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domingo, 29 de mayo de 2016

Lecturas del Lunes de la 9ª semana del Tiempo Ordinario



Primera lectura

Comienzo de la segunda carta del apóstol san Pedro (1,1-7):

Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo les ha cabido en suerte una fe tan preciosa como a nosotros. Crezca vuestra gracia y paz por el conocimiento de Dios y de Jesús, nuestro Señor. Su divino poder nos ha concedido todo lo que conduce a la vida y a la piedad, dándonos a conocer al que nos ha llamado con su propia gloria y potencia. Con eso nos ha dado los inapreciables y extraordinarios bienes prometidos, con los cuales podéis escapar de la corrupción que reina en el mundo por la ambición, y participar del mismo ser de Dios. En vista de eso, poned todo empeño en añadir a vuestra fe la honradez, a la honradez el criterio, al criterio el dominio propio, al dominio propio la constancia, a la constancia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, al cariño fraterno el amor.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 90

R/.
 Dios mío, confío en ti

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en ti.» R/.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación.» R/.

«Lo defenderé, lo glorificaré,
lo saciaré de largos días
y le haré ver mi salvación.» R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,1-12):

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos: «Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. A su tiempo, envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías. Les envió otro criado; a éste lo insultaron y lo descalabraron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos los apalearon o los mataron. Le quedaba uno, su hijo querido. Y lo envió el último, pensando que a su hijo lo respetarían. Pero los labradores se dijeron: "Éste es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia." Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Que hará el dueño de la viña? Acabará con los ladrones y arrendará la viña a otros. ¿No habéis leído aquel texto: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"?»
Intentaron echarle mano, porque veían que la parábola iba por ellos; pero temieron a la gente, y, dejándolo allí, se marcharon.

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del 

Severiano Blanco, cmf
Queridos hermanos:
La Iglesia primitiva se encontró de sopetón con la ardua tarea de administrar la herencia doctrinal y vivencial de Jesús en un contexto nuevo, diferente al del Maestro. Quiso conservar el mayor número posible de recuerdos, y no mantenerlos como piezas de museo, sino haciéndolos vida propia. Y, en este punto, una dificultad muy especial debió de surgirle al intentar aplicarse a sí misma –el grupo de amigos de Jesús– cosas que él había dicho a los adversarios. Es el caso de la parábola que acabamos de oír, y que en ese sentido también implica dificultad para nosotros, el nuevo grupo de adeptos a Jesús.
Al narrar esta parábola demuestra Jesús su excelente dotación pedagógica. La situación que describe era exactamente la de su tiempo y espacio, bien inteligible a sus oyentes: gran parte del terreno de Palestina está en propiedad de romanos; los judíos son arrendatarios, siempre propensos a la rebelión, muy seguros de que el dueño –que vive muy lejos– no se molestará en ir en persona a cobrar los frutos del arriendo. Es el trasfondo sociológico.           
Pero Israel contaba además con un buen trasfondo religioso-moral. Por medio de Isaías, Yahvé se había presentado como el dueño de una viña ingrata y estéril; la había cultivado con primor, pero ella, en vez de uvas, sólo había producido agrazones. Y Él se lamentaba: “¿qué más se puede hacer por mi viña que yo no haya hecho?” (Is 5,4).  Y todavía especifica: esa viña es “la casa de Israel”, y, vista su ingratitud, la va a convertir en un erial.
Al igual que el profeta Isaías, Jesús amenazó a Israel con un rechazo definitivo por su infidelidad e “improductividad religiosa”. Y el evangelista intenta despertar a su Iglesia de sus posibles letargos. ¿Qué uso hace de los dones recibidos? ¿Cuál es su producto? Debe tener en cuenta que el que se presenta ahora a percibir los frutos no es un criado (un profeta del AT…), sino que es Jesús mismo, el “Hijo querido”, que vive en medio de ella.
Don y respuesta. Es el binomio que recorre todas las páginas de la Escritura; es el resumen de la vida cristiana. La segunda carta de Pedro, probablemente composición pseudónima y la más tardía de todo el Nuevo Testamento, recoge en otros términos el mismo mensaje: tenemos “gracia y paz por el conocimiento de Dios y de Jesús”; el poder de Dios nos ha concedido “todo lo que conduce a la vida y a la piedad”, “inapreciables y extraordinarios bienes”. En consecuencia, de nosotros se espera mucho: honradez, autodominio, constancia, amor fraterno… Dios mismo nos ha capacitado para ello.
No seamos la viña ingrata que sólo produce agrazones, ni los arrendatarios que se niegan a entregar el fruto. No ignoremos la presencia permanente (no mera visita) del “Hijo querido” que vive entre nosotros y que nos impulsa a trabajar cada día por un mundo mejor, por una viña más bella y frondosa.
Vuestro hermano
Severiano Blanco cmf

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