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sábado, 22 de julio de 2017

DÉJATE LO QUE ESTÉS HACIENDO Y ORA POR LAS BENDITAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO.

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MIENTRAS ESTAMOS LA MAYORÍA EN NUESTRAS CASAS CÓMODOS Y SIN PROBLEMAS, NUESTRAS HERMANAS LAS BENDITAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO SUFREN LO INDECIBLE. OREMOS POR ELLAS HERMANOS.

Y HAGÁMOSLO ASÍ:


Padre eterno, yo te ofrezco la preciosísima Sangre de tu Divino Hijo Jesús, en unión con las misas celebradas hoy día a través del mundo por todas las benditas ánimas del purgatorio.

Padrenuestro, AveMaría y Gloria.

Repetir cinco veces lo anterior.

Para finalizar oremos la Salve


«NO SEÁIS CURIOSOS»
(Del libro: “El Purgatorio: Una Revelación Particular”)
Estas son las palabras que me dirigió un Alma, al término del gran conocimiento que el Señor le permitió ofrecerme sobre el Purgatorio; esta Alma expiaba allí faltas graves desde hacía mucho tiempo y se me manifestó varias veces para que yo rezase e hiciera rezar a los demás por su liberación. Esto es lo que me dijo:
«¡No intentes escrutar nunca el designio de la Justicia Divina! Muchos hombres se hacen preguntas sobre el número de los elegidos, e inciden con ello en el camino del error. El juicio de Dios nunca es comparable al de los hombres y muchos se verán sorprendidos en el día del juicio final, viendo salvadas Almas que una falsa idea de la Justicia Divina hubiera condenado a la perdición; y condenadas a otras a las que algunas veces se tuvo por santas.
¡No seáis curiosos! Rogad por nosotras, que tanta necesidad tenemos de vuestra caritativa ayuda, de todas las buenas acciones, de vuestros sufragios.
Aprende bien esto y hazte una regla estricta: por la misericordia infinita de Dios hay, ciertamente, muchas más Almas salvadas que condenadas. Pero hay que rezar siempre por los difuntos, por muy brillante que haya sido su reputación de piedad, e incluso de santidad. De lo único que podemos estar seguros es de que un Alma que ha sido beatificada está en el Cielo. Para todas las demás Almas, incluso los llamados “siervos de Dios”, no hay una regla general. Muchos están aún en el Purgatorio dolorosamente, ¡pues nadie se ríe de la Justicia de Dios! Así, mientras el Señor te lo permita, no dejes de rezar por aquellas Almas cuyo proceso de beatificación está abierto: varias están con nosotros; y esas Oraciones las ayudarán y consolarán.
¡Alabado sea Jesucristo, nuestro dulce Salvador!»
El Alma desapareció tras esta invocación. Me quedé algo entristecido, pero me repuse pronto, meditando en lo que me había dicho. En todas estas cuestiones, lo realmente importante es rezar con confianza, sin buscar saber más cosas, o peor aún, imaginarlas.
Durante este mismo día, se me mostró un gran número de Almas que entraban en la eternidad: en el Purgatorio, la mayoría, pero también muchas, desgraciadamente, ¡caían en el abismo de la condenación eterna! No digo nada sobre esto, porque el terrible misterio del infierno pertenece al secreto de Dios. He visto a todas estas Almas como una lluvia abundante (eran millones) y entre todas, sólo una entró directamente en el Cielo; era la de un niñito resplandeciente que debió morir a los dos o tres años de edad. Su Ángel de la guarda le llevaba en brazos, elevándose con él hacia el Paraíso, dejando en el Cielo sombrío una larga estela de luz irisada. Había miles de Almas de niños que, a pesar de sus pocos años, debían pasar rozando el Purgatorio. Era rozarlo solamente, pero tenían que pasarlo así... y muchos bebés que iban como angelitos hacia el limbo.
Entre las Almas que iban al Purgatorio, he visto a personas de toda edad y condición: niños (de 5 años o poco más), adultos, adolescentes, personas de edad, etc. Vi sacerdotes, religiosos, monjes, políticos, obreros, artistas, pobres, ricos, de todo. Era emocionante. Había miembros de mi propia familia. Y también toda clase de personas que conocí en otro tiempo, lo cual me causó a la vez un dolor vivo y un alivio profundo... Los juicios del Señor son insondables y se equivoca uno a menudo queriendo juzgar temerariamente la suerte eterna de personas que se han conocido mucho. Los juicios del Señor no son comparables a los nuestros. El juzga en su Sabiduría Infinita; y nosotros según nuestra visión humana, a menudo tan limitada.
También se me mostró que santos oficialmente canonizados han pasado por el Purgatorio; y tuve la alegría de conocer a otros que fueron derechos al Cielo. Estos son muchos menos que los que van al Purgatorio; y se equivocan verdaderamente, quienes se imaginan que la Misericordia de Dios puede ir unida a una especie de paternalismo sensiblero que para todo encontrase excusas y justificaciones. ¡Oh no, esto no es así! Oración, Oración, Oración…
¡Oh Señor, ilumina mi Alma y guíame en Vuestra Voluntad!

¡Oh María, enséñame a glorificar a la Trinidad Divina!

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