El Papa saluda a los peregrinos durante la Audiencia. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
VATICANO, 25 Oct. 17 / 03:58 am (ACI).- La nueva catequesis del Papa Francisco en la Audiencia General del miércoles trató sobre el Paraíso, un lugar que es “el abrazo con Dios” y donde ya no habrá preocupaciones. El mismo Pontífice anunció que es la última catequesis sobre la esperanza después de unos meses con este tema.
La catequesis comenzó recordando el momento de Jesús en la cruz. “Junto a él, a izquierda y derecha, hay dos hombres de mala fama”. Uno de ellos es el buen ladrón, que reconoce su pecado. “Es la única vez que la palabra ‘paraíso’ aparece en los evangelios. Jesús se lo promete a un ‘pobre diablo’ que en la cruz ha tenido la valentía de dirigirle la más humilde de las peticiones: ‘acuérdate de mí cuando estés en tu Reino’”.
“El buen ladrón nos recuerda nuestra verdadera condición ante Dios: que somos sus hijos, que Él tiene compasión por nosotros, que Él está desarmado cada vez que manifestamos la nostalgia de su amor”.
El Pontífice recordó que “en las habitaciones de muchos hospitales, o en las celdas de las prisiones este milagro se repite innumerables veces: no hay persona, que haya causado el mal, al que le quede solo la desesperación y le sea prohibida la gracia”.
“El paraíso no es un lugar de cuento y tampoco un jardín encantado. El paraíso es el abrazo con Dios, amor infinito, y entramos en él gracias a Jesús, que ha muerto en la cruz por nosotros”. “Donde está Jesús, está la misericordia y la felicidad: sin Él hay frío y tinieblas”, añadió.
Francisco dijo que cuando un cristiano se encuentra en la hora de la muerte, debe repetir a Jesús: ‘Acuérdate de mí’. Y si no hubiese ninguno que se acordara de nosotros, Jesús está ahí, al nuestro lado”.
“Quiere llevarnos al lugar más hermoso que existe. Nos quiere llevar allí con el poco o mucho bien que hemos hecho en nuestra vida, porque nada se pierde de aquello que ya había salvado”.
Y “en la casa del Padre llevará también todo aquello que en nosotros tiene necesidad todavía de ser rescatado: las faltas y los errores de toda una vida. Y esta es la meta de nuestra existencia, que todo se cumpla y venga transformado en amor”.
“Si creemos esto –continuó–, la muerte dejará de darnos miedo, y podemos también esperar partir desde aquí”. Y en la muerte, “en ese instante, finalmente, no necesitaremos nada más, no veremos más las cosas de manera confusa. No lloraremos inútilmente, porque todo ha pasado”.
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