«No es la primera vez que María se entristece al mirarnos. ¿Qué ve? Mejor dicho, ¿qué no ve? Como Madre del Creador, conoce el esplendor de santidad a la cual cada uno de nosotros está llamado. Ve también nuestras elecciones de hoy y con qué facilidad nos dejamos engañar por las astucias del Maligno que quiere destruirnos. Ella nos dice: “Hijos míos, deseo reunirlos a todos bajo mi mano maternal para protegerlos de los ataques satánicos”.
¿Cuál es el manto maternal al que María nos invita? Es aquel que Ella recibió en el momento de la Anunciación cuando el Ángel Gabriel le dijo: “El Espíritu Santo te cubrirá con su sombra”. Ahora bien, esa “envoltura” del Espíritu Santo nunca se ha apartado de María. Es por ello que los dardos envenenados del Maligno jamás han podido traspasarlo porque se trata del Espíritu Santo en persona. ¡Y es por ello que quienes viven bajo el manto de María también se encuentran protegidos!
Si María está triste hoy es porque sueña con comunicarnos todo el amor que se derrama de su Corazón Inmaculado; Ella ve todo el amor que podríamos vivir entre nosotros, sus hijos, y que no vivimos porque nos encontramos fuera de ese manto, lejos de su corazón… De esta manera nos exponemos al vacío interior y a muchas tribulaciones inútiles. Toda madre comprende muy bien esta situación.
Para asegurarnos que vivimos bajo ese manto maternal de María, el camino es simple y tenemos el privilegio de poder realizarlo: ¡sólo necesitamos conocer, meditar y encarnar de todo corazón sus mensajes! En otras palabras, vivir el Evangelio de su Hijo, explicado nuevamente por Ella para nuestro tiempo.»
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