11071779_920702794642223_8615348858969421274_nLa Madre dice: «Por medio del amor, Jesús busca la comunión entre el Cielo y la Tierra, entre el Padre celestial y ustedes, mis hijos, su Iglesia. Por eso necesitamos orar mucho, orar y amar la Iglesia a la cual pertenecen.» Este enunciado es muy importante, ya que la Madre recuerda uno de los propósitos de Su venida: la unión de todos con Su Hijo por medio del amor, porque el amor es el resumen de toda la Ley de Dios, lo esencial de la vida cristiana. Entonces la Madre lo vuelve a recordar, seguramente porque muchos de sus hijos lo están olvidando o bien, piensan que ya aman lo suficiente; cuando en realidad, sus obras pueden decir lo contrario.
También conviene recordar, que uno de los fines precisamente del Año de la Misericordia que vamos a comenzar, es que todas las obras del cristiano deben ir acompañadas de gestos de ternura, de amor; ha subrayado en varias ocasiones el Papa Francisco. Entonces, el Año de la Misericordia quiere decir Año de Amor, porque la Misericordia es la expresión más radical del amor, es el rostro de Dios que Jesús nos manifestó, al extremo de inmolarse en la Cruz por nuestros pecados. Entonces, una vez más la Madre nos invita a deponer toda actitud de odio, rencor, celos, antagonismos… y ser testigos de lo que más cuenta ante Dios, el amor. Y para poder amar en plenitud, también hay que orar, porque la oración siempre es un encuentro de amor. Oramos cuando en la oración amamos. Orar con el corazón significa orar con amor, desde el amor.