.

Ora todos los días muchas veces: "Jesús, María, os amo, salvad las almas".

El Corazón de Jesús se encuentra hoy Locamente Enamorado de vosotros en el Sagrario. ¡Y quiero correspondencia! (Anda, Vayamos prontamente al Sagrario que nos está llamando el mismo Dios).

ESTEMOS SIEMPRE A FAVOR DE NUESTRO PAPA FRANCISCO, ÉL PERTENECE A LA IGLESIA DE CRISTO, LO GUÍA EL ESPÍRITU SANTO.

Las cinco piedritas (son las cinco que se enseñan en los grupos de oración de Medjugorje y en la devoción a la Virgen de la Paz) son:

1- Orar con el corazón el Santo Rosario
2- La Eucaristía diaria
3- La confesión
4- Ayuno
5- Leer la Biblia.

REZA EL ROSARIO, Y EL MAL NO TE ALCANZARÁ...
"Hija, el rezo del Santo Rosario es el rezo preferido por Mí.
Es el arma que aleja al maligno. Es el arma que la Madre da a los hijos, para que se defiendan del mal."

-PADRE PÍO-

Madre querida acógeme en tu regazo, cúbreme con tu manto protector y con ese dulce cariño que nos tienes a tus hijos aleja de mí las trampas del enemigo, e intercede intensamente para impedir que sus astucias me hagan caer. A Ti me confío y en tu intercesión espero. Amén

Oración por los cristianos perseguidos

Padre nuestro, Padre misericordioso y lleno de amor, mira a tus hijos e hijas que a causa de la fe en tu Santo Nombre sufren persecución y discriminación en Irak, Siria, Kenia, Nigeria y tantos lugares del mundo.

Que tu Santo Espíritu les colme con su fuerza en los momentos más difíciles de perseverar en la fe.Que les haga capaces de perdonar a los que les oprimen.Que les llene de esperanza para que puedan vivir su fe con alegría y libertad. Que María, Auxiliadora y Reina de la Paz interceda por ellos y les guie por el camino de santidad.

Padre Celestial, que el ejemplo de nuestros hermanos perseguidos aumente nuestro compromiso cristiano, que nos haga más fervorosos y agradecidos por el don de la fe. Abre, Señor, nuestros corazones para que con generosidad sepamos llevarles el apoyo y mostrarles nuestra solidaridad. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

sábado, 30 de abril de 2016

MES DE MARIA




Lecturas del Domingo 6º de Pascua - Ciclo C


Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (15,1-2.22-29):

En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia. Los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron entonces elegir algunos de ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. 
Eligieron a Judas Barsabá y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y les entregaron esta carta: «Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo. Nos hemos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alarmado e inquietado con sus palabras.
Hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. En vista de esto, mandamos a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de la fornicación. Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 66,2-3.5.6.8

R/.
 Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben

El Señor tenga piedad y nos bendiga, 
ilumine su rostro sobre nosotros; 
conozca la tierra tus caminos, 
todos los pueblos tu salvación. R/. 

Que canten de alegría las naciones, 
porque riges el mundo con justicia, 
riges los pueblos con rectitud 
y gobiernas las naciones de la tierra. R/. 

Oh Dios, que te alaben los pueblos, 
que todos los pueblos te alaben. 
Que Dios nos bendiga; 
que le teman hasta los confines del orbe. R/.

Segunda lectura

Lectura del libro del Apocalipsis (21,10-14.21-23):

El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios. Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido. Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel. A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y a occidente tres puertas. La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero. Santuario no vi ninguno, porque es su santuario el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.

Palabra de Dios

Evangelio

Evangelio según san Juan 14,23-29), del domingo, 1 de mayo de 2016
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Lectura del santo evangelio según san Juan 14,23-29):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del 

Julio César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
“Me voy y vuelvo a vuestro lado”, “Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre” y ¿ahora qué hacemos? Las preguntas se amontonan: ¿cómo continuar y hacer frente a las situaciones?, ¿cómo organizarse?... “El Paráclito (el Defensor), el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho”. Estamos apañados, es cuestión de fiarse, de saber y tener la certeza, de que Él no nos dejará solos a nosotros, ni a la comunidad, estará siempre a nuestro lado.
El Espíritu vive dentro de la comunidad y de cada persona y aunque aún faltan días para que llegue Pentecostés, el nos enseña y recuerda las palabras de Jesús. Las hace actuales para que cada comunidad, tenga en ellas el criterio para tomar decisiones, no las cambia, ni nos hace interpretarlas a nuestra manera, hace presente aquí y ahora el mensaje de Cristo. Discernir, va ser a partir de ahora una palabra importante: y eso consiste en escuchar la Palabra, abrirse al Espíritu y al amor de los hermanos.
La primera lectura de hoy nos concreta todo esto, la naciente Iglesia se encuentra ante su primera crisis: “Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé”. Estos habían bautizado a gentiles sin obligarlos a la circuncisión judía y comenzó la controversia: “Se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consular a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia”. El encuentro, algunos lo han llamado Concilio de Jerusalén, se saldo con una carta para la iglesia de Antioquía, que dice: “Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros”. Esta es la forma concreta de resolver las cuestiones internas y de recordar las palabras de Jesús haciendo caso al Espíritu.
Es el Espíritu el que nos trae la paz: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo”, no es la paz conseguida por la fuerza militar o la paz de los cementerios, fruto de la ausencia de vida y por tanto de conflictos. No se pueden separar la acción interior del Espíritu, del problema de la primera comunidad o de nuestros problemas actuales. El que concibe lo espiritual, que viene de Espíritu, como un mundo aparte sin problemas, ni responsabilidades, tiene una fe demasiado infantil.
La fe adulta sabe de los conflictos eclesiales, sociales, familiares… y no pierde la paz que es don del Resucitado y del Espíritu aún cuando se encuentra con su pecado y el de los suyos. Sabe que hay que caminar entre luces y sombras, que por eso nos ha prometido Jesús el Espíritu Santo, que va guiándonos a nosotros y a la Iglesia hasta el final de los tiempos. Los cristianos de hoy no podemos contar con la presencia visible de Jesucristo, ni podemos resolver nuestros conflictos de una forma mágica o milagrosa. El caminar por nuestro mundo nos obliga a una preocupación constante, para descubrir a cada paso que demos el espíritu del evangelio, a fin de que no nos desviemos de la meta de nuestro andar: el Reino de Dios.
No entramos aquí en el conflicto entre autoridad y libertad, espíritu y ley, derecho y pastoral y otros muchos que han salpicado la historia de la Iglesia. Si sabemos decir “el Espíritu y nosotros”, no habrá peligros de divisiones, aun cuando los problemas planteados presenten diversos puntos de vista y en ocasiones hasta opuestos. El discernimiento nos llevará a una actitud sincera de búsqueda de la verdad, cueste lo que cueste y esta es la lección práctica que debemos aprender de las lecturas de este domingo. Ya sabemos que hacer: escuchar al Espíritu.
PD: Hoy es el 1º de Mayo, Día del Trabajo y de San José Obrero. Como decía San Juan Pablo II en Laborem exercens, nº 6: “El trabajo está en función del hombre y no el hombre en función del trabajo”. Los creyentes en Jesús de Nazaret, debemos animar a todas las personas a denunciar las situaciones injustas que se padecen en el mundo obrero y del trabajo, y a promover el derecho a tener un trabajo decente que no niegue la dignidad de los trabajadores y trabajadoras, ya que el trabajo es para la vida. No estaría mal recordar esto en algún momento de la eucaristía, o sumarse a las manifestaciones festivas y reivindicativas en nuestras ciudades.
En muchos sitios se celebra también el Día de la Madre, por ser el primer domingo de Mayo, mes de María, consumismos aparte, recordemos a nuestras madres y tengámoslas presentes en la oración o visitándolas en este día.

DEBEMOS REZAR TODOS LOS DIAS LAS SIGUIENTES ORACIONES:

ORACIONES QUE SALVAN MUCHAS ALMAS DE ESTE MUNDO Y DEL PURGATORIO. 


 


1.-PRIMERA ORACIÓN


Oración que salva miles de almas
En el nombre del Padre...,Señor mío Jesucristo...

¡Oh Jesús! yo os pido humildemente me concedáis
la gracia de salvar un alma por cada latido
de mi corazón, unido a los latidos del vuestro
y a los del Corazón Inmaculado de vuestra
Santísima Madre. Os lo suplico por vuestra
Preciosa Sangre y vuestra Divina Misericordia,
salva las almas, sálvalas Señor.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Extraordinaria promesa de Cristo

“Si me piden salvar un alma por cada latido de su corazón, se lo concederé a quien
me lo pida” (Mensaje del Señor a los Siervos del Divino Amor, año 1976).

Nota explicativa: Esta Oración es válida sólo durante 24 horas ( por esto hay que rezarla todos los días), y se refiere a la salvación de almas que aún viven. No es aplicable, por tanto a las almas del Purgatorio. (Con licencia eclesiástica) 


2.-SEGUNDA ORACION 

MENSAJE DE AMOR QUE LE COMUNICO EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


La fórmula de este Acto es: "Jesús, María, Os Amo, Salvad las Almas" 

Esta oración comprende todo:

Las almas del Purgatorio, las de la Iglesia militante, las almas inocentes, los pecadores, los moribundos, los paganos, todas las almas. Con ella podemos pedir la conversión de los pecadores, la unión de las Iglesias, por la santificación de los sacerdotes, por las vocaciones del estado sacerdotal y religioso. En un acto subido de amor a Dios y a la Santísima Virgen María y puede decidir la salvación de un moribundo, reparar por mil blasfemias, como ha dicho Jesús a Sor Consolata, etc., etc.

"¿Quieres hacer penitencia? ¡Ámame!", dijo Nuestro Señor a Sor Consolata. A propósito, recordemos las palabras de Jesucristo al Fariseo Simón sobre Magdalena penitente: "Le son perdonados muchos pecados, porque ha amado mucho". 


3.- TERCERA ORACIÓN

Oremos por las Almas del purgatorio. Es una obra de Caridad y Misericordia.


"Padre eterno, yo te ofrezco la preciosísima Sangre de tu Divino Hijo Jesús, en unión con las misas celebradas hoy día a través del mundo por todas las benditas ánimas del purgatorio.

4. CUARTA ORACIÓN


Rezo del Santo Rosario








2 TESALONICENSES



CAPÍTULO 3

1 Resta, hermanos, que oréis por nosotros, que la Palabra del Señor corra y sea hecha ilustre así como entre vosotros;
2 y que seamos librados de hombres importunos y malos; porque no es de todos la fe.
3 Mas fiel es el Señor, que os confirmará y guardará del mal.
4 Y tenemos confianza de vosotros en el Señor, que hacéis y haréis lo que os hemos mandado.
5 Y el Señor enderece vuestros corazones en la caridad de Dios, y en la esperanza del Cristo.
6 Pero os denunciamos, hermanos, en el nombre del Señor nuestro Jesús, el Cristo, que os apartéis de todo hermano que anduviere fuera de orden, y no conforme a la doctrina que recibieron de nosotros;
7 porque vosotros sabéis de qué manera es necesario imitarnos, porque no anduvimos desordenadamente entre vosotros,
8 ni comimos el pan de balde de ninguno; sino obrando con trabajo y fatiga de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros;
9 no porque no tuviésemos potestad, sino por daros en nosotros un ejemplo, para que nos imitaseis.
10 Porque aun estando con vosotros, os denunciábamos esto: Que si alguno no quisiere trabajar, tampoco coma.
11 Porque oímos que andan algunos entre vosotros fuera de orden, no trabajando en nada, sino ocupados en curiosear.
12 Y a los tales denunciamos y rogamos en el Señor nuestro, Jesús, el Cristo, que, trabajando con silencio, coman su pan.
13 Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer bien.
14 Y si alguno no obedeciere a nuestra palabra por carta, notad al tal, y no os juntéis con él, para que se avergüence.
15 Y no lo tengáis como a enemigo, sino amonestadle como a hermano.
16 Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros.
17 Salud de mi mano, Pablo, que es signo en todas mis cartas: así escribo.

