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viernes, 16 de noviembre de 2012

Mensaje de la Siempre Virgen María de Guadalupe para el Mundo a través de la Vidente y Profeta del Final de los Tiempos María de la Cruz en el Cenáculo de Oración por la Salvación de las Almas “La Sagrada Familia”






Pequeña niña, María de la Cruz.



Te amo con todo Mi Corazón de Madre, y en este día os digo: Sobre la vida de Mi Hijo Jesús en el Templo de Jerusalén, con los Doctores.

José y Yo acostumbrábamos a subir con Jesús cada año al Templo de Jerusalén a celebrar la Pascua del Cordero y el Espíritu con que subíamos los tres (Lc. 2, 42).

- José subía con Espíritu de Obediencia, porque la Ley obligaba a los varones a subir tres veces al año al Templo de Jerusalén (Exod., 33, 17), especialmente a celebrar la Pascua principal del Cordero (Deut., 16, 16).

- Y Yo, aunque no obligaba a las mujeres a cumplir esta Ley, subía con José con Espíritu de Devoción por celebrar aquella festividad y Glorificar a Dios en ella.

- Mi Hijo Jesús, subía también con Espíritu de Obedecer a sus Padres, que queríamos llevarlo con nosotros, y nos aplicamos mucho más con Espíritu de amor de Su Padre Celestial, Para Glorificarle dentro de su Templo. Y los tres íbamos con Espíritu de Agradecimiento, que era el fin de la Ley, para darle gracias a Dios por los beneficios recibidos. Y así, era maravillosa la santidad que mostrábamos en esta obra, grande reverencia a la entrada del Templo hacíamos, grandísimo respeto y devoción estando en él y grande Espíritu en todo cuanto hacíamos dentro. Porque aunque en esos tiempos fuese esa costumbre de hacer jornadas, nosotros no las hacíamos por sola costumbre, ni más o menos, sino cada vez con nuevo Espíritu y sentimiento interior, como si aquella vez fuera la primera.

Y en esto han de imitar a los Santos, procurando guardar las buenas costumbres de la Iglesia y hacer costumbres en todas las cosas de virtud; pero de tal manera, que no las hagan por solo costumbre y porque otros las hacen, sino con el Espíritu que ellas piden, que es el Espíritu de Amor.

Un día Mi Hijo Jesús, siendo de doce años, habiendo subido al Templo, con nosotros, y regresando a Nazaret, se quedo Jesús sin que nosotros nos diéramos cuenta (Lc., 2, 42, 43), ponderando algunas causas que tuvo para esto.

- Se quedó Jesús en el Templo para significar que por si Él fuera estuviera siempre cuanto era de su parte, en la casa de Su Padre Celestial, ocupándose allí en cosas de su servicio, mucho mejor que el niño Samuel. Y este testimonio dio a los doce años, cuando los demás hombres comienzan a tener más perfecto uso de razón, para enseñarles lo mucho que importa aficionarse a estos ejercicios de virtud desde la tierna edad, conforme a lo que dijo Jeremías (Thren., 3, 27) “BUENO ES AL VARON LLEVAR EL YUGO DESDE SU MOCEDAD”.

- Con Divina prudencia, no quiso pedir a Su Padre licencia de quedarse solo en el Templo, por quitar ocasión de parecer desobediente si, negándosela, no le obedecía. Y porque si quisiera quedarse con Él, fuera impedimento para ejecutar libremente lo que pretendía para Gloria de su Padre celestial. Y así, determinó dejarnos sin decirnos nada, enseñándonos con este ejemplo dos cosas muy importantes:

- Primera.- Cuán descarnado estaba y cuán descarnados hemos de estar todos de lo que es carne y sangre, y del amor carnal a los padres, amigos y conocidos, dejándolos, cuando fuere necesario por atender con más cuidado a las cosas del Padre Celestial. Y para que entiendan los Padres y los amigos que no han de estar con ellos más tiempo de lo que fuere voluntad de Dios.

- Segunda.- Cuando se presume que vuestros padres, amigos les han de impedir el cumplimiento de lo que Dios quiere, sea por ignorancia o buen celo, o por malicia o mal celo, es mejor dejarlos sin decirles nada, aunque lo sientan y lloren y después los hayan de reprender, atropellando todo esto con ánimo varonil, porque hacer lo que Dios quiere, conforme a lo que está escrito (Deut., 33, 9) “EL QUE DIJO A SU PADRE Y A SU MADRE : NO CONOZCO Y A SUS HERMANOS: NO SE QUIEN SOIS, ESE GUARDA TU PALABRA Y CUMPLE TU SANTA LEY”; y de otra manera os se los dirá vuestro Señor Jesucristo en (Mt., 10, 37) “EL QUE AMA A SU PADRE O A SU MADRE MAS QUE A MI, NO ES DIGNO DE MI”.

Hijitos Míos muy amados de Mi Corazón, escoged pues mayor Obediencia a vuestro Padre Celestial que a los hombres (Act., 5, 29).



Los amo con todo Mi Corazón…



Y bendigo al mundo entero.

En el Nombre del Padre Yavé

En el Nombre de Mi Hijo Jesucristo 

En el Nombre del Santo Espíritu de Dios Paráclito

En Mi Nombre, María de Guadalupe.

Amén, Amén, Amén.

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