- El Papa Francisco trata de salvar las conversiones y de evitar el cisma.
- O sea, el sentido último de todo su Pontificado.
- En su rueda prensa de vuelta de Fátima, Francisco defendió los frutos de Medjugorje… más que las apariciones de Medjugorje.
- Sólo un matiz: y si no son ciertas, al menos las apariciones actuales, que no las primeras, ¿por qué provocan tantas confesiones y tantas conversiones? Por sus frutos los conoceréis.
- En cualquier caso, Francisco ha sido práctico: ha nombrado un obispo especial para aprovechar la gracia que se derrama en Medjugorje y se ha olvidado de teologías.
- Eso se lo deja al cardenal Müller.
He contado hasta mil antes de hablar sobre Medjugorje y sobre las palabras del Papa Francisco (en la imagen) en la rueda de prensa aérea, el avión que le traía de vuelta a Roma desde Fátima. Y, naturalmente, he tenido a bien leerme el texto completo. Si de alguna catástrofe ha sido víctima este Papa a lo largo de 4 años largos de Pontificado ha sido de la manipulación sistemática de sus palabras. Un papado verdaderamente secuestrado en su Magisterio, o sea, en sus palabras, por el universo mediático. Por eso, prefiero acudir a los textos originales y de fuentes fiables.
Pero como la síntesis siempre es necesaria podríamos decir que Francisco ha resumido de esta guisa el Informe de la Comisión Ruini: se aprueban como sobrenaturales las primeras apariciones de la Virgen (a partir de 1981) a los videntes de Medjugorje pero no así las que ahora, 35 años después, se vienen produciendo.
La cosa ha sido interpretada como una especie de solución papal salomónica que podría contentar a partidarios y contrarios de la sobrenaturalidad de Medjugorje.
Y precisamente esto es lo que no me gusta: la curiosa interpretación que se ha realizado de las palabras de un Papa que tengo la convicción sólo trata de eso: de agradecer las gracias que Santa María reparte en Medjugorje y, al mismo tiempo, evitar la cisma. Me atrevo a ponerle una pega a Francisco: el cisma no puede evitarse porque ya ha estallado. Se solucionará pero no se evitará.
Pero todo esto no pretende ser una crítica a Francisco porque yo no soy quién. Simplemente, dos semanas después de la rueda de prensa que dio la vuelta al mundo, me planteo tres cuestiones. A saber:
1. ¿Es normal que las primeras apariciones de Santa María sean verdaderas y las posteriores un infundio? Lo digo por dos razones: Primero, porque, en caso de apariciones se han dado ejemplos de todo: estafas, iluminados, falta de correspondencia de los videntes, etc. Verbigracia: primero digo que sí, luego, por la presión del ambiente digo no, luego vuelvo al sí. Ahora bien, que los videntes nunca se hayan retractado, que postulen tan verdaderas las apariciones de hoy como las de ayer… y que las de ayer sean falsas y las de hoy verdaderas… pues oiga, suena raro.
2. Las apariciones presuntamente falsas, las posteriores y las actuales, van acompañadas de sucesos extraordinarios, tanto desde el punto de vista material como del espiritual. Espirituales, las conversiones permanentes; materiales, algunos sucesos de lo que han sido testigos muchas personas. Entre los visitantes de Medjugorje yo conozco personas poco impresionables que dan fe de hechos extraordinarios. Alguna de ellas me ha dicho lo mismo que me comentaban antiguos testigos de la prohibida Garabandal: “Yo sé lo que vi”. Hombres hechos y derechos; profesionales y ‘profesionalas’, duros y duras, como el pedernal. ¿De verdad se han dejado impresionar y embaucar todos ellos?
3. Lo más importante: ¿dónde queda el “por sus frutos los conoceréis”? El Papa Francisco asegura que resulta innegable la tarea espiritual que allí se realiza.
Es decir, el empeño de este Papa por evitar el cisma que ya eclosiona (viene de años) en el mismísimoVaticano, le lleva a Francisco a intentar salvar lo más importante: Medjugorje se ha convertido en la capital mundial de la confesión.
Lo mismo dijo e hizo su enviado, el obispo Henryk Hoser, quien, días antes de la famosa rueda de prensa en el avión que de Fátima afianzó la misma aldea: esto que ocurre aquí, en esta aldea de la antigua Yugoslavia, es de Dios.
En definitiva, con esta postura, Francisco se sitúa lejos, muy lejos del prefecto de la sagrada Congregación para la doctrina de la Fe, cardenal Müller, quien recurrió a tautologías y a sutilísimos argumentos teológicos para explicarnos que él no cree en Medjugorje sin aclararnos lo único que queríamos saber: y si esto es mentira, señor prefecto, ¿cómo es posible que la cascada de conversiones que se siguen produciendo en la aldea de la antigua Yugoslavia?
En definitiva, por sus frutos les conoceréis. Al parecer en Medjugorje están surgiendo uvas de los espinos o higos de los abrojos.
El Papa Francisco trata de salvar las conversiones y de evitar el cisma. O sea, el sentido último de todo su Pontificado. Por eso emite juicios aparentemente contradictorios, como que las primeras apariciones fueron sobrenaturales, las actuales no, pero que lo que ocurre en Medjugorje, también ahora, es de Dios.
Pero ni tan siquiera un porteño consigue cuadrar los círculos.
Eulogio López
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