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sábado, 15 de marzo de 2014

Cómo debemos rogar a Dios y bendecirle en el tiempo de la tribulación




Señor, sea tu nombre para siempre bendito, que quisiste que viniese sobre mí esta tentación y trabajo. No puedo huirla; mas tengo necesidad de recurrir a ti para que me ayudes y la conviertas en mi provecho. Señor, ahora estoy atribulado y no le va bien a mi corazón; atorméntame mucho esta pasión. Y ahora, Padre amado, ¿qué diré? Estoy rodeado de angustias. Sálvame de esta hora, adonde he llegado para que seas tú glorificado, cuando yo estuviere muy humillado y fuese socorrido por ti. Pléguete, Señor, de librarme; porque yo, pobre, ¿qué puedo hacer, y adónde iré sin ti? Dame paciencia, Señor, también esta vez. Ayúdame, Dios mío, y no temeré por más atribulado que me halle.
Y ahora entre estas congojas, ¿qué diré Señor? Que se haga tu voluntad. Yo bien merecido tengo ser atribulado y angustiado. Aún me conviene sufrir, y ojalá sufra con paciencia hasta que pase la tempestad y haya bonanza. Poderosa es tu mano omnipotente para quitar de mí esta tentación y amansar su furor, porque del todo no caiga; así como antes lo has hechos muchas veces conmigo, Dios mío, misericordia mía. Y cuanto a mí es más dificultoso, tanto es a ti más fácil esta mudanza de la diestra del Excelso.

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