LIBRO TERCERO
De la consolación interior
CAPÍTULO I
De la habla interior de Cristo al ánima fiel
Oiré lo que hablare el Señor Dios en mí. Bienaventurada el alma que oye al Señor que le habla interiormente, y de su boca recibe palabra de consolación. Bienaventurados los oídos que perciben lo sutil de las inspiraciones divinas y no se cuidan de las murmuraciones mundanas. Bienaventurados los oídos que escuchan, no la voz que oyen de fuera, sino la verdad que enseña adentro. Bienaventurados los ojos que cerrados a las cosas exteriores, están muy atentos a los interiores. Bienaventurados los que penetran las cosas interiores y procuran con ejercicios continuos prepararse cada día más y más a entender los secretos celestiales. Bienaventurados los que se alegran de entregarse a Dios, y se desembarazan de todo impedimento del mundo. ¡Oh alma mía! Considera muy bien esto, y cierra las puertas de tu sensualidad, porque puedas oír lo que el Señor tu Dios habla en ti.
Esto dice tu Amado: Yo soy tu salud, tu paz y tu vida; consérvate en mí, y hallarás la paz. Deja todas las cosas transitorias y busca las eternas. ¿Qué es todo lo temporal sino engañoso? ¿Y qué te ayudarán todas las criaturas si fueres desamparado del Criador? Por esto, dejadas todas las cosas, vuélvete amable y fiel a tu Criador, para que puedas alcanzar la verdadera bienaventuranza.
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