saúl, al que aparté de mi presencia. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre."» 
Natán comunicó a David toda la visión y todas estas palabras.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 88,4-5.27-28.29-30

R/.
 Le mantendré eternamente mi favor

Sellé una alianza con mi elegido, 
jurando a David, mi siervo: 
«Te fundaré un linaje perpetuo, 
edificaré tu trono para todas las edades.» R/. 

«Él me invocará: "Tú eres mi padre, 
mi Dios, mi Roca salvadora"; 
y yo lo nombraré mi primogénito, 
excelso entre los reyes de la tierra.» R/.

«Le mantendré eternamente mi favor, 
y mi alianza con él será estable; 
le daré una prosperidad perpetua 
y un trono duradero como el cielo.» R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,1-20):

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. 
Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: «Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.» 
Y añadió: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas.
Él les dijo: «A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que, por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdonen."» 
Y añadió: «¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; al escucharla, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del 

Conrado Bueno, cmf
Queridos hermanos:
Es hora de parábolas. De escudriñar en qué consiste el Reino, el proyecto de Jesús. Antes, ya ha hablado Jesús al pueblo que le apretujaba. La parábola impulsa más a la reflexión y decisión. La parábola es un acontecimiento de la vida cotidiana que se convierte en trasparencia de un mensaje espiritual. Esta del sembrador es de una belleza literaria grande. Los elementos de la alegoría están claros: La Palabra es la semilla y el Padre Dios es el sembrador. Dos campos reciben la semilla; el pedregoso que rechaza la semilla y el fértil que da buena cosecha.
Diríamos que Jesús hace la homilía, desvela su sentido a los discípulos. Dos extremos se juntan en el resultado de la siembra. Cuando mil obstáculos hacen infecundo todo el trabajo de la siembra de la Palabra de Dios: la superficialidad, los afanes y preocupaciones de la vida, la vida mundana de la que habla Francisco, la seducción de los ídolos del poder, la riqueza, el bienestar a toda costa, la ceguera de corazón, et. El otro extremo es la tierra buena, abierta, esponjosa. Curiosamente, sobre los “terrenos duros” solo se derramaba “un poco” de simiente, mientras que “el resto” cayó sobre la tierra buena. Tan buena que daba una cosecha del treinta, del sesenta o, incluso en el colmo del optimismo, del ciento por ciento. Dicen los estudiosos que es impensable que hubiera tierra que diese fruto tan abundante.
Dios nos habla, se comunica con nosotros. Nos toca responder, desde la libertad y el amor. La Palabra es el mensaje de Jesús ante el cual el hombre ha de tomar decisiones. Bien podemos preguntarnos: ¿Qué frutos produce en nosotros la Palabra, la celebración de los sacramentos, la ayuda de la comunidad, la experiencia de la bondad de las personas? ¿Somos tierra buena o mala? ¿Qué impedimentos ponemos a la recepción de la Palabra? ¿El ambiente que nos puede, la esclavitud a la que nos someten todos los artilugios de la nueva técnica, la frialdad de corazón? La semilla siempre es buena y el hecho de que, según la parábola, cayó en la tierra fértil nos convoca a la esperanza y el optimismo, respecto de nosotros mismos y mirando a nuestra tarea con los otros. Nos da ánimos para trabajar sin vanidad, otro es el que siembra, y con generosidad, somos colaboradores. Acaso nos quejemos del poco fruto que produce la siembra en nuestro empeño. Veamos nuestro lenguaje y nuestro testimonio, y recojamos las buenas perspectivas finales de la parábola. Mientras, repetimos con el salmista: “Lámpara es tu palabra para mis pasos y luz en mi sendero”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario