Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (52,13–53,12):
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién se reveló el brazo del Señor. Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
Palabra de Dios
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién se reveló el brazo del Señor. Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 30,2.6.12-13.15-16.17.25
R/. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
A ti , Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.
Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. R/.
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R/.
R/. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
A ti , Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.
Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. R/.
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (4,14-16;5,7-9):
Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Palabra de Dios
Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Palabra de Dios
Evangelio
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (18,1–19,42):
C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
+ «Yo soy.»
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
+ «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos»
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:
S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. «No lo soy.»
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:
+ «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaban allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C. Jesús respondió:
+ «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy.»
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. «¿No te he visto yo con él en el huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:
+ «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
C. Pilato replicó:
S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
C. Jesús le contestó:
+ «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
C. Pilato le dijo:
S. «Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+ «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
C. Pilato le dijo:
S. «Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. «A ése no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color purpúra. Pilato les dijo:
S. «Aquí lo tenéis.»
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «¡Crucifícalo, crucíficalo!»
C. Pilato les dijo:
S «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»
C. Los judíos le contestaron:
S «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. «¿De dónde eres tú?»
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:
+ «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.»
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:
S. «Aquí tenéis a vuestro rey.»
C. Ellos gritaron:
S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?»
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que al César.»
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.» Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. «No, escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos."»
C. Pilato les contestó:
S. «Lo escrito, escrito está.»
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.»
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+ «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
+ «Ahí tienes a tu madre.»
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+ «Tengo sed.»
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+ «Está cumplido.»
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
Palabra del Señor
C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
+ «Yo soy.»
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
+ «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos»
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:
S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. «No lo soy.»
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:
+ «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaban allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C. Jesús respondió:
+ «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy.»
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. «¿No te he visto yo con él en el huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:
+ «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
C. Pilato replicó:
S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
C. Jesús le contestó:
+ «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
C. Pilato le dijo:
S. «Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+ «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
C. Pilato le dijo:
S. «Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. «A ése no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color purpúra. Pilato les dijo:
S. «Aquí lo tenéis.»
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «¡Crucifícalo, crucíficalo!»
C. Pilato les dijo:
S «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»
C. Los judíos le contestaron:
S «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. «¿De dónde eres tú?»
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:
+ «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.»
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:
S. «Aquí tenéis a vuestro rey.»
C. Ellos gritaron:
S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?»
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que al César.»
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.» Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. «No, escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos."»
C. Pilato les contestó:
S. «Lo escrito, escrito está.»
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.»
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+ «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
+ «Ahí tienes a tu madre.»
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+ «Tengo sed.»
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+ «Está cumplido.»
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del viernes, 3 de abril de 2015
La muerte (Viernes Santo)
La muerte tiene dos caras: la del sinsentido y la del amor. La cara del sinsentido es la más evidente. Cuando se acaba la vida biológica todo termina. Esa es la impresión que los seres humanos tenemos. El anhelo de una vida plena se estrella contra el muro del encefalograma plano. En nuestros genes está impresa la fecha de caducidad. Hay culturas que celebran la muerte. La rodean de música, danza y comida.Hay otras que la maquillan y la esconden.Antes se enterraba a los muertos para devolverlos a la tierra nutricia. Hoy se incineran para reducirlos a la mínima expresión, para que no ocupen espacio ni en el suelo ni en la mente. Mañana buscaremos fórmulas para aniquilar toda huella. Incluso las cenizas de los muertos acaban siendo molestas, un permanente recordatorio de nuestra caducidad: "Polvo eres y en polvo te convertirás".
Jesús entró en el tanatorio humano. Antes de morir físicamente probó en sus carnes la "muerte de Dios": "Oh Dios, ¿por qué me has abandonado?". Fue el más antiguo y el más moderno de los seres humanos. Se adelantó a Marx, a Nietzsche, a Freud ... y a Steven Hawking. Sintió como nadie el abandono del Padre. Probó en sus carnes la horca, la cámara de gas, la desnutrición, el frío, los efectos de la bomba atómica y el encarnizamiento terapéutico. Apuró el cáliz de la soledad, la exclusión, la condena, la depresión y el suicidio. Temió que todo pudiera ser un hermoso y cruel cuento de hadas. Viajó hasta Hiroshima, Auschwitz, Siberia, Ruanda, Srbrenica, Ciudad Juárez y Kandahar. Descendió al abismo del sinsentido ... por amor. De esta manera mostró que la muerte tiene otra cara misteriosa: la de la entrega. Amar significa dar la vida, morir. Para que no hubiera ninguna duda, en la noche del jueves al viernes, celebró una cena con sus discípulos. Mateo, Marcos, Lucas y Pablo dicen que tomó el pan y el vino, los bendijo y los repartió. Eran su cuerpo y su sangre. Juan dice que lavó los pies a los suyos. Dos eucaristías fundidas en una. El tema es el mismo: el amor.En realidad, al entregar su cuerpo y su sangre, Jesús murió antes de expirar.
Se puede huir de la muerte o ir a su encuentro. Se puede asegurar la vida o entregarla. Se puede morir de escepticismo o de confianza: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Cada Viernes Santo, unidos al Cristo que muere, ensayamos nuestra propia muerte para que cuando llegue nos encuentre en vela. Para que no sea el triunfo del sinsentido sino la culminación de una vida entregada por amor.
Liturgia Viva del Viernes Santo
CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
1. El Siervo Sufriente Vence
2. Todo se ha Cumplido
(Dos Opciones)
1. El Siervo Sufriente Vence
Introducción por el Celebrante
Estamos aquí para recordar con veneración la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo. Él está ante nosotros como el Hombre de Dolores, insultado, torturado, desfigurado, aplastado, finalmente muerto en una cruz con la muerte vil de un criminal. Sin embargo, al pie de la cruz, no estamos lamentándonos por un hombre cuya vida fue un fracaso, ya que para nosotros la cruz es signo de victoria sobre el pecado y sobre la muerte. Creemos que él es Hijo del mismo Dios, resucitado de entre los muertos y vivo en medio de nosotros. Ésta no es una mera historia acerca del pasado, ya que la pasión y muerte de Jesús continúa todavía hoy en la gente y en los pueblos que sufren, en los pobres, los hambrientos, en los drogadictos, en las víctimas de la guerra, en todos los que son crucificados de cualquier manera. Pero también creemos que Cristo resucita hoy en cristianos que luchan contra el pecado y contra el mal, en los que llevan esperanza y alegría a sus hermanos. Este es el modo cómo estamos unidos con nuestro Señor hoy, Viernes Santo.
2. Todo se ha Cumplido
Introducción por el Celebrante
Justamente antes de su muerte en cruz, Jesús dice: “Todo se acabó” o “Todo se ha cumplido”. ¿Qué es lo que “se acabó y está cumplido”? Se acabó su tortura en la cruz, su vida terrena y su tarea en el mundo. Cumplida queda en él la voluntad del Padre y su misión de traer perdón y vida a los hombres. Todo está cumplido por lo que respecta a la misión de Jesús en la tierra, y estamos seguros de que el mal nunca triunfará de nuevo sobre él: La victoria final pertenece a Dios. --- Pero… lo que todavía no está cumplido es el sueño de Dios para los hombres: el reino de justicia, fraternidad, compasión y amor aquí en la tierra. Porque somos nosotros, los discípulos de Jesús, los que tenemos que cumplir esa tremenda tarea inacabada. Tenemos que acoger al Espíritu de Jesús para que lleve a cabo esa misión en nosotros y con nosotros. Mientras haya hermanos que sufren de hambre e injusticia, ellos están añadiendo a lo que faltaba en el sufrimiento de Jesús, y nosotros, los discípulos, tenemos que eliminar esos males. Esta celebración de la pasión del Señor nos recuerda esta tremenda misión, de forma que podamos ayudar a nuestros hermanos a resucitar con él.
Oración Colecta
Oremos a Dios el Señor
para que nos haga hombres y mujeres nuevos
hechos a imagen y semejanza de su Hijo querido, Jesús.
(Pausa)
Oh Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
tu querido Hijo Jesús se hizo uno de nosotros,
fue como nosotros en todo menos en el pecado,
cuando nació de nuestra carne y sangre.
Por el sufrimiento de su pasión
tú nos salvas de la muerte que merecemos
por ser coresponsables del mal y del pecado
en nosotros y en el mundo.
Que su sufrimiento no haya sido en vano.
Llénanos con la vida y gracia
que ganó para nosotros en la cruz,
y ayúdanos a imitarle y ser semejantes a él,
nuestro Señor resucitado
que vive y reina contigo
por los siglos de los siglos.
Primera Lectura (Is 52,13 – 53,12): Jesús Tomó Nuestras Desgracias sobre Sí
Siempre es difícil aceptar el sufrimiento; y éste permanecerá siempre un misterio. Sin embargo es a través del sufrimiento cómo el Siervo Sufriente de Dios ganó su victoria sobre el mal y sobre el pecado. El sufrimiento es parte de la vida y una fuente de vitalidad, en nosotros igual que en Jesús el Siervo Sufriente.
Segunda Lectura (Heb 4,14-16; 5,7-9): Jesús Sintió Nuestras Debilidades y Compensó por ellas.
Jesús sufrió por nosotros para salvarnos. Desde la muerte y resurrección de Jesús, quienquiera que sufra puede unir sus propias penas a los dolores de él, y participar de su victoria sobre el mal.
Pasión de Jesús (Jn 18,1 -19,42): Todo Está Cumplido
El apóstol Juan estuvo al pie de la cruz. Él quiere que el mundo sepa que Jesús no es un mero hombre que sufrió, lo condenaron a muerte y lo ejecutaron, sino que es el propio Hijo de Dios, que voluntariamente ofreció su vida por todos, de forma que podamos llegar a ser hijos e hijas de Dios.
Introducción del Celebrante para la Oración Universal
Reunidos todos nosotros al pie de la cruz, rogaremos ahora por las grandes necesidades de la Iglesia y del mundo, ya que nos acordamos hoy de que Jesús dio su vida para que todos sean salvados y reunidos en su cuerpo, la Iglesia.
Introducción del Celebrante al Rito de Veneración de la Cruz
Vamos a venerar ahora la cruz del Señor. Quizás parezca bastante extraño, pero venerar la cruz no significa, aun en este Viernes Santo, llorar la muerte de Jesús. Es cierto, estamos tristes y afligidos porque nuestros pecados causaron su muerte; sin embargo hoy aclamamos y besamos la cruz, como el signo de la victoria de Jesús sobre el pecado y sobre la muerte, y, por lo tanto, la cruz se convierte para nosotros en el signo de nuestra liberación. Jesús resucitó de entre los muertos y está vivo y resucitado. Por tanto, nosotros podemos resucitar espiritualmente y estar vivos para el perdón y la alegría, para la vida y la esperanza.
Introducción al Rito de Comunión
Ante nosotros yace el cuerpo destrozado
de nuestro Señor Jesucristo.
Él no vivió para sí; tampoco murió para sí.
Vivió y murió por y para nosotros.
Él mismo nos invita ahora
a tomar y comer su cuerpo en su memoria,
a compartir su pasión y muerte
y a resucitar con él
a una vida cristiana más profunda.
Él nos invita también
a partir y compartir el pan unos con otros.
Oremos ahora con Jesús a nuestro Padre del cielo:
R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y danos la paz en nuestros días.
Por tu misericordia, guárdanos libres de pecado
y renueva con nosotros tu Alianza
por el amor con el que tu Siervo Sufriente
murió hoy en la cruz por nosotros,
con la alegre esperanza de resucitar de nuevo
como nuestro glorioso Salvador Jesucristo.
R/ Porque tuyo es el reino…
Invitación a la Comunión
Así dice el Señor:
Si el grano de trigo no se entierra,
permanece un solo grano;
pero si muere, produce abundante fruto.
(Alzando la hostia)
Éste es el cuerpo de nuestro Señor
que murió en la cruz
para ser nuestra fuente de vida.
Dichosos nosotros invitados
a la Cena de la vida y del perdón.
R/ Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Señor Dios, Padre misericordioso:
Te damos gracias por amarnos tanto
que entregaste a tu único Hijo Jesucristo
para regenerarnos con nueva vida
por su muerte y triunfante resurrección.
Continúa dándonos la fuerza
para vencer en nuestras luchas
contra el pecado y el mal;
y para llevar nuestras cruces en la vida
junto con tu Hijo.
Haz que creamos firmemente
que tú quieres que vivamos una vida nueva
y que te prestemos siempre fiel y dedicado servicio.
Ayúdanos a darnos generosamente unos a otros
por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Oración de Bendición sobre el Pueblo
Señor Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo:
Bendice a tu pueblo reunido aquí ante ti,
en este Viernes Santo.
Que tu Hijo no haya muerto por nosotros en vano.
Envíanos a nuestros hogares con la certeza
de que nuestros pecados están perdonados,
de que podemos vencer el mal
y de que la muerte no es el final de todo.
Danos a tu Hijo glorioso y resucitado
como nuestro compañero en el camino de la vida,
para que nos ayude a crecer en tu vida eterna
y para dar testimonio a todo el mundo
de que él vive entre nosotros
como nuestro Señor y Salvador,
por los siglos de los siglos.
1. El Siervo Sufriente Vence
2. Todo se ha Cumplido
(Dos Opciones)
1. El Siervo Sufriente Vence
Introducción por el Celebrante
Estamos aquí para recordar con veneración la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo. Él está ante nosotros como el Hombre de Dolores, insultado, torturado, desfigurado, aplastado, finalmente muerto en una cruz con la muerte vil de un criminal. Sin embargo, al pie de la cruz, no estamos lamentándonos por un hombre cuya vida fue un fracaso, ya que para nosotros la cruz es signo de victoria sobre el pecado y sobre la muerte. Creemos que él es Hijo del mismo Dios, resucitado de entre los muertos y vivo en medio de nosotros. Ésta no es una mera historia acerca del pasado, ya que la pasión y muerte de Jesús continúa todavía hoy en la gente y en los pueblos que sufren, en los pobres, los hambrientos, en los drogadictos, en las víctimas de la guerra, en todos los que son crucificados de cualquier manera. Pero también creemos que Cristo resucita hoy en cristianos que luchan contra el pecado y contra el mal, en los que llevan esperanza y alegría a sus hermanos. Este es el modo cómo estamos unidos con nuestro Señor hoy, Viernes Santo.
2. Todo se ha Cumplido
Introducción por el Celebrante
Justamente antes de su muerte en cruz, Jesús dice: “Todo se acabó” o “Todo se ha cumplido”. ¿Qué es lo que “se acabó y está cumplido”? Se acabó su tortura en la cruz, su vida terrena y su tarea en el mundo. Cumplida queda en él la voluntad del Padre y su misión de traer perdón y vida a los hombres. Todo está cumplido por lo que respecta a la misión de Jesús en la tierra, y estamos seguros de que el mal nunca triunfará de nuevo sobre él: La victoria final pertenece a Dios. --- Pero… lo que todavía no está cumplido es el sueño de Dios para los hombres: el reino de justicia, fraternidad, compasión y amor aquí en la tierra. Porque somos nosotros, los discípulos de Jesús, los que tenemos que cumplir esa tremenda tarea inacabada. Tenemos que acoger al Espíritu de Jesús para que lleve a cabo esa misión en nosotros y con nosotros. Mientras haya hermanos que sufren de hambre e injusticia, ellos están añadiendo a lo que faltaba en el sufrimiento de Jesús, y nosotros, los discípulos, tenemos que eliminar esos males. Esta celebración de la pasión del Señor nos recuerda esta tremenda misión, de forma que podamos ayudar a nuestros hermanos a resucitar con él.
Oración Colecta
Oremos a Dios el Señor
para que nos haga hombres y mujeres nuevos
hechos a imagen y semejanza de su Hijo querido, Jesús.
(Pausa)
Oh Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
tu querido Hijo Jesús se hizo uno de nosotros,
fue como nosotros en todo menos en el pecado,
cuando nació de nuestra carne y sangre.
Por el sufrimiento de su pasión
tú nos salvas de la muerte que merecemos
por ser coresponsables del mal y del pecado
en nosotros y en el mundo.
Que su sufrimiento no haya sido en vano.
Llénanos con la vida y gracia
que ganó para nosotros en la cruz,
y ayúdanos a imitarle y ser semejantes a él,
nuestro Señor resucitado
que vive y reina contigo
por los siglos de los siglos.
Primera Lectura (Is 52,13 – 53,12): Jesús Tomó Nuestras Desgracias sobre Sí
Siempre es difícil aceptar el sufrimiento; y éste permanecerá siempre un misterio. Sin embargo es a través del sufrimiento cómo el Siervo Sufriente de Dios ganó su victoria sobre el mal y sobre el pecado. El sufrimiento es parte de la vida y una fuente de vitalidad, en nosotros igual que en Jesús el Siervo Sufriente.
