Más que el estrago del desequilibrado que rompió, hace algunos años, la Piedad de Miguel Ángel a martillazos, es el vandalismo espiritual de los profesores de religión y de los pastores que mutilan la imagen de la Madre de Dios en el corazón de los fieles, privándolos de su esplendor, ensombreciendo su gloria, alejándola de sus hijos y sofocando el delicado susurro del Ave María en el mundo.
La imagen de María es mutilada por aquellos que disimuladamente la privan de su título glorioso de “Madre de Dios”, porque para ellos Cristo no es más que Buda, Mahoma o Marx. Su gloria es ensombrecida por aquellos que callan su Inmaculada Concepción, - la preservación del pecado original desde el primer minuto de su existencia- porque no creen en el pecado original.
Es privada de su esplendor por esos teólogos que niegan impunemente su virginidad y califican a José de padre natural de Jesús, abriendo así la vía a ese desdichado sacerdote que osó decir que “María era una chica como las otras…
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