Cuando nos encontramos con María hay un cambio en nuestro ser (…). La Inmaculada es « única». Pero nuestra forma de unirnos a ella, tanto como lo podamos, a su pureza, es nuestra humildad: algo simple como un niño, lejos de los enredos de nuestro amor propio.
Cuando se encuentra verdaderamente a María, hay una ternura, una misericordia hacia los otros que nos transforma. Esa misericordia, esa ternura, que María tiene por cada uno de nosotros. Cuando no se sabe cómo hacer, hay que preguntarse cómo la Santa Virgen haría: entonces haremos lo mejor que se puede, incluso si no es lo que nos gusta. María es siempre la estrella a la que podemos referirnos.
¿Y cuál es mi secreto? Cuando “yo no sé qué hacer yo pienso; “hágase como María” y una pequeña luz se enciende cada vez al interior de mi alma. Es una luz de verdad, des sencillez, de paz….
Si queremos poner a María a la luz, debemos primero exponernos a su luz, tomarnos el tiempo de rezarla, mirarla, imitarla. Mirar a María y rezar, es volver siempre a lo esencial.
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