11 de Marzo de 1978
EL ABANDONO, SUFRIMIENTO QUE TORTURA Y LACERA EL CORAZON
No temas, hijo, escribe; Yo te lo digo, que escribas.
Recuerdas, hijo, lo que te hice ver en la Verna en 1975, en un instante viste el estado de depresión de mi Iglesia; pues bien, este
estado de depresión en mi Cuerpo Místico se va agravando cada vez más.
¿Ves, hijo mío, el abandono en que soy dejado?
El abandono que una persona sufre por parte de otra es siempre desamor; los hijos que abandonan a los padres para irse por el
mundo, ciertamente no aman a sus padres; o viceversa los padres que abandonan a los hijos; y cuántas veces sucede que padres y
madres desnaturalizados abandonan, aún en su más tierna edad a los propios hijos. ¿Y por qué lo hacen? No ciertamente porque los
amen, sino porque abrasados por las más torpes pasiones prefieren el mal al bien, el pecado sucio y no el amor puro, paterno o
materno.
Cuánto sufrimiento de quien se siente abandonado; sufrimiento que muchos no pueden comprender, pero que tortura y lacera el
corazón.
Hijo, entonces piensa tú y reflexiona sobre el abandono por parte de los hombres, pero añade también por parte de los "hijos de
Dios", de mis hermanos, de mis "amigos", de mis ministros y de tantos Pastores míos; mira y considera cómo se me trata en el
misterio del Amor, mira la soledad en la que soy dejado, mira y considera los sacrilegios con los que soy traicionado y vendido, mira
y considera cuántos me reniegan, mira y considera por cuántos soy odiado...
¡El Amor, odiado! El Amor, que exige como única
respuesta amor, en cambio recibe la aversión, la hostilidad y frecuentemente ¡el odio!!! El Camino, abandonado; la Verdad, renegada
por el error; la Vida, rechazada y pospuesta a la muerte...
¡Yo, la Luz a la que se prefieren las tinieblas!
Convertíos al Señor, si no, todos pereceréis
Hijo mío, mira cómo aquí no se trata sólo de abandono sino que hay mucho más que abandono, que ya genera tanto sufrimiento y
hace derramar tantas lágrimas por quien es el objeto, y el objeto hoy de esta aversión en mi Iglesia es mi Corazón Misericordioso
y el Corazón Inmaculado de mi Madre y vuestra.
¿Por qué continúo hablándote de todo esto? ¿Por qué continúo con tanta insistencia señalando los males que aquejan a mi Cuerpo
Místico, que obstinada y pertinazmente se niega, salvo las excepciones, a tomar conciencia de esta su trágica situación,
sumergiéndose cada vez más en la oscuridad que está perdiendo en la condenación eterna a las almas?
Insisto en hablar de esto para que tú, mi pequeña pluma despuntada, lo tengas que escribir y lo grites fuerte a todos: "¡convertíos
al Señor, si no, todos pereceréis!"
Siempre te he dicho que no te preocupes del juicio de los hombres, sino siempre y sólo del de Dios.
Sordos a mis llamadas y a las de Mi Madre; se han reído y escarnecido a Mis profetas… ¿qué será de ellos?
Hijo, para toda alma recta es claro y bien comprensible el choque tremendo entre las potencias de las tinieblas y los hijos de la luz;
es bien comprensible y, por parte de todos los buenos, por intuición, que no se habría llegado a este punto si en mi Iglesia el
ejército de los confirmados, y puedes decir con mayor exactitud: el ejército de mis soldados, de mis ministros, de mis Pastores, no
hubieran rechazado mis enseñanzas dadas con mi Palabra de Vida, con mi Vida de humildad, de obediencia, de amor y de
sufrimiento. Si mis ministros y mis Obispos no hubieran olvidado mi clara y explícita invitación a seguirme a fondo en el Camino
de la Cruz, hoy no pendería sobre mi Iglesia y sobre el mundo la Ira tremenda de la Justicia Divina, tan duramente probada y
ofendida.
¿Hasta cuándo soportará mi Padre a la generación de este siglo perverso?
Han permanecido sordos a las llamadas de mi Madre, se
han reído y han hecho objeto de mofa a mis Profetas, ¿qué será de ellos?
Hijo, ve ahora a descansar, te bendigo. Ámame y, como siempre, ofréceme tus sufrimientos en reparación de tanto abominio.
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