“Queridos hijos, los invito a consagrarse a mi Corazón Inmaculado. Deseo que se consagren personalmente, como familia y como parroquia, de manera que todo pertenezca a Dios a través de mis manos (octubre 1988)
Qué significa “Consagrarse a María” – Fragmento de la revista Madre de Dios
“Consagrarse a la Virgen” significa abrazarla como verdadera madre, en línea con el ejemplo de Juan, porque ella ya ha tomado en serio su maternidad con nosotros.
El fuerte sentido de la consagración
La consagración es un Acto complejo, que se diversifica en varios casos: una cosa es cuando un creyente se consagra personalmente, asumiendo compromisos específicos, otra cosa es cuando se consagra un pueblo, una entera Nación o incluso la Humanidad.
La consagración individual está teológicamente bien explicada por san Luis María Grignion de Montfort, del cual el Papa, con su lema “Totus Tuus” (inferido del mismo Montfort, que a su vez lo había tomado de san Buenaventura) es el primer “modelo”
El Santo de Montfort destaca dos razones que nos impulsan a hacerlo:
1- El primer motivo nos es ofrecido por ejemplo del Padre, que nos ha dado a Jesús por medio de María, confiándoselo a Ella. De ello se deduce que la consagración es reconocer que la divina maternidad de la Virgen, siguiendo el ejemplo de la elección del Padre, es la primera razón de la consagración.
2- El segundo motivo es el ejemplo del propio Jesús. Sabiduría encarnada. Él se ha confiado a María no solo para tener de Ella la vida física, sino también para ser “educado” por Ella, creciendo “ en edad, sabiduría y gracia”.
“Consagrarse a la Virgen” quiere decir, en esencia, acogerla como verdadera madre en nuestra vida, en línea con el ejemplo de Juan, porque ella ya ha tomado en serio su maternidad con nosotros: nos trata como hijos, nos ama como hijos, nos proporciona todo como hijos.
Por otra parte, acoger a María como madre significa acoger a la Iglesia como madre (porque María es la Madre de la Iglesia); y también quiere decir acoger a nuestros hermanos en humanidad (porque todos somos igualmente hijos de la común Madre de la Humanidad).
El sentido fuerte de la consagración a María está propiamente en el hecho de que con la Virgen nosotros queremos establecer una verdadera relación de hijos con su madre: porque una madre es parte de nosotros, de nuestra vida, y no se la busca solo cuando se siente su necesidad porque hay alguna cosa que pedirle…
Luego, dado que la consagración es en sí un acto que no es fin en sí mismo, sino un compromiso que se tiene que vivir día a día, aprendemos – detrás de los consejos de Montfort- a hacer, aunque sea, el primer paso que esta conlleva: hacer todo con María. De ello nuestra vida espiritual ganará con seguridad.
Palabras del P. Gabriele Amorth
¿Cómo consagrar la familia al Corazón Inmaculado de María?
Es importante ponerse bajo la guía de María porque solo Ella nos puede llevar a ser algo sagrado y todo de Dios. Por nuestra parte:
1- Hay que preparar la consagración con un tiempo de oración común en la familia, posiblemente el Rosario con la lectura de sus mensajes.
2- Eliminar de casa todo lo que disgusta al Señor (no ver ciertos programas de televisión, no leer ciertos periódicos, modificar un determinado lenguaje, no profanar la fiesta, las obras de caridad necesarias).
3- Confesarse y tomar los compromisos que María recomienda en Medjugorje.
Seguidamente, un día establecido, después de la Comunión en Misa hacer un acto común de consagración, que puede ser el de Jelena. La consagración debe ser repetida a menudo, tal vez con una fórmula breve, ej.: “Somos todos tuyos, oh María, y cada cosa nuestra es tuya.”
Directamente la Virgen, en Medjugorje, empieza a hablar en 1988, pero todo su mensaje: presencia, actitud, contenido, no nos muestra otra cosa que el hecho de que ella ha venido y continúa viniendo para enseñarnos lo que es la consagración y cómo se vive. La Consagración a su Corazón es el medio, la vía para vivir el Amor, para vivir todos los medios de gracia con amor, para llevar el amor en la vida y alcanzar a Dios-Amor. “Queridos hijos, los invito a consagrarse a mi Corazón Inmaculado. Deseo que se consagren personalmente, como familia y como parroquia, de manera que todo pertenezca a Dios a través de mis manos” (octubre 1988)
La Consagración no es solo una fórmula, una plegaria, también es un cambio radical. En Misa, con la consagración, el pan y el vino cambian y se convierten en Cuerpo y Sangre de Jesús. En nuestra vida, con la consagración toda nuestra forma de vida debe cambiar y de natural debe convertirse en sobrenatural. No solo nos comprometemos a vivir en la gracia de Dios, sino que todo aquello que hacemos, lo queremos hacer para cumplir la voluntad de Dios, para complacerlo, por su amor, y todo se lo ofrecemos a Él.
Hay una consagración personal que compromete al propio individuo; hay una consagración familiar que quiere elevar y santificar toda la vida de la familia, las relaciones de los cónyuges entre sí, inspirados en el respeto mutuo, la humildad, la bondad, la comprensión y las relaciones entre padres e hijos; hay también la consagración de una familia más extensa como puede ser la parroquia, que compromete a todos los miembros a ayudarse mutuamente a vivir en Dios y para Dios. Haciendo nuestra consagración a María y por medio de María, la Virgen está llevando a cabo su misión de Mediadora de todas las gracias y nos ayuda a vivir en Dios y para Dios.
Nosotros nos consagramos al Corazón materno de María con nuestro amor de hijo que nos lleva necesariamente a imitarla no solo en sus privilegios que son únicos e irrepetibles, sino en sus virtudes de criatura humana que tuvo una vida humilde y modesta, como la nuestra, perfectamente imitable. Nos consagramos a María para pertenecer a Dios a través de Ella, con el compromiso de imitarla en su actitud de apertura a Dios, de atenta escucha de su palabra, guardada, meditada en el corazón y vivida. Busquemos vivir su disponibilidad y disposición a hacer siempre y en todo la voluntad de Dios, repitiendo con el corazón: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).
Nos consagramos al Corazón de María con la generosidad y el fervor en la acogida de sus invitaciones maternales repetidas a lo largo de los siglos y especialmente en las apariciones de estos últimos tiempos en Medjugorje. Confiemos a Ella nuestra vida, pongámonos en sus manos y en su Corazón, dejémonos guiar aquí en la tierra para que cada paso nos ponga el cielo más cercano. Amemos a Dios con Su Corazón y viviremos eternamente la alegría que ella nos promete.
ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN INMACULADO DE MARIA
Oh Corazón Inmaculado de María, lleno de bondad, muéstranos tu amor por nosotros. Haz que la llama de tu Corazón, oh María, descienda sobre todos los hombres. Nosotros te amamos inmensamente. Imprime el amor verdadero en nuestros corazones. Haz que nuestros corazones tengan un deseo continuo de Ti. Oh María, dulce y humilde de corazón. Acuérdate de nosotros cuando estemos en pecado. Tú sabes que todos los hombres pecan. Por medio de tu Corazón Inmaculado y materno, haz que seamos sanados de toda enfermedad espiritual. Haznos capaces de contemplar la bondad de tu Corazón maternal, a fin de que podamos convertirnos por la llama de tu Corazón. Amén. (Dictada por la Virgen a Jelena Vasilj el 28 de noviembre de 1983)
Fuente: Medjugorje Altervista
Traducción del italiano a cargo del equipo de Virgen de Medjugorje
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