El progresista de antaño lanzaba denuestos contra los valores burgueses. El progre de ahora, sin embargo, hace proselitismo de nuestros valores que, generalmente, son antivalores: aborto, laminación de la familia natural, perversión de la infancia, atentar contra la propiedad privada (la nueva forma de robo legal), cristofobia, etc. Observen cómo los políticos actuales se llenan la boca hablando de valores.
Quizás porque o se vive como se piensa o se acaba pensado como se vive
 
Uno de los secretos más impenetrables del mundo actual consiste en el florecimiento de una figura del ‘malvado proselitista’. Con simpleza: el perverso intenta que todos lo demás lo sean.
Tampoco debería extrañarnos (aunque sí asombrarnos): no sé si es una constante de la historia, pero sí lo es del infierno: los ángeles caídos intentan que los hombres se conviertan en hombres caídos. Y si consiguen que además de miserables se enorgullezcan de sus miserias, entonces han vencido.
O a lo mejor es que el malo busca compañía
 
Y esta es la cosa: que el malvado inteligente sabe que el mal es un castigo, una tribulación temporal amenaza con convertirse en permanente. A lo mejor es que el malvado se siente solo. O quizás se trate de un proceso natural según el principio inevitable de que “o se vive como se piensa, o se acaba pensado como se vive”: el progre de antes rechazaba los valores, el progre de hoy ha creado sus propios valores: los antivalores.