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sábado, 26 de marzo de 2016

Lecturas del Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (10,34a.37-43):

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 117,1-2.16ab-17.22-23

R/.
 Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo


Dad gracias al Señor porque es bueno, 
porque es eterna su misericordia. 
Diga la casa de Israel: 
eterna es su misericordia. R/.

La diestra del Señor es poderosa, 
la diestra del Señor es excelsa. 
No he de morir, viviré 
para contar las hazañas del Señor. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos 
es ahora la piedra angular. 
Es el Señor quien lo ha hecho, 
ha sido un milagro patente. R/.


Secuencia

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia 
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3,1-4):

Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.

Palabra de Dios

Evangelio

Evangelio según san Juan (20,1-9), del domingo, 27 de marzo de 2016
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Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1-9):

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. 
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del 

Julio César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
Aquí no se corre, ni hay prisas, como las tenían María, Pedro y Juan: “echó a correr”, “los dos corrían juntos”, los procesos son más lentos y llevan su tiempo. Begoña es una religiosa, que cuatro noches a la semana atiende en el barrio “Chino” de su ciudad a un buen grupo de prostitutas. Su congregación tiene un local por el que se puede pasar a ducharse, cambiarse de ropa, tomar un café o simplemente a charlar. Es estos años, son varias las mujeres que lo han dejado, a las que ha visto rehabilitar su vida, escapar de las mafias y llevar una vida aparentemente “normal”.
Antonio es un voluntario de la Pastoral Penitenciaria, más de treinta años entrando y saliendo de la cárcel. Sabe que esta no reeduca demasiado, que el que termina su pena lo tiene crudo para encontrar trabajo. Pero puede contar un puñado de personas, que después de un largo proceso, hoy están felizmente incorporados a la sociedad. María Ángeles es psicóloga y voluntaria en una Casa de Acogida de toxicómanos. Ha visto a muchas chicas llegar destrozadas, sucias, desaliñadas, delgadas… y con el paso de los meses mostrar toda su belleza, asumir el desastre que han sido para su familia, retomar la vida.
Podríamos continuar la lista con Lola militante de la HOAC, que se reúne todas las semanas para charlar con los parados de larga duración. Paco que apoya a los de la PAH y de vez en cuando consiguen alguna “dación en pago”. Laura que está con los inmigrantes, además de indignada con lo de los refugiados Sirios. Juan Carlos el de Cáritas. Esther del Comercio Justo. Y tantos etcéteras… Son los signos de la Resurrección, si nuestras comunidades no viven y crecen en el amor, sino “pasan haciendo el bien y curando a los oprimidos” como nos dice la primera lectura, ¿cómo vamos a entender la Pascua?
San Pablo nos recuerda en la segunda lectura: “Un poco de levadura fermenta toda la masa. Así, pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja –levadura de corrupción y de maldad- sino con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad”. Hay que meterse en la masa humana y colocar en ella la levadura de la Pascua, decir con nuestros gestos, lo que significa que estemos celebrando una Pascua más. Desde la sinceridad y la verdad, mostrar una vida nueva, basada en pequeñas acciones que pueden cambiar el mundo, aunque no lo parezca y hacer que fermente toda la masa.
“Al amanecer del primer día de la semana, cuando aún estaba oscuro”, es en la mañana de Pascua cuando vislumbramos el futuro, en la realidad cercana. Descubrimos que no seguimos a un muerto, sino a un viviente, que lo que nos une, es una presencia. Con la Pascua ya no hace falta que busquemos a Dios entre las nubes, el nuestro es un Dios vivo, que está aquí presente con nosotros. Hay que descubrirlo en el intento de cambio de nuestra sociedad, de nuestra historia, pues empezamos a vivir una nueva semana, una nueva época.
“Vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido las Escrituras: que él había de resucitar de entre los muertos”. Este es el tiempo en que nuestra vida está llamada a hacerse anuncio de justicia y misericordia, anuncio de Vida. No es momento de grandes palabras, de frases huecas llenas de aleluyas. En cada calle, en cada ciudad, en las manos y las palabras o acciones de montones de personas anónimas, podemos ver y creer, que los que parecían muertos recuperan la vida. Sólo el amor nos hará ver a Jesús, entender las Escrituras.
Corred si queréis ahora, a decir que habéis visto en vuestra vida y en la de muchos hermanos, el paso, el cambio, la renovación, la rehabilitación; larga, desesperante muchas veces, llorosa, insegura… que lleva a la alegría. Como dice San Pedro: cuantos han comido y bebido con nosotros después de haber resucitado, ellos y nosotros, contándonos que aunque hemos muerto muchas veces, en Jesús la muerte está vencida.

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