1.-  Porque lo prohíbe el Sínodo de Rouén y el Concilio Dogmático de Trento contra los protestantes, que por negar la presencia real de Jesús en la Eucaristía, enseñaban que todos debían tomar el Pan con la mano. El Concilio estableció con Suprema Autoridad (D 881): "Solamente los sacerdotes celebrantes reciban por sí mismos la Comunión, y que esta norma la observe la Iglesia por Tradición Apostólica". 

El Sínodo de Rouén (649-653),  prohíbe la Comunión en la mano: "No se debe entregar la Eucaristía en manos de ningún laico, hombre o mujer, sino solamente en la boca".  (Canon 2, Mans. 10, 1199 ss.)

El Papa JUAN PABLO II renovó la prohibición de comulgar en la mano en Roma y en toda Italia. Negó varias veces la Comunión en la mano a personas que se la pedían, (aún a la esposa del presidente de Francia Giscard d'Estaign.)  Y en su visita a Alemania declaró: "no estoy de acuerdo con los decretos que autorizan la Comunión en la mano."

Santo Tomás de Aquino nos dice:  “Por reverencia a este sacramento, ninguna cosa entre en contacto con ella (la Eucaristía), a no ser que esté consagrada; por lo cual se consagran no solo el corporal, sino también el cáliz, y así mismo las manos del Sacerdote para tocar este sacramento. De donde se deduce que a ningún otro le es lícito tocarlo.” (Summa Teol., IIIQ, 82,a,3 )

San Francisco de Asís
 dice: “Sólo los sacerdotes deben administrarlo y no otros.” 
(Carta 2ª, a todos fieles, 35.)  
San Agustín  había advertido: “Sería locura insolente el discutir qué se ha de hacer cuando toda la Iglesia Universal tiene ya una práctica establecida.” (Carta 54,6; a Jenaro.)





Hijos míos:
Mi Cuerpo, mi Sangre y mi Divinidad, sólo pueden ser dados por manos consagradas; os lo repito; sólo por manos consagradas de mis sacerdotes y ministros. Me duele y entristece ver como profanáis mi Divinidad, tomándome con la mano; vosotros mis hijos laicos no sois dignos de ejercer este ministerio de la Eucaristía; esto compete sólo a mis sacerdotes y demás ministros de mi Iglesia. Vosotros mis pequeños debéis de ocuparos en otros menesteres dentro de mi Iglesia, pero nunca dando la comunión. ¡No ultrajéis mi Divinidad, porque soy Yo, Vivo y Real el que se hace Vida en vosotros en la sencillez de cada Hostia Consagrada!.
Vuestras manos no son dignas para tomarme. Todos vosotros hijos de Adán traéis cargas intergeneracionales por pecados de vuestros antepasados en la línea paterna y materna, que entran en vosotros en el momento de la concepción; maldiciones de antepasados que la mayoría de las veces os hacen obrar en contra de vuestra voluntad. Hay generaciones enteras con espíritus de resentimientos, impurezas sexuales, adulterios, lujurias, homosexualismos, envidias, ocultismos, brujerías, etc. Ya entenderéis por qué no sois dignos de dar mi Cuerpo y mi Sangre?; diréis entonces que mis sacerdotes también traen estas cargas; tenéis razón en esto, pero con la diferencia que son mis consagrados y sólo a ellos dí la potestad de ejercer el ministerio de la Eucaristía.
¡Noli Me Tangere!. ¡No me toques!. Recapacitad pues hijos míos y dejad que mis sacerdotes ejerzan este ministerio. No ultrajéis más mi Divinidad y no hagáis más llorar al cielo con vuestra actitud. Porque en verdad os digo: De la forma como me tratéis, así también seréis tratados vosotros cuando os presentéis ante Mí. No os hagáis Reos de Culpa, para que no tengáis de qué lamentaros mañana. Soy vuestro Padre, Jesús Sacramentado.
El Amado que no es Amado.


Somos indignos para tocar a Dios, el es Santo y debemos darle todo el honor que se merece, en nuestro Rey y Señor, nosotros la nada