18 La gracia de nuestro Señor Jesús el Cristo sea con todos vosotros. Amén. 

LEVITICO



CAPÍTULO 18

1 Y habló el SEÑOR a Moisés, diciendo:
2 Habla a los hijos de Israel, y diles: Yo soy el SEÑOR vuestro Dios.
3 No haréis como hacen en la tierra de Egipto, en la cual morasteis; ni haréis como hacen en la tierra de Canaán, en la cual yo os introduzco; ni andaréis en sus estatutos.
4 Mis derechos pondréis por obra, y mis estatutos guardaréis, andando en ellos. Yo soy el SEÑOR vuestro Dios.
5 Por tanto mis estatutos y mis derechos guardaréis, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos. Yo soy el SEÑOR.
6 Ningún varón se allegue a ninguna mujer cercana de su carne, para descubrir su desnudez. Yo soy el SEÑOR.
7 La desnudez de tu padre, o la desnudez de tu madre, no descubrirás; tu madre es, no descubrirás su desnudez.
8 La desnudez de la mujer de tu padre no descubrirás; es la desnudez de tu padre.
9 La desnudez de tu hermana, hija de tu padre, o hija de tu madre, nacida en casa o nacida fuera, su desnudez no descubrirás.
10 La desnudez de la hija de tu hijo, o de la hija de tu hija, su desnudez no descubrirás, porque es la desnudez tuya.
11 La desnudez de la hija de la mujer de tu padre, engendrada de tu padre, tu hermana es, su desnudez no descubrirás.
12 La desnudez de la hermana de tu padre no descubrirás; es parienta de tu padre.
13 La desnudez de la hermana de tu madre no descubrirás; porque parienta de tu madre es.
14 La desnudez del hermano de tu padre no descubrirás; no llegarás a su mujer; es mujer del hermano de tu padre.
15 La desnudez de tu nuera no descubrirás; mujer es de tu hijo, no descubrirás su desnudez.
16 La desnudez de la mujer de tu hermano no descubrirás; es la desnudez de tu hermano.
17 La desnudez de la mujer y de su hija no descubrirás; no tomarás la hija de su hijo, ni la hija de su hija, para descubrir su desnudez: son parientas, es maldad.
18 No tomarás mujer juntamente con su hermana, para hacerla su rival, descubriendo su desnudez delante de ella en su vida.
19 Y no llegarás a la mujer en 8el apartamiento de su inmundicia, para descubrir su desnudez.
20 Además, no tendrás acto carnal con la mujer de tu prójimo, contaminándote en ella.
21 Y no des de tu simiente para hacerla pasar por el fuego a Moloc; no contamines el nombre de tu Dios: Yo soy el SEÑOR.
22 No te echarás con macho como con mujer; es abominación.
23 Ni con ningún animal tendrás ayuntamiento ensuciándote con él; ni mujer alguna se pondrá delante de animal para ayuntarse con él; es mezcla.
24 En ninguna de estas cosas os ensuciaréis; porque en todas estas cosas se han ensuciado los gentiles que yo echo de delante de vosotros;
25 y la tierra fue contaminada; y yo visité su maldad sobre ella, y la tierra vomitó sus moradores.
26 Guardad, pues, vosotros mis estatutos y mis derechos, y no hagáis ninguna de todas estas abominaciones; ni el natural ni el extranjero que peregrina entre vosotros.
27 (Porque todas estas abominaciones hicieron los hombres de la tierra, que fueron antes de vosotros, y la tierra fue contaminada.)
28 Y la tierra no os vomitará, por haberla contaminado, como vomitó a los gentiles que fueron antes de vosotros.
29 Porque cualquiera que hiciere alguna de todas estas abominaciones, las personas que las hicieren, serán cortadas de entre su pueblo.

30 Guardad, pues, mi observancia, no haciendo algo de las leyes de las abominaciones que fueron hechas antes de vosotros, y no os ensuciéis en ellas. Yo soy el SEÑOR vuestro Dios. 

LAS PARÁBOLAS DE JESÚS


Parabola paño nuevo y manto viejo

San Mateo 9
16 Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido y la rotura se hace más grande.
San Marcos 2
21 Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande.
San Lucas 5
 36 Les hizo además esta comparación: «Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a este no quedará bien en el vestido viejo.

