Solo le sucede a los más grandes que su nombre propio se transforme en una palabra de uso corriente: kafkiano, dantesco, orwelliano… Y ahora a esa ilustre lista se ha unido desde hace ya algún tiempo la alcaldesa de Madrid por obra y gracia del PSOE, Manuela Carmena. Así, todo el mundo en nuestro país sabe ya qué es una ‘carmenada’, sinónimo de ‘boutade’ o de ‘salida de pata de banco’ con tintes ideológicos.
La otra noche, en el programa El Gato al Agua, la alcaldesa se sometió a una entrevista y soltó tantas ‘carmenadas’ como pueda desear el cómico más desesperado, pero una de ellas brilló con luz propia aunque, desgraciadamente, no por su originalidad.

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Trataba, claro, sobre el aborto, una cuestión en la que el progresista no puede mantener la coherencia ni durante 30 segundos: “Nadie mata bebés”, aseguró la alcaldesa. “Es una reflexión mucho más profunda del concepto de la vida y esa es una afirmación que yo no acepto”. Para acabar con el comentario obligado de que, a su juicio, los seres humanos no nacidos “no son personas”.
Decimos que no es original porque otra proabortista célebre por estos lares, la simpar ministra zapateril Bibiana Aído, afirmó en su día que el feto “sí es un ser vivo, pero no humano“, unas declaraciones que aún tienen intrigados a biólogos y zoólogos, que se preguntan a qué especie puede pertenecer al producto de la reproducción de dos seres humanos si no es a la humana. ¿Estamos ante un caso inédito en la zoología, en el que una especie empieza siendo otra justo hasta el momento de nacer?
Seamos claros: hay un modo, y solo uno, de ser abortista y, al mismo tiempo, perfectamente coherente. Es solo que las consecuencias lógicas de un pensamiento claro en este aspecto no son del tipo que un progresista quiera aceptar. Ni mucha otra gente, por lo demás.Resumiendo: persona es lo que el Poder decide que es persona.
Prisioneros judíos enel campo de extermino de Buchewald /Wikimedia
Prisioneros judíos enel campo de extermino de Buchewald /Wikimedia
Se trata de un hilo doctrinal con precedentes históricos conocidos e interesantes. Está, por ejemplo, el asunto de la esclavitud en el Sur de los Estados Unidos. La esclavitud ha sido una institución universal conocido y reconocido en todas las grandes culturas de la antigüedad, pero en un país de raíces cristianas cuyo documento fundacional, para más inri, ensalzaba el derecho a la libertad con que nacemos “todos los seres humanos”. ¿Solución? Los negros no eran seres humanos. No del todo: solo en sus tres quintas partes.
O el ejemplo manido: los judíos en la Alemania hitleriana, equiparados en su propaganda a las cucarachas. ¿Quién ve algún problema en acabar con las cucarachas?
¿Que el feto no tiene desarrollado esto o lo otro, y consideramos eso criterio para decidir que no es persona?
Biológicamente no hay por dónde cogerlo. En el momento de la concepción -a ver, no es cosa mía, ni un modo de meter “mi rosario en sus ovarios”, lo sabe el más ateo de los biólogos– surge un ser único y genéticamente diferenciado de la madre que mantendrá ese ADN exclusivo hasta su muerte. 
¿Que no tiene desarrollado esto o lo otro, y consideramos eso criterio para decidir que no es persona? Además de salvajemente arbitrario, llevaría fácilmente al infanticidio y más allá, que el ser humano no acaba de alcanzar su potencial biológico hasta la veintena.
Podemos “reflexionar mucho más profundamente el concepto de la vida”, como nos pide Carmena, y dejar a los padres en libertad de ahogar a sus hijos de corta edad en la bañera -no, no me citen-, si aceptamos este curioso criterio.
Si los seres humanos no son personas mientras estén dentro del cuerpo de la madre, la única razón es que el aborto es el ‘mecanismo de seguridad’ en la cultura de la anticoncepción, mejor conocida como Cultura de la Muerte, y dar un solo paso atrás -“reflexionar ” con verdadera profundidad- llevaría al desplome de todo el edificio. De hecho, cada vez son más los abortistas que aceptan abiertamente que lo que hacen es matar un ser humano -¿qué otra cosa hacen, si no?- y que seguirán haciéndolo.
La vida del ser humano en el vientre de su madre no es sagrada para ellos porque ninguna vida lo es realmente
El relativismo no se para en el nacimiento, ni la cosmovisión que hay tras el aborto va a dejar de aplicarse a otros casos que hoy, todavía, juzgamos aberrantes. Lo cierto es que la vida del ser humano en el vientre de su madre no es sagrada para ellos porque ninguna vida lo es, realmente. ¿Cómo podría haber algo ‘sagrado’? ¿Según qué?
Muchos abortistas, digamos, “de buena fe” o suficientemente inconscientes no se han dado cuenta de que, al dejar la definición de qué ser humano tiene derecho a la protección de la ley a las cambiantes opiniones del poder y no a la realidad comprobable, están abriendo la puerta a una cadena de argumentos que, tarde o temprano, se volverá contra lo que más valoran.