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lunes, 2 de noviembre de 2015

Lecturas del Conmemoración de los fieles difuntos



Primera lectura

Lectura del libro de las Lamentaciones (3,17-26):

Me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; me digo: «Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor.» Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me envenena; no hago más que pensar en ello y estoy abatido. Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión: antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad! El Señor es mi lote, me digo, y espero en él. El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 129,1-2.3-4.5-6.7-8

R/.
 Desde lo hondo a ti grito, Señor

Desde lo hondo a ti grito, Señor; 
Señor, escucha mi voz; 
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón
y así infundes respeto. R/.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra; 
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora. R/.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora; 
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa. R/.

Y él redimirá a Israel 
de todos sus delitos. R/.

Evangelio

Evangelio según san Juan (14,1-6), del lunes, 2 de noviembre de 2015
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Lectura del santo evangelio según san Juan (14,1-6):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.» 
Tomás le dice: «Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del 

Juan Lozano, cmf
Querido amigo/a:
Hoy la Iglesia nos invita a recordar a todos nuestros seres queridos que fallecieron. En muchos lugares del mundo permanece la bella tradición de ir a los cementerios a limpiar y embellecer las tumbas o nichos donde reposan sus restos. Es un gesto cariñoso de recuerdo; no olvidamos a nuestros seres queridos, siguen presentes en la memoria de nuestro corazón. Lo más importante de esta conmemoración y el verdadero sentido de este día es que reafirmamos nuestra fe en la resurrección. Los que nos han precedido viven en la eternidad y rezamos para que los que murieron y todavía no han alcanzado esta meta, lleguen a la plenitud de la vida junto a Dios. Rezamos por todos los difuntos, no solo por los nuestros.
Un día como hoy también se nos invita a reflexionar sobre nuestro caminar en la vida, a realizar un examen positivo y esperanzador, nunca trágico, en el que recordamos que un día también nosotros seremos llamados al encuentro con el Señor, que nuestra vida en este mundo no es eterna y que un día moriremos. Cuando llegue ese momento, que sólo Dios conoce, tendremos que abrir nuestras manos y mostrar nuestra ofrenda de amor a nuestro creador; parafraseando a san Juan de la Cruz, …en el atardecer de la vida, se nos examinará del amor.Reflexionar sobre este momento, que llegará más tarde o más temprano, no consiste en atemorizarse, sino más bien en ser conscientes de que forma parte de nuestra condición humana y, lo más importante, que no podemos desperdiciar nuestra vida, sino que tenemos que vivirla al máximo, disfrutando, amando y dándola para que sea lo más productiva posible. Cada día es un regalo que se nos da, por eso no podemos perder el tiempo ni malgastar nuestra vida, sino vivirla con sentido, desde la fe, para que sea una vida, no perfecta –pues ninguno lo somos-, pero sí lo más fértil y fructífera posible, para eso hemos nacido y venido a este mundo, para darle vida, darle la vida que nos ha sido regalada por el Creador.
Oramos y recordamos cariñosamente a todos nuestros difuntos; y nos recordamos a nosotros mismos que también un día moriremos con la esperanza de resucitar. Esperanza que nos empuja a seguir dándolo todo, cada uno en la misión que Dios le ha encomendado. No malgastemos el tiempo, sino que disfrutemos y hagamos bien nuestro trabajo, como nos dice hoy el Señor, sin miedo: …que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí.
Vuestro hermano en la fe.  
Juan Lozano, cmf.

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