Segunda Lectura (Heb 4,14-16; 5,7-9): Jesús Sintió Nuestras Debilidades y Compensó por ellas.
Jesús sufrió por nosotros para salvarnos. Desde la muerte y resurrección de Jesús, quienquiera que sufra puede unir sus propias penas a los dolores de él, y participar de su victoria sobre el mal.
Pasión de Jesús (Jn 18,1 -19,42): Todo Está Cumplido
El apóstol Juan estuvo al pie de la cruz. Él quiere que el mundo sepa que Jesús no es un mero hombre que sufrió, lo condenaron a muerte y lo ejecutaron, sino que es el propio Hijo de Dios, que voluntariamente ofreció su vida por todos, de forma que podamos llegar a ser hijos e hijas de Dios.
Introducción del Celebrante para la Oración Universal
Reunidos todos nosotros al pie de la cruz, rogaremos ahora por las grandes necesidades de la Iglesia y del mundo, ya que nos acordamos hoy de que Jesús dio su vida para que todos sean salvados y reunidos en su cuerpo, la Iglesia.
Introducción del Celebrante al Rito de Veneración de la Cruz
Vamos a venerar ahora la cruz del Señor. Quizás parezca bastante extraño, pero venerar la cruz no significa, aun en este Viernes Santo, llorar la muerte de Jesús. Es cierto, estamos tristes y afligidos porque nuestros pecados causaron su muerte; sin embargo hoy aclamamos y besamos la cruz, como el signo de la victoria de Jesús sobre el pecado y sobre la muerte, y, por lo tanto, la cruz se convierte para nosotros en el signo de nuestra liberación. Jesús resucitó de entre los muertos y está vivo y resucitado. Por tanto, nosotros podemos resucitar espiritualmente y estar vivos para el perdón y la alegría, para la vida y la esperanza.
Introducción al Rito de Comunión
Ante nosotros yace el cuerpo destrozado
de nuestro Señor Jesucristo.
Él no vivió para sí; tampoco murió para sí.
Vivió y murió por y para nosotros.
Él mismo nos invita ahora
a tomar y comer su cuerpo en su memoria,
a compartir su pasión y muerte
y a resucitar con él
a una vida cristiana más profunda.
Él nos invita también
a partir y compartir el pan unos con otros.
Oremos ahora con Jesús a nuestro Padre del cielo:
R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y danos la paz en nuestros días.
Por tu misericordia, guárdanos libres de pecado
y renueva con nosotros tu Alianza
por el amor con el que tu Siervo Sufriente
murió hoy en la cruz por nosotros,
con la alegre esperanza de resucitar de nuevo
como nuestro glorioso Salvador Jesucristo.
R/ Porque tuyo es el reino…
Invitación a la Comunión
Así dice el Señor:
Si el grano de trigo no se entierra,
permanece un solo grano;
pero si muere, produce abundante fruto.
(Alzando la hostia)
Éste es el cuerpo de nuestro Señor
que murió en la cruz
para ser nuestra fuente de vida.
Dichosos nosotros invitados
a la Cena de la vida y del perdón.
R/ Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Señor Dios, Padre misericordioso:
Te damos gracias por amarnos tanto
que entregaste a tu único Hijo Jesucristo
para regenerarnos con nueva vida
por su muerte y triunfante resurrección.
Continúa dándonos la fuerza
para vencer en nuestras luchas
contra el pecado y el mal;
y para llevar nuestras cruces en la vida
junto con tu Hijo.
Haz que creamos firmemente
que tú quieres que vivamos una vida nueva
y que te prestemos siempre fiel y dedicado servicio.
Ayúdanos a darnos generosamente unos a otros
por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Oración de Bendición sobre el Pueblo
Señor Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo:
Bendice a tu pueblo reunido aquí ante ti,
en este Viernes Santo.
Que tu Hijo no haya muerto por nosotros en vano.
Envíanos a nuestros hogares con la certeza
de que nuestros pecados están perdonados,
de que podemos vencer el mal
y de que la muerte no es el final de todo.
Danos a tu Hijo glorioso y resucitado
como nuestro compañero en el camino de la vida,
para que nos ayude a crecer en tu vida eterna
y para dar testimonio a todo el mundo
de que él vive entre nosotros
como nuestro Señor y Salvador,
por los siglos de los siglos.
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