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domingo, 5 de agosto de 2012

El Antiguo Testamento SALMOS 58


SALMO 58


1 Del maestro de coro. «No destruyas». De David. Mictán.


2 ¿Acaso ustedes, los poderosos,


pronuncian realmente sentencias justas


y gobiernan a los hombres con rectitud?


3 ¡No! Ustedes cometen injusticias a plena conciencia


y favorecen la opresión en la tierra.


4 Los impíos están extraviados desde el seno materno;


desde su nacimiento se descarriaron los impostores.


5 Tienen un veneno semejante al de las víboras;


son como una serpiente sorda, que cierra los oídos,


6 para no oír la voz del encantador,


la voz del mago que ejerce su arte con destreza.


7 Rómpeles, Dios mío, los dientes en la boca;


arráncales, Señor, esos colmillos de leones.


8 Que se diluyan como agua que se evapora;


que se marchiten como hierba pisoteada.


9 Sean como una babosa que se deshace al pasar,


como un aborto de mujer que no llegó a ver el sol.


10 Que los arrastre el vendaval –verdes o quemados–


antes que produzcan espinas como una zarza.


11 El justo se alegrará al contemplar la Venganza


y lavará sus pies en la sangre de los impíos.


12 Entonces dirán los hombres:


«Sí, el justo recibe su recompensa;


sí, hay un Dios que hace justicia en la tierra».

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