AMORIS LAETITIA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Capítulo séptimo
FORTALECER LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
259. Los padres siempre inciden en el desarrollo moral de sus hijos, para bien o para mal. Por consiguiente, lo más adecuado es que acepten esta función inevitable y la realicen de un modo consciente, entusiasta, razonable y apropiado. Ya que esta función educativa de las familias es tan importante y se ha vuelto muy compleja, quiero detenerme especialmente en este punto.
¿Dónde están los hijos?
260. La familia no puede renunciar a ser lugar de sostén, de acompañamiento, de guía, aunque deba reinventar sus métodos y encontrar nuevos recursos. Necesita plantearse a qué quiere exponer a sus hijos. Para ello, no se debe dejar de preguntarse quiénes se ocupan de darles diversión y entretenimiento, quiénes entran en sus habitaciones a través de las pantallas, a quiénes los entregan para que los guíen en su tiempo libre. Sólo los momentos que pasamos con ellos, hablando con sencillez y cariño de las cosas importantes, y las posibilidades sanas que creamos para que ellos ocupen su tiempo, permitirán evitar una nociva invasión. Siempre hace falta una vigilancia. El abandono nunca es sano. Los padres deben orientar y prevenir a los niños y adolescentes para que sepan enfrentar situaciones donde pueda haber riesgos, por ejemplo, de agresiones, de abuso o de drogadicción.
261. Pero la obsesión no es educativa, y no se puede tener un control de todas las situaciones por las que podría llegar a pasar un hijo. Aquí vale el principio de que «el tiempo es superior al espacio»[291].Es decir, se trata de generar procesos más que de dominar espacios. Si un padre está obsesionado por saber dónde está su hijo y por controlar todos sus movimientos, sólo buscará dominar su espacio. De ese modo no lo educará, no lo fortalecerá, no lo preparará para enfrentar los desafíos. Lo que interesa sobre todo es generar en el hijo, con mucho amor, procesos de maduración de su libertad, de capacitación, de crecimiento integral, de cultivo de la auténtica autonomía. Sólo así ese hijo tendrá en sí mismo los elementos que necesita para saber defenderse y para actuar con inteligencia y astucia en circunstancias difíciles. Entonces la gran cuestión no es dónde está el hijo físicamente, con quién está en este momento, sino dónde está en un sentido existencial, dónde está posicionado desde el punto de vista de sus convicciones, de sus objetivos, de sus deseos, de su proyecto de vida. Por eso, las preguntas que hago a los padres son: «¿Intentamos comprender “dónde” están los hijos realmente en su camino? ¿Dónde está realmente su alma, lo sabemos? Y, sobre todo, ¿queremos saberlo?»[292].
262. Si la madurez fuera sólo el desarrollo de algo ya contenido en el código genético, no habría mucho que hacer. La prudencia, el buen juicio y la sensatez no dependen de factores meramente cuantitativos de crecimiento, sino de toda una cadena de elementos que se sintetizan en el interior de la persona; para ser más exactos, en el centro de su libertad. Es inevitable que cada hijo nos sorprenda con los proyectos que broten de esa libertad, que nos rompa los esquemas, y es bueno que eso suceda. La educación entraña la tarea de promover libertades responsables, que opten en las encrucijadas con sentido e inteligencia; personas que comprendan sin recortes que su vida y la de su comunidad está en sus manos y que esa libertad es un don inmenso.
Formación ética de los hijos
263. Aunque los padres necesitan de la escuela para asegurar una instrucción básica de sus hijos, nunca pueden delegar completamente su formación moral. El desarrollo afectivo y ético de una persona requiere de una experiencia fundamental: creer que los propios padres son dignos de confianza. Esto constituye una responsabilidad educativa: generar confianza en los hijos con el afecto y el testimonio, inspirar en ellos un amoroso respeto. Cuando un hijo ya no siente que es valioso para sus padres, aunque sea imperfecto, o no percibe que ellos tienen una preocupación sincera por él, eso crea heridas profundas que originan muchas dificultades en su maduración. Esa ausencia, ese abandono afectivo, provoca un dolor más íntimo que una eventual corrección que reciba por una mala acción.
264. La tarea de los padres incluye una educación de la voluntad y un desarrollo de hábitos buenos e inclinaciones afectivas a favor del bien. Esto implica que se presenten como deseables comportamientos a aprender e inclinaciones a desarrollar. Pero siempre se trata de un proceso que va de lo imperfecto a lo más pleno. El deseo de adaptarse a la sociedad, o el hábito de renunciar a una satisfacción inmediata para adaptarse a una norma y asegurarse una buena convivencia, es ya en sí mismo un valor inicial que crea disposiciones para trascender luego hacia valores más altos. La formación moral debería realizarse siempre con métodos activos y con un diálogo educativo que incorpore la sensibilidad y el lenguaje propio de los hijos. Además, esta formación debe realizarse de modo inductivo, de tal manera que el hijo pueda llegar a descubrir por sí mismo la importancia de determinados valores, principios y normas, en lugar de imponérselos como verdades irrefutables.
265. Para obrar bien no basta «juzgar adecuadamente» o saber con claridad qué se debe hacer —aunque esto sea prioritario—. Muchas veces somos incoherentes con nuestras propias convicciones, aun cuando sean sólidas. Por más que la conciencia nos dicte determinado juicio moral, en ocasiones tienen más poder otras cosas que nos atraen, si no hemos logrado que el bien captado por la mente se arraigue en nosotros como profunda inclinación afectiva, como un gusto por el bien que pese más que otros atractivos, y que nos lleve a percibir que eso que captamos como bueno lo es también «para nosotros» aquí y ahora. Una formación ética eficaz implica mostrarle a la persona hasta qué punto le conviene a ella misma obrar bien. Hoy suele ser ineficaz pedir algo que exige esfuerzo y renuncias, sin mostrar claramente el bien que se puede alcanzar con eso.
266. Es necesario desarrollar hábitos. También las costumbres adquiridas desde niños tienen una función positiva, ayudando a que los grandes valores interiorizados se traduzcan en comportamientos externos sanos y estables. Alguien puede tener sentimientos sociables y una buena disposición hacia los demás, pero si durante mucho tiempo no se ha habituado por la insistencia de los mayores a decir «por favor», «permiso», «gracias», su buena disposición interior no se traducirá fácilmente en estas expresiones. El fortalecimiento de la voluntad y la repetición de determinadas acciones construyen la conducta moral, y sin la repetición consciente, libre y valorada de determinados comportamientos buenos no se termina de educar dicha conducta. Las motivaciones, o el atractivo que sentimos hacia determinado valor, no se convierten en una virtud sin esos actos adecuadamente motivados.
267. La libertad es algo grandioso, pero podemos echarla a perder. La educación moral es un cultivo de la libertad a través de propuestas, motivaciones, aplicaciones prácticas, estímulos, premios, ejemplos, modelos, símbolos, reflexiones, exhortaciones, revisiones del modo de actuar y diálogos que ayuden a las personas a desarrollar esos principios interiores estables que mueven a obrar espontáneamente el bien. La virtud es una convicción que se ha trasformado en un principio interno y estable del obrar. La vida virtuosa, por lo tanto, construye la libertad, la fortalece y la educa, evitando que la persona se vuelva esclava de inclinaciones compulsivas deshumanizantes y antisociales. Porque la misma dignidad humana exige que cada uno «actúe según una elección consciente y libre, es decir, movido e inducido personalmente desde dentro»[293].
Valor de la sanción como estímulo
268. Asimismo, es indispensable sensibilizar al niño o al adolescente para que advierta que las malas acciones tienen consecuencias. Hay que despertar la capacidad de ponerse en el lugar del otro y de dolerse por su sufrimiento cuando se le ha hecho daño. Algunas sanciones —a las conductas antisociales agresivas— pueden cumplir en parte esta finalidad. Es importante orientar al niño con firmeza a que pida perdón y repare el daño realizado a los demás. Cuando el camino educativo muestra sus frutos en una maduración de la libertad personal, el propio hijo en algún momento comenzará a reconocer con gratitud que ha sido bueno para él crecer en una familia e incluso sufrir las exigencias que plantea todo proceso formativo.
269. La corrección es un estímulo cuando también se valoran y se reconocen los esfuerzos y cuando el hijo descubre que sus padres mantienen viva una paciente confianza. Un niño corregido con amor se siente tenido en cuenta, percibe que es alguien, advierte que sus padres reconocen sus posibilidades. Esto no requiere que los padres sean inmaculados, sino que sepan reconocer con humildad sus límites y muestren sus propios esfuerzos para ser mejores. Pero uno de los testimonios que los hijos necesitan de los padres es que no se dejen llevar por la ira. El hijo que comete una mala acción debe ser corregido, pero nunca como un enemigo o como aquel con quien se descarga la propia agresividad. Además, un adulto debe reconocer que algunas malas acciones tienen que ver con la fragilidad y los límites propios de la edad. Por eso sería nociva una actitud constantemente sancionatoria, que no ayudaría a advertir la diferente gravedad de las acciones y provocaría desánimo e irritación: «Padres, no exasperéis a vuestros hijos» (Ef 6,4; cf. Col 3,21).
270. Lo fundamental es que la disciplina no se convierta en una mutilación del deseo, sino en un estímulo para ir siempre más allá. ¿Cómo integrar disciplina con inquietud interior? ¿Cómo hacer para que la disciplina sea límite constructivo del camino que tiene que emprender un niño y no un muro que lo anule o una dimensión de la educación que lo acompleje? Hay que saber encontrar un equilibrio entre dos extremos igualmente nocivos: uno sería pretender construir un mundo a medida de los deseos del hijo, que crece sintiéndose sujeto de derechos pero no de responsabilidades. El otro extremo sería llevarlo a vivir sin conciencia de su dignidad, de su identidad única y de sus derechos, torturado por los deberes y pendiente de realizar los deseos ajenos.
Paciente realismo
271. La educación moral implica pedir a un niño o a un joven sólo aquellas cosas que no le signifiquen un sacrificio desproporcionado, reclamarle sólo una cuota de esfuerzo que no provoque resentimiento o acciones puramente forzadas. El camino ordinario es proponer pequeños pasos que puedan ser comprendidos, aceptados y valorados, e impliquen una renuncia proporcionada. De otro modo, por pedir demasiado, no logramos nada. La persona, apenas pueda librarse de la autoridad, posiblemente dejará de obrar bien.
272. La formación ética despierta a veces desprecio debido a experiencias de abandono, de desilusión, de carencia afectiva, o por una mala imagen de los padres. Se proyectan sobre los valores éticos las imágenes torcidas de la figura del padre y de la madre, o las debilidades de los adultos. Por eso, hay que ayudar a los adolescentes a practicar la analogía: los valores están realizados especialmente en algunas personas muy ejemplares, pero también se realizan imperfectamente y en diversos grados. A la vez, puesto que las resistencias de los jóvenes están muy ligadas a malas experiencias, es necesario ayudarles a hacer un camino de curación de ese mundo interior herido, de manera que puedan dar un paso para comprender y reconciliarse con los seres humanos y con la sociedad.
273. Cuando se proponen valores, hay que ir a poco, avanzar de diversas maneras de acuerdo con la edad y con las posibilidades concretas de las personas, sin pretender aplicar metodologías rígidas e inmutables. Los aportes valiosos de la psicología y de las ciencias de la educación muestran la necesidad de un proceso gradual en la consecución de cambios de comportamiento, pero también la libertad requiere cauces y estímulos, porque abandonarla a sí misma no garantiza la maduración. La libertad concreta, real, es limitada y condicionada. No es una pura capacidad de elegir el bien con total espontaneidad. No siempre se distingue adecuadamente entre acto «voluntario» y acto «libre». Alguien puede querer algo malo con una gran fuerza de voluntad, pero a causa de una pasión irresistible o de una mala educación. En ese caso, su decisión es muy voluntaria, no contradice la inclinación de su querer, pero no es libre, porque se le ha vuelto casi imposible no optar por ese mal. Es lo que sucede con un adicto compulsivo a la droga. Cuando la quiere lo hace con todas sus ganas, pero está tan condicionado que por el momento no es capaz de tomar otra decisión. Por lo tanto, su decisión es voluntaria, pero no es libre. No tiene sentido «dejar que elija con libertad», ya que de hecho no puede elegir, y exponerlo a la droga sólo aumenta la dependencia. Necesita la ayuda de los demás y un camino educativo.
La vida familiar como contexto educativo
274. La familia es la primera escuela de los valores humanos, en la que se aprende el buen uso de la libertad. Hay inclinaciones desarrolladas en la niñez, que impregnan la intimidad de una persona y permanecen toda la vida como una emotividad favorable hacia un valor o como un rechazo espontáneo de determinados comportamientos. Muchas personas actúan toda la vida de una determinada manera porque consideran valioso ese modo de actuar que se incorporó en ellos desde la infancia, como por ósmosis: «A mí me enseñaron así»; «eso es lo que me inculcaron». En el ámbito familiar también se puede aprender a discernir de manera crítica los mensajes de los diversos medios de comunicación. Lamentablemente, muchas veces algunos programas televisivos o ciertas formas de publicidad inciden negativamente y debilitan valores recibidos en la vida familiar.
275. En este tiempo, en el que reinan la ansiedad y la prisa tecnológica, una tarea importantísima de las familias es educar para la capacidad de esperar. No se trata de prohibir a los chicos que jueguen con los dispositivos electrónicos, sino de encontrar la forma de generar en ellos la capacidad de diferenciar las diversas lógicas y de no aplicar la velocidad digital a todos los ámbitos de la vida. La postergación no es negar el deseo sino diferir su satisfacción. Cuando los niños o los adolescentes no son educados para aceptar que algunas cosas deben esperar, se convierten en atropelladores, que someten todo a la satisfacción de sus necesidades inmediatas y crecen con el vicio del «quiero y tengo». Este es un gran engaño que no favorece la libertad, sino que la enferma. En cambio, cuando se educa para aprender a posponer algunas cosas y para esperar el momento adecuado, se enseña lo que es ser dueño de sí mismo, autónomo ante sus propios impulsos. Así, cuando el niño experimenta que puede hacerse cargo de sí mismo, se enriquece su autoestima. A su vez, esto le enseña a respetar la libertad de los demás. Por supuesto que esto no implica exigirles a los niños que actúen como adultos, pero tampoco cabe menospreciar su capacidad de crecer en la maduración de una libertad responsable. En una familia sana, este aprendizaje se produce de manera ordinaria por las exigencias de la convivencia.
276. La familia es el ámbito de la socialización primaria, porque es el primer lugar donde se aprende a colocarse frente al otro, a escuchar, a compartir, a soportar, a respetar, a ayudar, a convivir. La tarea educativa tiene que despertar el sentimiento del mundo y de la sociedad como hogar, es una educación para saber «habitar», más allá de los límites de la propia casa. En el contexto familiar se enseña a recuperar la vecindad, el cuidado, el saludo. Allí se rompe el primer cerco del mortal egoísmo para reconocer que vivimos junto a otros, con otros, que son dignos de nuestra atención, de nuestra amabilidad, de nuestro afecto. No hay lazo social sin esta primera dimensión cotidiana, casi microscópica: el estar juntos en la vecindad, cruzándonos en distintos momentos del día, preocupándonos por lo que a todos nos afecta, socorriéndonos mutuamente en las pequeñas cosas cotidianas. La familia tiene que inventar todos los días nuevas formas de promover el reconocimiento mutuo.
277. En el hogar también se pueden replantear los hábitos de consumo para cuidar juntos la casa común: «La familia es el sujeto protagonista de una ecología integral, porque es el sujeto social primario, que contiene en su seno los dos principios-base de la civilización humana sobre la tierra: el principio de comunión y el principio de fecundidad»[294]. Igualmente, los momentos difíciles y duros de la vida familiar pueden ser muy educativos. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando llega una enfermedad, porque «ante la enfermedad, incluso en la familia surgen dificultades, a causa de la debilidad humana. Pero, en general, el tiempo de la enfermedad hace crecer la fuerza de los vínculos familiares [...] Una educación que deja de lado la sensibilidad por la enfermedad humana, aridece el corazón; y hace que los jóvenes estén “anestesiados” respecto al sufrimiento de los demás, incapaces de confrontarse con el sufrimiento y vivir la experiencia del límite»[295].
278. El encuentro educativo entre padres e hijos puede ser facilitado o perjudicado por las tecnologías de la comunicación y la distracción, cada vez más sofisticadas. Cuando son bien utilizadas pueden ser útiles para conectar a los miembros de la familia a pesar de la distancia. Los contactos pueden ser frecuentes y ayudar a resolver dificultades[296]. Pero debe quedar claro que no sustituyen ni reemplazan la necesidad del diálogo más personal y profundo que requiere del contacto físico, o al menos de la voz de la otra persona. Sabemos que a veces estos recursos alejan en lugar de acercar, como cuando en la hora de la comida cada uno está concentrado en su teléfono móvil, o como cuando uno de los cónyuges se queda dormido esperando al otro, que pasa horas entretenido con algún dispositivo electrónico. En la familia, también esto debe ser motivo de diálogo y de acuerdos, que permitan dar prioridad al encuentro de sus miembros sin caer en prohibiciones irracionales. De cualquier modo, no se pueden ignorar los riesgos de las nuevas formas de comunicación para los niños y adolescentes, que a veces los convierten en abúlicos, desconectados del mundo real. Este «autismo tecnológico» los expone más fácilmente a los manejos de quienes buscan entrar en su intimidad con intereses egoístas.
279. Tampoco es bueno que los padres se conviertan en seres omnipotentes para sus hijos, que sólo puedan confiar en ellos, porque así impiden un adecuado proceso de socialización y de maduración afectiva. Para hacer efectiva esa prolongación de la paternidad en una realidad más amplia, «las comunidades cristianas están llamadas a ofrecer su apoyo a la misión educativa de las familias»[297],de manera particular a través de la catequesis de iniciación. Para favorecer una educación integral necesitamos «reavivar la alianza entre la familia y la comunidad cristiana»[298]. El Sínodo ha querido resaltar la importancia de la escuela católica, que «desarrolla una función vital de ayuda a los padres en su deber de educar a los hijos [...] Las escuelas católicas deberían ser alentadas en su misión de ayudar a los alumnos a crecer como adultos maduros que pueden ver el mundo a través de la mirada de amor de Jesús y comprender la vida como una llamada a servir a Dios»[299]. Para ello «hay que afirmar decididamente la libertad de la Iglesia de enseñar la propia doctrina y el derecho a la objeción de conciencia por parte de los educadores»[300].
Sí a la educación sexual
280. El Concilio Vaticano II planteaba la necesidad de «una positiva y prudente educación sexual» que llegue a los niños y adolescentes «conforme avanza su edad» y «teniendo en cuenta el progreso de la psicología, la pedagogía y la didáctica»[301]. Deberíamos preguntarnos si nuestras instituciones educativas han asumido este desafío. Es difícil pensar la educación sexual en una época en que la sexualidad tiende a banalizarse y a empobrecerse. Sólo podría entenderse en el marco de una educación para el amor, para la donación mutua. De esa manera, el lenguaje de la sexualidad no se ve tristemente empobrecido, sino iluminado. El impulso sexual puede ser cultivado en un camino de autoconocimiento y en el desarrollo de una capacidad de autodominio, que pueden ayudar a sacar a la luz capacidades preciosas de gozo y de encuentro amoroso.
281. La educación sexual brinda información, pero sin olvidar que los niños y los jóvenes no han alcanzado una madurez plena. La información debe llegar en el momento apropiado y de una manera adecuada a la etapa que viven. No sirve saturarlos de datos sin el desarrollo de un sentido crítico ante una invasión de propuestas, ante la pornografía descontrolada y la sobrecarga de estímulos que pueden mutilar la sexualidad. Los jóvenes deben poder advertir que están bombardeados por mensajes que no buscan su bien y su maduración. Hace falta ayudarles a reconocer y a buscar las influencias positivas, al mismo tiempo que toman distancia de todo lo que desfigura su capacidad de amar. Igualmente, debemos aceptar que «la necesidad de un lenguaje nuevo y más adecuado se presenta especialmente en el tiempo de presentar a los niños y adolescentes el tema de la sexualidad»[302].
282. Una educación sexual que cuide un sano pudor tiene un valor inmenso, aunque hoy algunos consideren que es una cuestión de otras épocas. Es una defensa natural de la persona que resguarda su interioridad y evita ser convertida en un puro objeto. Sin el pudor, podemos reducir el afecto y la sexualidad a obsesiones que nos concentran sólo en la genitalidad, en morbosidades que desfiguran nuestra capacidad de amar y en diversas formas de violencia sexual que nos llevan a ser tratados de modo inhumano o a dañar a otros.
283. Con frecuencia la educación sexual se concentra en la invitación a «cuidarse», procurando un «sexo seguro». Esta expresión transmite una actitud negativa hacia la finalidad procreativa natural de la sexualidad, como si un posible hijo fuera un enemigo del cual hay que protegerse. Así se promueve la agresividad narcisista en lugar de la acogida. Es irresponsable toda invitación a los adolescentes a que jueguen con sus cuerpos y deseos, como si tuvieran la madurez, los valores, el compromiso mutuo y los objetivos propios del matrimonio. De ese modo se los alienta alegremente a utilizar a otra persona como objeto de búsquedas compensatorias de carencias o de grandes límites. Es importante más bien enseñarles un camino en torno a las diversas expresiones del amor, al cuidado mutuo, a la ternura respetuosa, a la comunicación rica de sentido. Porque todo eso prepara para un don de sí íntegro y generoso que se expresará, luego de un compromiso público, en la entrega de los cuerpos. La unión sexual en el matrimonio aparecerá así como signo de un compromiso totalizante, enriquecido por todo el camino previo.
284. No hay que engañar a los jóvenes llevándoles a confundir los planos: la atracción «crea, por un momento, la ilusión de la “unión”, pero, sin amor, tal unión deja a los desconocidos tan separados como antes»[303]. El lenguaje del cuerpo requiere el paciente aprendizaje que permite interpretar y educar los propios deseos para entregarse de verdad. Cuando se pretende entregar todo de golpe es posible que no se entregue nada. Una cosa es comprender las fragilidades de la edad o sus confusiones, y otra es alentar a los adolescentes a prolongar la inmadurez de su forma de amar. Pero ¿quién habla hoy de estas cosas? ¿Quién es capaz de tomarse en serio a los jóvenes? ¿Quién les ayuda a prepararse en serio para un amor grande y generoso? Se toma demasiado a la ligera la educación sexual.
285. La educación sexual debería incluir también el respeto y la valoración de la diferencia, que muestra a cada uno la posibilidad de superar el encierro en los propios límites para abrirse a la aceptación del otro. Más allá de las comprensibles dificultades que cada uno pueda vivir, hay que ayudar a aceptar el propio cuerpo tal como ha sido creado, porque «una lógica de dominio sobre el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio sobre la creación [...] También la valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra del Dios creador, y enriquecerse recíprocamente»[304]. Sólo perdiéndole el miedo a la diferencia, uno puede terminar de liberarse de la inmanencia del propio ser y del embeleso por sí mismo. La educación sexual debe ayudar a aceptar el propio cuerpo, de manera que la persona no pretenda «cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma»[305].
286. Tampoco se puede ignorar que en la configuración del propio modo de ser, femenino o masculino, no confluyen sólo factores biológicos o genéticos, sino múltiples elementos que tienen que ver con el temperamento, la historia familiar, la cultura, las experiencias vividas, la formación recibida, las influencias de amigos, familiares y personas admiradas, y otras circunstancias concretas que exigen un esfuerzo de adaptación. Es verdad que no podemos separar lo que es masculino y femenino de la obra creada por Dios, que es anterior a todas nuestras decisiones y experiencias, donde hay elementos biológicos que es imposible ignorar. Pero también es verdad que lo masculino y lo femenino no son algo rígido. Por eso es posible, por ejemplo, que el modo de ser masculino del esposo pueda adaptarse de manera flexible a la situación laboral de la esposa. Asumir tareas domésticas o algunos aspectos de la crianza de los hijos no lo vuelven menos masculino ni significan un fracaso, una claudicación o una vergüenza. Hay que ayudar a los niños a aceptar con normalidad estos sanos «intercambios», que no quitan dignidad alguna a la figura paterna. La rigidez se convierte en una sobreactuación de lo masculino o femenino, y no educa a los niños y jóvenes para la reciprocidad encarnada en las condiciones reales del matrimonio. Esa rigidez, a su vez, puede impedir el desarrollo de las capacidades de cada uno, hasta el punto de llevar a considerar como poco masculino dedicarse al arte o a la danza y poco femenino desarrollar alguna tarea de conducción. Esto gracias a Dios ha cambiado, pero en algunos lugares ciertas concepciones inadecuadas siguen condicionando la legítima libertad y mutilando el auténtico desarrollo de la identidad concreta de los hijos o de sus potencialidades.
Transmitir la fe
287. La educación de los hijos debe estar marcada por un camino de transmisión de la fe, que se dificulta por el estilo de vida actual, por los horarios de trabajo, por la complejidad del mundo de hoy donde muchos llevan un ritmo frenético para poder sobrevivir[306]. Sin embargo, el hogar debe seguir siendo el lugar donde se enseñe a percibir las razones y la hermosura de la fe, a rezar y a servir al prójimo. Esto comienza en el bautismo, donde, como decía san Agustín, las madres que llevan a sus hijos «cooperan con el parto santo»[307]. Después comienza el camino del crecimiento de esa vida nueva. La fe es don de Dios, recibido en el bautismo, y no es el resultado de una acción humana, pero los padres son instrumentos de Dios para su maduración y desarrollo. Entonces «es hermoso cuando las mamás enseñan a los hijos pequeños a mandar un beso a Jesús o a la Virgen. ¡Cuánta ternura hay en ello! En ese momento el corazón de los niños se convierte en espacio de oración»[308]. La transmisión de la fe supone que los padres vivan la experiencia real de confiar en Dios, de buscarlo, de necesitarlo, porque sólo de ese modo «una generación pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas» (Sal 144,4) y «el padre enseña a sus hijos tu fidelidad» (Is38,19). Esto requiere que imploremos la acción de Dios en los corazones, allí donde no podemos llegar. El grano de mostaza, tan pequeña semilla, se convierte en un gran arbusto (cf. Mt 13,31-32), y así reconocemos la desproporción entre la acción y su efecto. Entonces sabemos que no somos dueños del don sino sus administradores cuidadosos. Pero nuestro empeño creativo es una ofrenda que nos permite colaborar con la iniciativa de Dios. Por ello, «han de ser valorados los cónyuges, madres y padres, como sujetos activos de la catequesis [...] Es de gran ayuda la catequesis familiar, como método eficaz para formar a los jóvenes padres de familia y hacer que tomen conciencia de su misión de evangelizadores de su propia familia»[309].
288. La educación en la fe sabe adaptarse a cada hijo, porque los recursos aprendidos o las recetas a veces no funcionan. Los niños necesitan símbolos, gestos, narraciones. Los adolescentes suelen entrar en crisis con la autoridad y con las normas, por lo cual conviene estimular sus propias experiencias de fe y ofrecerles testimonios luminosos que se impongan por su sola belleza. Los padres que quieren acompañar la fe de sus hijos están atentos a sus cambios, porque saben que la experiencia espiritual no se impone sino que se propone a su libertad. Es fundamental que los hijos vean de una manera concreta que para sus padres la oración es realmente importante. Por eso los momentos de oración en familia y las expresiones de la piedad popular pueden tener mayor fuerza evangelizadora que todas las catequesis y que todos los discursos. Quiero expresar especialmente mi gratitud a todas las madres que oran incesantemente, como lo hacía Santa Mónica, por los hijos que se han alejado de Cristo.
289. El ejercicio de transmitir a los hijos la fe, en el sentido de facilitar su expresión y crecimiento, ayuda a que la familia se vuelva evangelizadora, y espontáneamente empiece a transmitirla a todos los que se acercan a ella y aun fuera del propio ámbito familiar. Los hijos que crecen en familias misioneras a menudo se vuelven misioneros, si los padres saben vivir esta tarea de tal modo que los demás les sientan cercanos y amigables, de manera que los hijos crezcan en ese modo de relacionarse con el mundo, sin renunciar a su fe y a sus convicciones. Recordemos que el mismo Jesús comía y bebía con los pecadores (cf. Mc 2,16; Mt 11,19), podía detenerse a conversar con la samaritana (cf. Jn 4,7-26), y recibir de noche a Nicodemo (cf. Jn 3,1-21), se dejaba ungir sus pies por una mujer prostituta (cf. Lc 7,36-50), y se detenía a tocar a los enfermos (cf. Mc 1,40-45; 7,33). Lo mismo hacían sus apóstoles, que no despreciaban a los demás, no estaban recluidos en pequeños grupos de selectos, aislados de la vida de su gente. Mientras las autoridades los acosaban, ellos gozaban de la simpatía «de todo el pueblo» (Hch 2,47; cf. 4,21.33; 5,13).
290. «La familia se convierte en sujeto de la acción pastoral mediante el anuncio explícito del Evangelio y el legado de múltiples formas de testimonio, entre las cuales: la solidaridad con los pobres, la apertura a la diversidad de las personas, la custodia de la creación, la solidaridad moral y material hacia las otras familias, sobre todo hacia las más necesitadas, el compromiso con la promoción del bien común, incluso mediante la transformación de las estructuras sociales injustas, a partir del territorio en el cual la familia vive, practicando las obras de misericordia corporal y espiritual»[310]. Esto debe situarse en el marco de la convicción más preciosa de los cristianos: el amor del Padre que nos sostiene y nos promueve, manifestado en la entrega total de Jesucristo, vivo entre nosotros, que nos hace capaces de afrontar juntos todas las tormentas y todas las etapas de la vida. También en el corazón de cada familia hay que hacer resonar el kerygma, a tiempo y a destiempo, para que ilumine el camino. Todos deberíamos ser capaces de decir, a partir de lo vivido en nuestras familias: «Hemos conocido el amor que Dios nos tiene» (1 Jn 4,16). Sólo a partir de esta experiencia, la pastoral familiar podrá lograr que las familias sean a la vez iglesias domésticas y fermento evangelizador en la sociedad.

[TEXTO COMPLETO] Catequesis Papa Francisco sobre la reconciliación con Dios

El Papa en la Audiencia Jubilar. Foto: Alexey Gotovsky / ACI Prensa
El Papa en la Audiencia Jubilar. Foto: Alexey Gotovsky / ACI Prensa
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VATICANO, 30 Abr. 16 / 04:21 am (ACI).- El Papa Francisco habló de la reconciliación con Dios durante una nueva Audiencia Jubilar dedicada a militares y policías.
Francisco explicó que “el pecado es de verdad una expresión de rechazo a su amor, con la consecuencia de cerrarnos en nosotros mismos, iludiéndonos de encontrar mayor libertad y autonomía”.
A continuación, el texto completo gracias a Radio Vaticano:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy deseo reflexionar con ustedes sobre un aspecto importante de la misericordia: la reconciliación. Dios no ha dejado jamás de ofrecer su perdón a los hombres: su misericordia se ha manifestado de generación en generación. Muchas veces pensamos que nuestros pecados alejan al Señor de nosotros: en realidad, pecando, nosotros nos alejamos de Él, pero Él, viéndonos en el peligro, con mayor razón nos viene a buscar. Dios no se conforma jamás con la posibilidad que una persona permanezca extraña a su amor, pero a cambio de encontrar en ella algún signo de arrepentimiento por el mal realizado.
Sólo con nuestras fuerzas no lograremos reconciliarnos con Dios. El pecado es de verdad una expresión de rechazo a su amor, con la consecuencia de cerrarnos en nosotros mismos, iludiéndonos de encontrar mayor libertad y autonomía. Pero lejos de Dios no tenemos más una meta, y de peregrinos en este mundo nos hacemos “errantes”. Un modo común de decir es que, cuando pecamos, nosotros “le damos la espalda a Dios”. Es justamente así, el pecador ve solo a sí mismo y pretende de este modo ser autosuficiente; por eso, el pecado aumenta siempre más la distancia entre nosotros y Dios, y esto se puede convertir en un abismo. A pesar de ello, Jesús viene a buscarnos como buen pastor que no está contento hasta cuando no ha encontrado la oveja perdida, como leemos en el Evangelio (Cfr. Lc 15,4-6). Él reconstruye el puente que nos une al Padre y nos permite reencontrar la dignidad de hijos. Con el sacrificio de su vida nos ha reconciliado con el Padre y nos ha donado la vida eterna (Cfr. Jn 10,15).
«¡Déjense reconciliar con Dios!» (2 Cor 5,20) - «¡Dejémonos reconciliar con Dios!» -: el grito que el apóstol Pablo dirige a los primeros cristianos de Corinto, hoy con la misma fuerza y convicción vale para todos nosotros. ¡Dejémonos reconciliar con Dios! Este Jubileo de la Misericordia es un tiempo de reconciliación para todos. Tantas personas quisieran reconciliarse con Dios pero no saben cómo hacerlo, o no se sienten dignos, o no quieren admitirlo ni siquiera a sí mismos. La comunidad cristiana puede y debe favorecer el regreso sincero a Dios de cuantos sienten su nostalgia. Sobre todo cuantos realizan el «ministerio de la reconciliación» (2 Cor 5,18) están llamados a ser instrumentos dóciles del Espíritu Santo para que ahí donde ha abundado el pecado pueda sobre abundar la misericordia de Dios (Cfr. Rom 5,20). ¡Ninguno permanezca alejado de Dios a causa de obstáculos puestos por los hombres! Y esto es válido, esto vale también – y lo digo enfatizándolo – a los confesores, es válido para ellos: por favor, no pongan obstáculos a las personas que quieren reconciliarse con Dios. ¡El confesor debe ser un padre! ¡Está en lugar de Dios Padre! El confesor debe acoger a las personas que van a él para reconciliarse con Dios y ayudarlos en el camino de esta reconciliación que está haciendo. Es un ministerio tan bello: no es una sala de torturas ni un interrogatorio, no, es el Padre quien recibe, Dios Padre, Jesús, que recibe y acoge a esta persona y perdona. ¡Dejémonos reconciliar con Dios! ¡Todos nosotros! Este Año Santo sea el tiempo favorable para redescubrir la necesidad de la ternura y de la cercanía del Padre y para regresar a Él con todo el corazón.
Tener la experiencia de la reconciliación con Dios permite descubrir la necesidad de otras formas de reconciliación: en las familias, en las relaciones interpersonales, en las comunidades eclesiales, como también en las relaciones sociales e internacionales. Alguno me decía, los días pasados, que en el mundo existen más enemigos que amigos, y creo que tiene razón. Pero no, hagamos puentes de reconciliación también entre nosotros, comenzando por la misma familia. Cuantos hermanos han discutido y sean alejado solamente por la herencia. Pero mira, ¡esto no es así! ¡Este Año es el año de la reconciliación, con Dios y entre nosotros! La reconciliación de hecho es también un servicio a la paz, al reconocimiento de los derechos fundamentales de las personas, a la solidaridad y a la acogida de todos.
Aceptemos, por lo tanto, la invitación a dejarnos reconciliar con Dios, para convertirnos en nuevas creaturas y poder irradiar su misericordia en medio a los hermanos, en medio a la gente.
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