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martes, 10 de septiembre de 2019

La diócesis de Getafe celebrará un congreso de evangelización centrado en la «sanación espiritual»

La diócesis de Getafe celebrará un congreso de evangelización centrado en la «sanación espiritual»

EN EL CERRO DE LOS ÁNGELES EL 28 Y EL 29 DE SEPTIEMBRE


El Congreso de Evangelización ‘Sus heridas nos han curado’, que se celebrará en el Cerro de los Ángeles (Getafe) el 28 y el 29 de septiembre, permitirá conocer novedosos métodos para transmitir el mensaje cristiano e impactantes experiencias de sanación espiritual a través de personas y organizaciones que ayudan en situaciones de dificultad.
(Diocesis Getafe) Este encuentro, organizado por la Diócesis de Getafe con motivo del Año Jubilar del Centenario de la Consagración de España al Sagrado Corazón, incluirá testimonios presenciales para descubrir cómo la Iglesia se hace presente mediante iniciativas rompedoras en ámbitos como la cárcel, la enfermedad o la ruptura familiar.
Los participantes en este congreso podrán aprender, entre otras cosas, del trabajo que en la Diócesis de Getafe desarrolla la asociación Entre Pinto y Valdemoro (EPYV), presente en el interior de varios centros penitenciarios de la Comunidad de Madrid, en los que atiende pastoralmente a la población reclusa para ayudar a su reinserción social.
El congreso también dará a conocer experiencias pioneras en España, como Grupmad, una serie de grupos parroquiales que acompañan y ayudan a las personas que han perdido a algún ser querido a superar el duelo.
El papel de la fe en la enfermedad o en un proceso de ruptura familiar centrará otras charlas de este congreso, a través de la experiencia de la sierva de Jesús sor Carmen Señor o de entidades como Betania, que atiende y acoge a personas que han pasado por una separación dolorosa.
El congreso también mostrará cómo el mundo del cine puede ayudar a transmitir el Evangelio, con el testimonio de Juan Manuel Cotelo, popular productor y director de películas como ‘La última cima’ o ‘El mayor regalo’, un largometraje sobre el perdón, que mezcló ficción con testimonios reales de reconciliación en todo el mundo.
Los participantes en este encuentro de dos días también podrán descubrir el trabajo de evangelización que desarrolla el sacerdote José Manuel Horcajo, párroco en San Ramón Nonato, en el barrio madrileño de Vallecas, con colectivos desfavorecidos.
Diferentes talleres enseñarán sorprendentes iniciativas de evangelización dirigidas a niños, adolescentes, jóvenes o familias, a través de proyectos como ‘Ven, sígueme’, desarrollado por Notre Dame de Vie, u otros, como Life Teen, Proyecto Amor Conyugal o las Agustinas de la Conversión.
El programa de este congreso también incluye ponencias de destacados representantes eclesiásticos, como el cardenal Mons. Juan José Omella, arzobispo de Barcelona; el obispo de San Sebastián, Mons. José Ignacio Munilla, o Lourdes Grosso, misionera responsable del área de vida consagrada en la Conferencia Episcopal Española, que hablarán sobre la centralidad del Corazón de Cristo en la nueva evangelización.
Celebraciones litúrgicas, exposiciones y conciertos completarán un intenso fin de semana dedicado al Sagrado Corazón en este Año Jubilar, que comenzó el pasado 2 de diciembre y que se extenderá hasta el 24 de noviembre, solemnidad de Cristo Rey, cuando se cerrará la Puerta Santa de la basílica del Cerro de los Ángeles.
Aunque la entrada al congreso es gratuita, las personas interesadas en asistir deben realizar su inscripción a través del enlace www.corazondecristo.org/congreso/.
El congreso cuenta con el patrocinio de la mutua UMAS.

Obispo alerta del “panorama desolador” de la natalidad en España



Redacción ACI Prensa




Imagen referencial. Crédito: Pixabay.




El Obispo de San Sebastián, Mons. José Ignacio Munilla, publicó el pasado 8 de septiembre un artículo en el Diario Vasco, en el que alertó sobre el “panorama desolador” de la natalidad en España, donde mueren más personas de las que nacen, sin que la sociedad calibre lo que estas cifras significan.

El Prelado escribió este artículo con motivo de la festividad de la Natividad de la Virgen. Por eso recordó a los padres de la Virgen, San Joaquín y Santa Ana, a quienes agradeció “haber traído al mundo a aquella de la que nacería el autor de la vida”.

Sobre la natalidad en España, el Obispo recordó los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) a finales del pasado junio y que muestran “un panorama desolador en materia de natalidad”.

Según precisa en el artículo, “la fecundidad se sitúa en 1,25 hijos y los nacimientos han caído un 6% respecto al año anterior. Acumulamos un descenso de un 30% en la última década; y si no nos hubiésemos visto beneficiados por la natalidad de los inmigrantes, este descenso en España habría alcanzado el 44%”.

