Queridos hermanos:
Hay expectación en Jericó, el gentío sale a la calle a ver a Jesús. Un hombre pequeño de estatura, jefe de publicanos y rico, quiere verlo, pero tiene que correr más adelante y subirse a un sicomoro (una higuera), porque tenía que pasar por allí. Tiene nombre, se llama Zaqueo, ha escuchado lo que se dice del Maestro y tiene curiosidad, quizás en su corazón anide una inquietud, una insatisfacción ante lo que vive, un deseo, una ilusión, vete tú a saber, lo que le hizo subirse a la higuera, lo que está claro es que se puso a tiro, se le vio.
“Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa. Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento”. Sabe su nombre, le dice que se de prisa en bajar y se invita a su casa. Muchas cosas en un momento, Zaqueo está descolocado, pero no se lo piensa, nos dice Lucas: “Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento”. Es un nuevo estilo de encontrarse con la gente, quiere alojarse, compartir casa, mesa, mantel con aquel personaje (“Iglesia en salida”, lo llaman ahora).
Pero, no es exactamente el más virtuoso, ni el más ejemplar de Jericó, probablemente sea uno de los más odiados, es el jefe de los recaudadores. Por eso: “Al ver esto, todos murmuraban diciendo: Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. Nos lo explicará al final del texto: “Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”, por aquí debe ir la evangelización. No hay discursos, ni catequesis, ni dinámicas, ni doctrinas, se comparte la vida, el mismo techo y el encuentro con Jesús lo cambia.
La conversión se produce por contacto, por convivencia, el contenido del Evangelio se trasmite por la vida y este es el criterio clave para evangelizar, contagiar. “Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: Mira la mitad de mis bienes, se la doy a los pobres y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más”. El cambio se concreta en el bolsillo, en las arcas, no es sólo algo espiritual, pasa por el corazón, la mente y la cartera y este parece ser el indicador claro, de que la cosa va en serio. Nada menos que la mitad de sus bienes, le dio fuerte a Zaqueo, el conocer a Jesús parece exigir respuestas radicales.
Toda la ciudad debió enterarse, la resonancia llegó a todos, el más rico del pueblo repartía sus dineros con los pobres, ¿qué había pasado en aquella casa?, se lo había dicho Jesús: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”. ¿Por dónde entrará en la nuestra?, ¿dejaremos estar a Jesús en nuestra vida cotidiana, o lo reservaremos para el templo, aunque el Concilio diga que la familia, la casa, es la primera Iglesia domestica? Él se invita y tendremos que cambiar sin duda algunas cosas, algunos hábitos consumistas u otros que afectan a nuestras cuentas corrientes, ahorros y tarjetas.
¿Quién busca a quién? Aparentemente Zaqueo es el que quiere ver a Jesús. Pero al final Jesús también busca a Zaqueo. No le pide nada más que hospitalidad, en otra ocasión, Jesús le había pedido a un joven rico que vendiera sus posesiones y se las diera a los pobres, aquel joven se marcho triste. Zaqueo por su propia voluntad, ofrece mucho más, trata de quitarse de encima lo que le estorbaba, limpia el camino de obstáculos y entra la salvación y la alegría en su casa.
El centro de la evangelización, es buscar y salvar a los que están perdidos, pero eso sólo se conseguirá si nosotros estamos convertidos, si quitamos esas piedras del camino, que nos impiden el encuentro con Cristo. En esta Eucaristía Jesús nos dice a cada uno de nosotros: “Hoy quiero hospedarme en tu casa”, quiero compartir tu techo, ¡ten cuidado, no te pongas muy a tiro!, no te pase como a Zaqueo. Podemos terminar orando con la primera lectura del libro de la Sabiduría: “Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. Por eso corriges poco a poco a los que caen; a los que pecan les recuerdas su pecado, para que se conviertan y crean en ti, Señor”.
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