Los padres de Gianni y Franco vivían en un pobre barrio del puerto de Génova. Su padre bebía y les faltaba el dinero. Ellos, aunque vagabundeaban en las calles de la ciudad, eran buenos muchachos. Se alegraban al pensar que pronto se llevaría a cabo la procesión de la Madona, a la que amaban con todo su corazón y querían, como todos, encender una vela en el borde de la ventana. Pero ¿cómo conseguir el dinero?
Gianni tuvo una idea. ¿Si trabajáramos? Falta un día para la procesión. Podríamos ganar algunas liras”. Al día siguiente los dos chicos se levantaron antes de las siete y se fueron a trabajar con el vendedor de carbón.
Con el dinero que ganaron, corrieron a comprar las velas casi no vieron a un mendigo que tendía la mano. Deteniéndose súbitamente regresaron “La Madona será más feliz si le damos el dinero a este pobre hombre” Le dieron al mendigo las liras, y regresaron a casa.
En casa, ¡dos grandes cirios decoraban la ventana! No podían creerlo… El padre tras descubrir que sus hijos cargaban carbón, se avergonzó de su conducta y pidió a su jefe un adelanto, compró veinte cirios y prometió a su mujer no beber jamás.
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