El Papa Francisco en Iasi, Rumanía. Foto: Vatican Media
El Papa Francisco señaló este 1 de junio que “sin amor y sin Dios ningún hombre puede vivir en la tierra”. Así lo dijo el Papa durante el encuentro con jóvenes y familias en la plaza de la Cultura de Iasi (Rumanía) en donde también consagró a la Virgen María el futuro de los jóvenes y familias de este país.
En el último evento del segundo día de su viaje apostólico en Rumanía, el Santo Padre escuchó testimonios de un joven y de una familia numerosa y, al finalizar, pronunció un discurso ante los miles de fieles católicos reunidos.
En su discurso, el Pontífice destacó a los jóvenes la importancia de no olvidar las raíces y de pedir la asistencia del Espíritu Santo para mantener la fe la cual “no se transmite solo con palabras sino con gestos, miradas, caricias como la de nuestras madres, abuelas”, explicó.
Además, el Papa pidió un fuerte aplauso por los niños porque en Rumanía se celebra este sábado el día del niño “los saludamos con un fuerte aplauso”, exclamó el Papa quien añadió: “Quisiera que lo primero que hagamos sea rezar por ellos, pidámosle a la Virgen que los cubra con su manto. Jesús los puso en medio de sus apóstoles, también nosotros queremos ponerlos en el medio y reafirmar nuestro compromiso de querer amarlos con el mismo amor con que el Señor los ama comprometiéndonos a regalarles el derecho al futuro”.
Espíritu Santo abre nuevos caminos
Asimismo, el Santo Padre resaltó que en este encuentro estaban presentes niños, jóvenes, matrimonios, consagrados, ancianos rumanos de distintas regiones y tradiciones, así como también de Moldavia, y fieles de lenguas csángó, polaca y rusa.
“El Espíritu Santo nos convoca a todos y nos ayuda a descubrir la belleza de estar juntos, de poder encontrarnos para caminar juntos. Cada uno con su lengua y tradición, pero feliz de encontrarse entre hermanos”, afirmó.
En esta línea, Francisco destacó que la experiencia de un nuevo Pentecostéses cuando el Espíritu Santo “abraza nuestras diferencias y nos da la fuerza para abrir caminos de esperanza sacando lo mejor de cada uno; el mismo camino que comenzaron los apóstoles hace dos mil años y en el que hoy nos toca a nosotros tomar el relevo y animarnos a sembrar. No podemos esperar que sean otros, nos toca a nosotros”.
Sin embargo, el Papa reconoció que “es difícil caminar juntos” porque se trata de “un don que tenemos que pedir, una obra artesanal que estamos llamados a construir y un hermoso regalo a transmitir”.
Lucha contra el demonio al no perder las raíces
Asimismo, el Santo Padre animó a no olvidar las raíces porque es un buen antídoto contra el demonio. “Vayan donde vayan, hagan lo que hagan, no olviden las raíces. Es el mismo sueño, la misma recomendación que san Pablo hizo a Timoteo: mantener viva la fe de su madre y de su abuela”, dijo el Papa.
“El maligno divide, desparrama, separa y enfrenta, siembra desconfianza. Quiere que vivamos ‘descolgados’ de los demás y de nosotros mismos. El Espíritu, por el contrario, nos recuerda que no somos seres anónimos, abstractos, seres sin rostro, sin historia, sin identidad”, explicó.
Por ello, el Pontífice describió que las raíces son “una red espiritual muy fuerte que nos une, ‘conecta’ y sostiene, y que es más fuerte que cualquier otro tipo de conexión” porque las raíces nos recuerdan que “nos pertenecemos los unos a los otros, que la vida de cada uno está anclada en la vida de los demás”.
También, el Papa recordó que “la fe es un regalo que mantiene viva una certeza honda y hermosa: nuestra pertenencia de hijos e hijos amados de Dios” por lo que recordó que “Dios ama con amor de Padre. Cada vida, cada uno de nosotros le pertenecemos. Es una pertenencia de hijos, pero también de nietos, esposos, abuelos, amigos, de vecinos; una pertenencia de hermanos”, afirmó.
Por ello, el Santo Padre aseguró que “todos florecemos cuando nos sentimos amados”. Porque el amor nos invita a “echar raíces en la vida de los demás”.
En este sentido, el Papa invitó a amar a los hermanos porque “cuando no habrá más amor cristiano y comprensión entre hermanos, parientes, cristianos y entre los pueblos. Cuando las personas no amen más, será verdaderamente el fin del mundo. Porque sin amor y sin Dios ningún hombre puede vivir en la tierra”.
“La vida comienza a apagarse y marchitarse, nuestro corazón deja de latir y se seca, los ancianos no soñarán y los jóvenes no profetizarán cuando no haya sendas del vecino al vecino... Porque sin amor y sin Dios ningún hombre puede vivir en la tierra”, reiteró.
De este modo, el Papa invitó a “abrir caminos para caminar juntos y llevar adelante ese sueño de los abuelos que es profecía: sin amor y sin Dios ningún hombre puede vivir en la tierra”.
Por último, Francisco destacó que la Virgen María es “la Madre que cultiva los sueños de los hijos, que custodia sus esperanzas, que lleva la alegría a la casa. Es la madre tierna y concreta, que nos cuida” por lo que consagró a la Virgen “el futuro de los jóvenes, el futuro de las familias y el futuro de la Iglesia”.
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