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lunes, 6 de agosto de 2012

El Antiguo Testamento SALMOS 59


SALMO 59


1 Del maestro de coro. «No destruyas». De David. Mictán. Cuando Saúl dio orden de vigilar su casa para matarlo.


2 Líbrame de mis enemigos, Dios mío,


defiéndeme de los que se levantan contra mí;


3 líbrame de los que hacen el mal


y sálvame de los hombres sanguinarios.


4 Mira cómo me están acechando:


los poderosos se conjuran contra mí;


sin rebeldía ni pecado de mi parte, Señor,


5 sin culpa mía, se disponen para el ataque.


Despierta, ven a mi encuentro y observa,


6 Señor Dios de los ejércitos, Dios de Israel:


levántate para castigar a las naciones,


no tengas compasión de los traidores.


7 Vuelven al atardecer, aullando como perros,


y recorren la ciudad.


8 Mira cómo sueltan sus lenguas,


hay puñales en sus labios,


y dicen: «¿Quién nos va a oír?».


9 Pero tú, Señor, ríes de ellos


y te burlas de todos los paganos.


10 Yo miro hacia ti, fuerza mía,


porque Dios es mi baluarte;


11 él vendrá a mi encuentro con su gracia


y me hará ver la derrota de mis enemigos.


12 Quítales la vida, Dios mío,


y que mi pueblo no lo olvide:


dispérsalos y derríbalos con tu poder,


tú, Señor, que eres nuestro escudo.


13 Cada palabra que pronuncian


es un pecado en su boca;


¡queden atrapados en su orgullo,


por las blasfemias y mentiras que profieren!


14 Extermínalos con tu furor,


extermínalos y que no existan más:


así se sabrá que Dios gobierna en Israel


y hasta los confines de la tierra.


15 Vuelven al atardecer,


aullando como perros,


y recorren la ciudad:


16 vagan en busca de comida;


mientras no se sacian, siguen ladrando.


17 Pero yo cantaré tu poder,


y celebraré tu amor de madrugada,


porque tú has sido mi fortaleza


y mi refugio en el peligro.


18 ¡Yo te cantaré, fuerza mía,


porque tú eres mi baluarte,


Dios de misericordia!

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