Pedro, que por las virtudes de su elocuencia, su “palabra de oro” fue apodado Crisólogo, nació en Imola (Italia); fue designado a pesar de sí mismo, arzobispo de Rávena (Italia), de quien conservamos muchos sermones, partió de esta vida después de dieciocho años de episcopado.
Algunas de sus fórmulas han permanecen como famosas: "Cristo es el pan sembrado en el seno de la Virgen María, forjado en la carne, formado en su Pasión, cocido en el horno de la tumba, conservado en iglesias, colocado en los altares y distribuido diariamente a los fieles como un alimento celestial," decía con un arte consumado de metáfora.
Sobre el poder de la intercesión de María, dice, con notable energía: "esta virgen única, habiendo albergado al Señor en su seno casto, exige, por el precio de la hospitalidad que le ha dado, la paz del mundo la salvación de los que estaban perdidos, y las vidas de los que estaban muertos."(cf:" Las Glorias de María", según San Bernardo).
La piedad popular lo invoca contra la peste y la rabia. Fue declarado Doctor de la Iglesia en 1729.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario