Lo que sobresale en la personalidad de Francisco de Sales, es su bondad: su exigencia sin comparación con su buena voluntad y atención hacia los demás. ¿Cuál es su secreto?
Debemos recordar la crisis espiritual que atravesó. A los 19 años sufre una fuerte crisis de angustia y desánimo, que le impide dormir. En el contexto de la Reforma, la cuestión de la predestinación agita la reflexión teológica. Francisco está persuadido de que ha sido condenado y excluido para siempre de la amistad de Dios.
Es liberado de esta angustia al pronunciar ante la estatua de la Virgen en la iglesia de Nuestra Señora des Grès en París, esta oración de abandono: “Ocurra lo que ocurra… yo te amaré Señor, al menos en esta vida si no me es permitido amarte en la vida eterna, confiaré siempre en tu misericordia.” Francisco eligió el amor puro.
La libertad de Francisco de Sales es el fruto de su libertad interior. Él, que experimentó la misericordia, puede ser testigo de la misericordia. Esta experiencia fundadora que marcará toda su vida y su obra, conformaba desde antes a quien después llamaremos “Doctor del Amor divino y de la dulzura evangélica.”
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