El Padre Alfeo Emaldi, sacerdote italiano de la Legión de María, misionero en China, fue convocado, el 10 de noviembre de 1951, por la policía de Mao para llenar un largo cuestionario sobre los miembros de la Legión de María...
La decisión era clara. O decía los nombres o lo torturaban, ¡la tortura por los chinos! Con miedo de una debilidad física, un grito salió de su corazón “Dios mío… ¡dame fuerza! Su mirada errante se detuvo sobre su vieja navaja, un rayo le atravesó el espíritu. Frente al espejo, con la navaja en la mano, una “Gilette”, se cortó primero la punta de la lengua. La sangre brotaba, pero todavía hablaba. Tomó otra navaja y esta vez sin mirar, se cortó más arriba…
Los ojos fijos sobre su pequeño crucifijo de madera, de su dolor surgió una alegría profunda. Y sobre el cuestionario ensangrentado, a través de la página, el mártir escribió: “Para no traicionar me he cortado la lengua”.
Asombrados por este gesto, las autoridades comunistas renunciaron al arresto. Después de algunos días de hospital, el misionero fue expulsado de Tien-Tsin, el heroico testimonio tuvo un profundo impacto en toda la cristiandad.
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