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martes, 1 de diciembre de 2015

Daniel

Profecía de las setenta semanas. 

1 El año primero de Darío, hijo de Asuero, de la nación de los medas, que vino a ser rey del reino de los caldeos,
2 el año primero de su reinado, yo, Daniel, estaba estudiando en los libros el número de los setenta años que habían de cumplirse sobre las ruinas de Jerusalén, conforme al número de años de que dijo Yave a Jeremías, profeta (1).
3 Volvi mi rostro al Señor, Dios, buscándole en oración y plegaria, en ayuno, saco y ceniza;
4 y oré a Yave, mi Dios, y le hice esta confesión: Oración y confesión de Daniel. Señor, Dios grande y temible, que guardas la alianza y la misericordia con los que te aman y cumplen tus mandamientos: 5 Hemos pecado, he- mos obrado la iniquidad, hemos sido perversos y rebeldes, nos hemos apar- tado de tus mandamientos y tus juicios;
6 no hemos hecho caso a tus siervos, los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra.
7 Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la vergüenza en el rostro, que llevan hoy todos los hombres de Judá, los moradores de Jerusalén, todos los de Israel, los de cerca y los de lejos, en todas las tierras a que los arrojaste por las rebeliones con que contra ti se rebelaron.
8 Oh Yave, nuestra es la vergüenza en el rostro de nuestros reyes, de nuestros príncipes, de nuestros padres, porque contra ti pecamos.
9 Pero es de Yave, nuestro Dios, el tener misericordia y el per- donar, aunque nos hayamos rebelado contra él.
10 No obedecimos la voz de Yave, nuestro Dios, andando en sus leyes,' que por mano de sus profetas puso delante de nosotros;
11 y todo Israel traspasó tu ley, alejándose para no oír tu voz. Por eso vino sobre nosotros la maldición y el juramento escrito en la ley de Moisés, siervo de Dios; por haber pecado contra El.
12 El ha cumplido su palabra, la que dijo de nosotros y de los jefes que nos gobiernan, trayendo sobre nosotros males tan grandes como no los hubo nunca debajo del cielo, cual fué el hecho en Jerusalén. 13 Vino todo este mal sobre nosotros como está escrito en la ley de Moisés, y no hemos implorado a Yave, nuestro Dios, convirtiéndonos de nuestras iniquidades, y haciendo verdad.
14 Por eso veló Yave sobre este mal, y lo trajo sobre nosotros, porque justo es demás profetas. El número de los años de cada grupo no se ajusta matemáticamente a los años de la historia; pero téngase en cuenta que Daniel es un profeta, no un historiador, y aun en estos últimos cabrían tales aproximaciones. Yave, nuestro Dios, en todas cuantas obras hace; pues no obedecimos su voz.
15 Ahora, pues, Señor, Dios nuestro, que sacaste a tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa, y te hiciste nombre cual lo tienes hoy: hemos pecado, hemos obrado impíamente;
16 pero, Señor, según tu gran misericordia, aparta tu ira y tu furor de tu ciudad de Jerusalén, de tu monte santo, pues por nuestros pecados y las iniquidades de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de cuantos nos rodean.
17 Oye, pues, Dios nuestro, la oración de tu siervo, oye sus plegarias, y por amor de ti, Señor, haz brillar tu faz sobre tu santuario devastado.
18 Oye, Dios mío, y escucha. Abre los ojos y mira nuestras ruinas, mira la ciudad sobre la que se invoca tu nombre, pues no por nuestras justicias te presentamos nuestras súplicas, sino por tus grandes misericordias.
19 ¡Escucha, Señor! ¡Señor, perdona! ¡Atiende, Señor, y obra, no tardes, por amor de ti, Dios mío, ya que es invocado tu nombre sobre tu ciudad y sobre tu pueblo!
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(1). 3 Vol- (i) Este vaticinio es el más conocido de Daniel. Su punto de partida es el vaticinio de los setenta años de Jeremías. Pero estos setenta años se convierten aqui en setenta semanas de años o sea en setenta años sabáticos (Lev., 25). y su término es la justicia sempiterna, el cumplimiento de las profecías y la unción del santísimo. Esas setenta semanas se dividen en cuatro grupos: el primero de siete semanas, que comprende los que van desde la cautividad hasta la liberación (587-539). El cristo que señala el término de este período debe de ser Ciro (Is., 45, t). El segundo período, de sesenta y dos semanas, llena el largo espacio que va desde la vuelta del cauiiverio con las luchas por la reedificación del templo y de la ciudad, contadas en Esdras y NchemUs, h.ista la muerfe de un ungido, el cual no es otro que el Pontífice Onías, cuya muerte, acaecida en 171, es narrada en el II Mac, 4, 30-42). Queda una semana, que será de persecución, la cual el in- térprete divide en dos mitades con la supresión del sacrificio perpetuo realizada por Antioco IV en 168, y que duró tres años. La salud mcsiánica vendrá después; pero tampoco inmediatamente después, como acaece en los
demás profetas. El número de los años de cada grupo no se ajusta matemáticamente a los años de la historia; pero téngase en cuenta que DanieJ es un profeta, no un historiador, y aun en estos últimos cabrían tales aproximaciones.

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