«¡Bravo por el ángel de la guarda! ¡Bravo por el ángel de la guarda! En Lourdes quería ir a bañarme en las piscinas, especialmente para interceder por una persona que sufre mucho. Una mañana, tuve la gracia de ser invitada para acompañar a un grupo de los niños junto con otras personas. Como las piscinas se encuentran muy dañadas por causa de las inundaciones, algunas de ellas están cerradas y se necesita hacer colas de varias horas, cosa que me era imposible realizar aquel día. Sin embargo, al pasar cerca de las piscinas vi que del otro lado del alambrado una de nuestras hermanas estaba con unos jóvenes, esperando su turno desde hacía mucho tiempo. Me era imposible acercarme a ella porque en Lourdes los guardias son muy severos y la entrada a las piscinas está cuidadosamente controlada. Pero como nada es imposible para Dios y no quería renunciar, recurrí a mi gran amigo celestial, a mi ángel de la guardia y le dije: “No puedo no bañarme, tú lo sabes. ¡Sería una decepción muy grande para la persona por la que quiero ir! Por lo tanto tienes trabajo en puerta: hazme entrar, arréglatelas, ¡tú eres un ángel y puedes hacerlo!”. Continúo caminando a lo largo del alambrado y de repente veo algo que no debería haber pasado: ¡los dos guardias habían desaparecido del lado de la puerta! No tenía un minuto para perder, aproveché la ocasión y atravesé la puerta con donaire y fui a sentarme al lado de mi hermana. ¡20 minutos más tarde, estaba en el agua! ¡Bravo por mi ángel de la guarda! Si el hecho de sumergirse en esa agua contaminada y helada es una verdadera penitencia, ¡la gracia que la acompaña es sobrecogedora! Uno se siente luego envuelto en el manto maternal de la Virgen y hace que uno se derrita.
Si viajan a Lourdes, ¡no dejen de ir a las piscinas! Es tan fuerte como asistir a una aparición».
No hay comentarios:
Publicar un comentario