El Papa Francisco a su llegada a la Plaza de San Pedro. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
El Papa Francisco rechazó la posibilidad de que en la Misa se sustituyan las lecturas del día por textos no bíblicos, y advirtió que se trata de una práctica prohibida porque “empobrece y compromete el diálogo entre Dios y su pueblo en la oración”.
El Santo Padre, después de haber hablado en anteriores catequesis de los ritos de introducción de la Misa, reflexionó en la Audiencia General de este miércoles 31 de enero sobre la Liturgia de la Palabra, “una parte constitutiva porque nos reunimos precisamente para escuchar aquello que Dios ha hecho y que todavía pretende hacer por nosotros”.
En su enseñanza, señaló que “la proclamación litúrgica de las lecturas, con los cánticos obtenidos de la Sagrada Escritura, expresa y favorece la comunión eclesial, acompañando el camino de todos y cada uno de nosotros”.
Por ese motivo, determinadas decisiones subjetivas que alteran la Liturgia de la Palabra, “como la omisión de lecturas o su sustitución por textos no bíblicos, está prohibido: de hecho, esa sustitución empobrece y compromete el diálogo entre Dios y su pueblo en la oración”.
Por el contrario, “la dignidad del ambón y el uso del Leccionario, la disponibilidad de buenos lectores y salmistas, un clima de silencio, favorecen la experiencia del diálogo entre Dios y la comunidad de creyentes”.
En ese sentido, destacó la importancia de que aquellos que lean las lecturas en la Misa, lo hagan bien: “Buscad buenos lectores, no esos que leen de cualquier manera y que no se les entiende nada. Se deben preparar y ensayar antes de la Misa para leer bien”.
Además, Francisco destacó “la importancia del Salmo responsorial, cuya función es facilitar la meditación de lo que escuchamos en las lecturas que lo preceden. Es bueno que el Salmo se destaque mediante el cantico, por lo menos de la respuesta”.
El Pontífice insistió en la importancia que tiene la Liturgia de la Palabra en la Misa: “En la Liturgia de la Palabra, las páginas de la Biblia dejan de ser un escrito para convertirse en palabra viva pronunciada por Dios mismo que, aquí y ahora, nos interpela a escuchar con fe”.
“El Espíritu –explicó–, que habló por medio de los profetas y que ha inspirado a los autores sagrados, hace que la Palabra de Dios funcione realmente en el corazón, lo que favorece que resuene en los oídos. Para recibir la Palabra de Dios hay que tener el corazón abierto”.
Por ello, “es muy importante escuchar. Algunas veces no lo entendemos bien porque hay algunas lecturas difíciles, pero Dios te habla igualmente. Dios habla y nosotros escuchamos para después poner en práctica todo lo que hemos escuchado”.
“¡Tenemos necesidad de escucharla! Es, de hecho, una cuestión de vida, como bien recuerda la incisiva expresión de que ‘no sólo de pan vive el hombre, sino de la palabra que surge de Dios’”.
Ese es el motivo por el que “hablamos de la Liturgia de la Palabra como de la ‘mesa’ que el Señor prepara para alimentar nuestra vida espiritual”.
El Papa insistió en que mientras se lee la Palabra hay que permanecer atentos y no distraerse. “Cuantas veces mientras se pronuncia la palabra de Dios uno se distrae y empieza a hacer comentarios: ‘mira a ese, mira a aquel’…, se hace el ridículo y no se presta atención. ¿Se deben hacer comentarios mientras se lee la palabra de Dios? ¡No! Porque si chismorreas no escuchas la palabra de Dios. Mientras se lee la Palabra de Dios, debemos escuchar, abrir el corazón, porque es Dios mismo quien te habla, y no hablar de otras cosas”.
El Santo Padre finalizó su catequesis afirmando que en la Liturgia de la Palabra actúa el Espíritu Santo, y para que esa acción se vuelva eficaz “se necesitan corazones que se dejen trabajar y cultivar”.
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