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jueves, 28 de julio de 2016

Lecturas del Santa Marta


Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (4,7-16):

Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 33

R/.
 Bendigo al Señor en todo momento

Bendigo al Señor en todo momento, 
su alabanza está siempre en mi boca; 
mi alma se gloría en el Señor: 
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor, 
ensalcemos juntos su nombre. 
Yo consulté al Señor, y me respondió, 
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo, y quedaréis radiantes, 
vuestro rostro no se avergonzará. 
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha 
y lo salva de sus angustias. R/.

El ángel del Señor acampa 
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor, 
dichoso el que se acoge a él. R/.

Todos sus santos, temed al Señor, 
porque nada les falta a los que le temen; 
los ricos empobrecen y pasan hambre, 
los que buscan al Señor no carecen de nada. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (11,19-27):

En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.» 
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.» 
Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.» 
Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?»
Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del 

José María Vegas, cmf
Si hubieras estado aquí…
Santa Marta se ha convertido en una santa todavía más popular de lo que ya era, gracias a la residencia abierta en tiempos de san Juan Pablo II en el territorio vaticano, y en la que, además, el Papa Francisco, renunciando a sus apartamentos en el Palacio vaticano, se ha establecido ahí para vivir menos aislado, más en comunidad. Santa Marta, que representa en los Evangelios la acogida amistosa de Cristo, parece simbolizar hoy en día una cierta renovación de la Iglesia, en la línea de una vida más simple y austera.
Todos conocemos la suave reconvención que Cristo dirigió a Marta cuando ésta exigía que su hermana María, embelesada por la Palabra del Maestro, le ayudara en sus tareas cotidianas. Y es que se puede acoger a Cristo materialmente (declarándose cristiano, frecuentando la Iglesia y trabajando con diligencia en ella), pero sin que eso suponga una actitud de verdadera escucha y acogida de su palabra, que significa acogerle con el corazón. Todos comprendemos que si alguien nos invita a su casa, y se pasa el tiempo haciendo cosas para que estemos a gusto, pero no nos dedica ni un minuto de tiempo, ni se sienta a conversar con nosotros, todas las otras ocupaciones resultan inútiles, incluso molestas. Acoger materialmente (declararse cristiano, frecuentar la Iglesia y trabajar en ella) es importante, pero para que todo eso dé frutos de verdadera vida cristiana es preciso saber pararse, perder el tiempo, orar, contemplar y escuchar la Palabra del que ha venido a nuestra casa a estar con nosotros.
Marta es hermana de María: la acción y la contemplación no son enemigas, sino hermanas de una misma familia, la que está basada en el amor de Dios, del que nos habla Juan en la primera lectura. Y aunque en ocasiones salten chispas entre ellas, Jesús nos enseña que hay que aprender a armonizarlas y establecer prioridades. Marta aprendió bien la lección. En el Evangelio de hoy es ella la que le dirige un suave reproche a Jesús. Es el que todos le hacemos a Dios cuando perdemos a un ser querido, sobre todo si creemos que todavía no había llegado su hora. El reproche de Marta está, sin embargo, impregnado de confianza. Y es en el precioso diálogo con Jesús donde comprendemos hasta qué punto Marta, sin dejar su talante activo (es ella la que se adelanta a acercarse a Jesús), ha aprendido la lección de la acogida con el corazón, que no es una acogida meramente sentimental, sino en fe. Marta confiesa que el amigo que les ama y al que aman es además el Mesías, que no sólo retrasa la muerte inevitable unos cuantos años, sino que la ha vencido definitivamente, porque Él mismo ha entregado su vida por amor para librarnos definitivamente del pecado y de la muerte.
Cordialmente,
José M. Vegas cmf

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