Es decir, en España “mueren más personas de las que nacen, y mientras que la población de más de 65 años supera los nueve millones de personas, los menores de 15 años no llegan a los siete millones”, unos datos que “se agravan aún más si nos referimos al territorio vasco”.

Mons. Munilla explica que “parece que nos estamos acostumbrando a escuchar periódicamente este tipo de datos, sin calibrar suficientemente lo que implican”.


Por eso precisa que la publicación de este tipo de cifras, que califica de “cada vez más inquietantes”, suscita la lógica preocupación “por la sostenibilidad del sistema de pensiones”.

Además asegura que hay quienes “llegan a mostrar cierto temor por el futuro de nuestra civilización, ya que los flujos migratorios se aceleran por motivo de la descompensación demográfica”.

Aunque también hay voces, “pocas por desgracia”, que plantean la necesidad de “implementar medidas para favorecer la natalidad, tales como la conciliación laboral, la lucha contra la especulación en el precio de la vivienda, incentivos directos, etc”.

El Obispo de San Sebastián explica también que “no estamos ante un fenómeno nuevo en la historia de la humanidad”, ya que esta “crisis de natalidad ha acompañado a casi todos los declives culturales”.

El Prelado pone el ejemplo de la Antigua Grecia, en donde el historiador grecorromano del siglo II, Polibio, escribía que la natalidad había bajado mucho en los últimos años en Grecia. “Las gentes de este país han cedido a la vanidad y al apego a los bienes materiales; se han aficionado a la vida fácil y no quieren casarse o, si lo hacen, se niegan a mantener consigo a los recién nacidos, o solo crían uno o dos como máximo, a fin de procurarles el mayor bienestar mientras son pequeños y dejarles después una fortuna considerable”, precisaba Polibio.

Mons Munilla apuntó que pocos años después de estas crónica de Polibio “el Imperio Romano fagocita a la Grecia decadente, hasta que siglos más tarde llega el ocaso del Imperio Romano, acompañado nuevamente de una profunda crisis de natalidad”.

Ante esta situación, el Obispo de San Sebastián asegura que “sería muy triste si nuestra preocupación por la crisis demográfica se circunscribiese al temor por el debilitamiento de nuestras pensiones, o al miedo a la llegada de extranjeros”.

Precisa que “igualmente, sería muy ingenuo suponer que una administración pública vaya a ser capaz de revertir esta tendencia con la mera aprobación de incentivos a la natalidad, por muy necesarios que sean”.

De hecho, subraya que las clases sociales “más pudientes” no tienen un índice de fecundidad superior a la media, mientras que “los inmigrantes en España tienen un número de hijos muy superior a los autóctonos, a pesar de que su nivel económico es inferior y sus dificultades objetivas para la conciliación laboral sean mayores”.

Por eso explica que “nuestra crisis de natalidad es uno de los signos más evidentes de la crisis de valores que sufre Occidente”.


“En el contexto de una sociedad en la que la calidad de vida se identifica con el mero bienestar, el reto de la maternidad y la paternidad es percibido como demasiado exigente”, apunta el Prelado y destaca que “es innegable que la educación de los niños demanda una entrega plena e incondicional, me atrevería a decir que heroica, que no es fácilmente compatible con la cultura del weekend, de la invasión digital, del consumismo compulsivo, del desorden de vida generalizado, de la crisis existencial”.

Por eso afirma que “ciertamente, la maternidad y la paternidad requieren ‘dar la vida’ en el sentido más amplio del término”, ya que “la crisis demográfica esconde una crisis de esperanza”.

En ese sentido apunta a que “para abordar la cuestión es importante que entendamos que la baja natalidad no solo compromete el futuro de una cultura, sino que afecta en gran medida a su presente”, ya que “la carencia de niños en nuestras familias y en nuestra sociedad, nos empobrece mucho más de lo que suponemos”.

Por eso destaca que “en no pocas ocasiones hemos constatado que solo la inocencia de los niños es capaz de arrancarnos de nuestra zona de confort, de nuestro aburguesamiento, llevándonos a entregar lo mejor de nosotros mismos hasta alcanzar el cenit de la madurez, que suele coincidir con el olvido de uno mismo” y por eso destaca que .”nuestra cultura necesita de los niños de forma apremiante, porque pocas cosas hay tan falsas como una alegría sin inocencia”.

Mons. Munilla también recuerda que es importante no “hurtar a los niños la experiencia de la fraternidad”, pues su déficit “se traduce en la educación, en una notable dificultad para la socialización, además de una proclividad para desarrollar la herida narcisista”.

“Si la experiencia filial nos ayuda a tomar conciencia de nuestra dignidad, somos únicos e irrepetibles, la experiencia de fraternidad nos enseña a ser uno más entre todos; algo absolutamente necesario”, asegura el Obispo.

Por eso explica que “la paternidad y la maternidad requieren ‘dar la vida’. Pero la vida es algo que nos supera. Es un ‘milagro’ que hemos recibido gratis y que estamos llamados a transmitir generosamente”, por eso “los creyentes no solemos hablar de reproducción, sino de procreación” y “los progenitores colaboran con Dios creador para dar vida al mundo”.

