23-10-2000
Jesús: Deseo que me deis abrigo en estos días que se me expulsa de todos sitios. Expulsado de todos los corazones, vaga mi Alma buscando el consuelo de mis pequeñas criaturas que, solícitas, me esperan, me anhelan, me buscan y quieren consolarme de tanto y tanto desprecio, tanta ingratitud. Querida hija, ¿querrás consolar más a tu Creador, el que te hizo? Sí, Amor mío. Atiende, pues, esto que voy a decirte. Jesús, yo te amo. Sí, hija, ámame, pues se acaba, se extingue el amor de las criaturas por Dios, el mundo se vuelve gélido, gris, los corazones son más que nunca pedernales en los que no cabe la entrega, no tiene sentido el amor. ¿Cómo no van a estar desesperados?, ¿cómo no van a ser infelices? ... pobres hombres, pobre humanidad. Hija mía, dime que aunque todos me abandonen, tú no lo harás. Jesús, hay tantas manifestaciones raras ahora: videntes, fenómenos...
Sí, es el tiempo de Satanás. Pero reconoced mi Espíritu. Él se manifiesta a los humildes. Por sus frutos los reconoceréis.
25-10-2000
Jesús: Envuelve mi Gracia a los que se dejan guiar por ella. Tienen alas de mi Espíritu los benditos de mi Padre, con los que Yo constituiré el Reino Nuevo. Se distinguen del Resto, y ahora cada vez más será de distinción, tanto que acabarán con una marca física en la frente para distinguirlos de los hijos de la Bestia, rodeados de todos ellos. No temáis, corderitos míos. Yo os defenderé. Yo os protegeré. Hermosos y benditos días en los que mis elegidos lucharán a brazo partido contra mis enemigos, benditos los días de la Lucha, de la Gran Tribulación porque, aunque entre sufrimientos, saldréis vencedores, libradores de la Gran Batalla, el Gran Combate por mi Reino, y grande será vuestra recompensa en el Cielo, donde os espera mi Madre con los Ángeles y con los Santos, con los brazos abiertos, pronta para estrecharos y llevaros a vuestras hermosas moradas, donde ya no sufriréis más. ¿Cómo son las moradas de los mártires, las moradas de los guerreros de los Últimos Tiempos, las de los apóstoles y discípulos míos, de los Corazones de Jesús y de María de los Últimos Tiempos? Bendito nombre, benditos nombres de mis elegidos, escogidos para esta hora, que se hallan escritos en el Cielo. Luchad, no temáis.
Tenéis todo que ganar, nada que perder. El Todo es la Herencia Eterna, ansiada por los santos de todos los siglos. El Todo es el Reino Nuevo, del que a alguno os haré pobladores. ¿No es hermoso el final que os espera? La Gran Tribulación en sí es santidad, es justicia, es purificación, acrisolamiento de las almas de los justos. La Gran Tribulación es justa, es necesaria. Sobrepasadla, estad preparados. Que nadie diga que no puede, que no está preparado. Todos podéis, pues Yo estoy con vosotros. ¡Venid Conmigo! No os alejéis, penetrad más y más profundamente en mis Secretos, en mi Corazón. Haceos más íntimos a Mí, para que Yo pueda abarcaros mejor con mis brazos, defenderos mejor, ayudaros y alentaros mejor, daros fuerzas, daros de comer, daros de beber de mis manjares, de los Hontanares de la Salvación. ¡Oh, venid a Mí! Venid a mi Corazón. Que nadie experimente las asperezas de estos días solo, abandonado. Tiene un Padre que le ama, y ése Soy Yo. Para eso he venido, para deciros que no estáis solos, que me tenéis con vosotros, ahora y por los siglos y en la hora de vuestra muerte. Amén Sí, lo digo ahora por la boca de ésta mi profeta. No estáis solos: estoy Yo, estoy aquí para acompañaros, para sufrir y para triunfar con vosotros. Yo mismo, con mis Manos, acariciaré vuestra cabeza de mártires y os ceñiré la Corona de la Gloria para entrar en el Reino Nuevo, la Jerusalén Celeste. Vengo a reclutar almas para la Gloria: ¿Quién se ofrece? Tengo vuestros nombres escritos ya en el Cielo, no quiero que falte ninguno. Hija, estoy feliz, porque sé que algunos vais a responderme, y atraeréis así a otros muchos.
Combatientes para el Reino Nuevo. Constructores de la Nueva Civilización del Amor. Sembradores de paz y de consuelo. Valedores por vuestros hermanos. Mártires de Amor, por la Eucaristía, por la Iglesia y por el Papa, por la Virgen vuestra Madre. Familias para el Reino Nuevo. Infantes de la paz y la concordia. Pequeñas piedras de mi muralla de la Nueva Jerusalén.227 Mis pozos de amor, de donde vengo a saciar mi sed. Mi ternura, por quienes gustosamente me entrego y me entregué, y lo haría una y mil veces. Mis esposas ardientes y solícitas, mis oasis de amor, en donde olvido todas las ciénagas en las que quieren introducirme y me introducen228. Ven Conmigo, ven hacia Mí más y más, cada día, con entrega generosa total, con amor radical, absoluto,229 con confianza ciega. Yo lo haré, Yo lo haré todo. Te parece imposible, ¿verdad? Pues nada hay imposible para Dios.
Y todos os vais a asombrar de las maravillas que Yo obraré en vosotros. Pero antes necesito voluntarios para inmolarse, dar su vida en oblación, que estén dispuestos a todo y que empiecen desde ahora con las pequeñas pruebas que Yo les pondré para probarles la veracidad de sus palabras, para ver si lo dicen y también lo hacen. ¡Mis amados, amados míos! ¡Venid a Mi!, venid, oh mi pueblo fiel –antes infiel–. Yo os amo, rebaño pequeño del Salvador. ¡No sabéis hasta qué punto Yo os Amo!, ¡hasta qué punto anhelo y necesito vuestro corazón necesito de vuestro amor!
227 Cfr. Ap 21,12.14.
228 Jesús ha dicho todo este párrafo entusiasmado de Amor, arrebatado de Amor
229 La palabra «absoluto» Jesús la pronuncia de un modo especial
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