Evangelio del día

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-11

Hermanos:
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.
En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría.
Eso es lo que atrae el castigo de Dios sobre los desobedientes.
Entre ellos andabais también vosotros, cuando vivíais de esa manera; ahora, en cambio, deshaceos de todo eso: ira, coraje, maldad, calumnias y groserías, ¡fuera de vuestra boca!
No sigáis engañándoos unos a otros.
Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestíos del nuevo, que se va renovando como imagen de su Creador, hasta llegar a conocerlo.
En este orden nuevo no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres, porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos.

Salmo

Sal 144, 2-3. 10-11. 12-13ab R/. El Señor es bueno con todos.

Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza. R/.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 20-26

-«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre.
¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»

Reflexión del Evangelio de hoy

Ya que habéis resucitado con Cristo…

La lectura que hoy escuchamos comienza con una afirmación rotunda de Pablo. Algo extremadamente importante, fundamental para nuestra vida. Y que él da por hecho, de tal modo que tenemos la impresión de que no necesita explicar nada. De ahí pasa directamente a “sacar las consecuencias” que esa realidad tiene para nuestra vida.
Y me pregunto sobre nuestra conciencia de “haber resucitado”, de estar viviendo “ya” una vida nueva a la que nos ha dado acceso Cristo Jesús.
Y me temo que, globalmente, no se nos nota mucho que somos resucitados. Es, tal vez, más frecuente entre nosotros la pregunta inquietante sobre la resurrección. En muchas ocasiones, cuando en los grupos cristianos abordamos el tema, nuestra manera de expresarnos pone de manifiesto que, en todo caso, eso de la resurrección es algo para después de la muerte…
Quizá nos ocurre que sobrepasa de tal manera lo imaginable que no nos atrevemos a “dejarnos invadir” por el torrente de la vida plena del resucitado. Es como si fuera demasiado bueno, y por supuesto inalcanzable, para nosotros.
Sin embargo, la “traducción” que Pablo nos ofrece de lo que significa aspirar a los bienes de arriba y dar muerte a lo terreno nos muestra cosas muy interesantes. Lo “terreno” no es nuestra condición de criaturas, ni nada de lo bueno que se hace presente en nuestras vidas. Leemos con atención la lista de las cosas que se nos invita a abandonar y seguro que hay acuerdo en que ninguna de ellas constituye un “bien terreno”. Más bien son presencia del mal y del sufrimiento para los otros y para nosotros mismos.
¿Cómo liberarnos de todo ello? No hay recetas. Pablo nos dice que nos revistamos del hombre nuevo. Que sepamos aventurarnos en esa “dimensión” en la que ya no hay distinción entre los seres humanos (sí diferencias) porque es Cristo quien está en todos. Y aceptarlo supone elegir para nuestra vida el camino del amor, como Él nos mostró. Amar más y mejor como síntesis de todo aquello a lo que podemos aspirar y camino de plenitud.

Dichosos los pobres… ¡ay de vosotros, los ricos!

La versión de las bienaventuranzas de Lucas nos ayuda a caer en la cuenta de la “inversión de valores” que Jesús introduce en nuestra vida: felices los pobres, desgraciados los ricos…
Nunca lo hubiéramos dicho. Por supuesto no es eso lo que opina nuestro mundo. Pero es que, quizá tampoco nosotros estamos demasiado convencidos de que las cosas sean como Jesús las propone.
Es muy difícil aceptar la relación que él establece, que “rompe” directamente nuestros circuitos de conexión. Lo que Jesús no dice es que los pobres sean felices precisamente por serlo. No está predicando las bondades de la pobreza, del hambre, del llanto, de la falta de amor… pero sí está afirmando que Dios opta por aquellos que viven estas situaciones.
De hecho el texto nos explica las razones por las que a unos se les puede llamar felices, mientras se considera desgraciados a los otros. Y no son felices porque son pobres, sino porque van a recibir el Reino. Y no son desgraciados por ser ricos, sino porque ya están saciados (no necesitan nada más).
Desde nuestra experiencia humana podemos atisbar que las carencias y las dificultades se pueden convertir en posibilidad de apertura y de acogida. Quien no tiene “nada” puede estar dispuesto a acoger, a recibir el don de Dios, en sus múltiples formas. Incluso puede desearlo profundamente. Es algo así como si se afinara la capacidad de percibir lo que realmente es esencial para nosotros. Para quien supone que lo tiene todo, esta apertura y este deseo resultan más difíciles porque ya “no le queda sitio”, no nota el vacío…
Quizá una mirada atenta a nuestro interior nos puede ayudar a descubrir cómo andamos de deseo de Dios, de Reino, de ser saciados..., y -según lo que encontremos- a movilizarnos lo que sea necesario para formar parte del grupo de los “dichosos”.
Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.
Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo