Robert Spaemann y el Papa Francisco
El filósofo alemán Robert Spaemann, consejero de Juan Pablo II y amigo personal de Benedicto XVI, cree que la ‘Amoris laetitia’, del Papa Francisco, contradice la Familiaris consortio del Papa Wojtyla en lo que se refiere a la admisión de los fieles en pecado a los sacramentos.
Spaemann es uno de los más importantes pensadores católicos de Europa. Ha sido profesor en Stuttgart, Heidelberg y Munich, y es autor de obras relevantes como Crítica de las utopías políticas, Conceptos éticos fundamentales, Lo natural y lo racional, Felicidad y benevolencia.

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Es pues, una voz singularmente autorizada, que critica la ambigüedad con la que están expuestos los argumentos del Papa Francisco respecto a quienes viven en pecado. Spaemann afirma en una entrevista a la web CNA alemana, recogida por Infocatólica, que la línea de la ‘Amoris Laetitia’ “da lugar a conclusiones que pueden no ser compatibles con las enseñanzas de la Iglesia”.
“El artículo 305 de la exhortación contradice directamente el artículo 84 de la Familiaris Consortio de Juan Pablo II”
El filósofo se refiere al artículo 305 de la exhortación apostólica, junto con la nota 351, que establece que los fieles «en una situación objetiva de pecado» pueden ser admitidos a los sacramentos «debido a circunstancias atenuantes» contradice directamente el artículo 84 de la «Familiaris Consortio» de Juan Pablo II.
La posición del Papa Wojtyla respecto de los divorciados vueltos a casar estaba muy clara. En la Familiaris Consortio se dice con toda claridad que los divorciados vueltos a casar, si desean acceder a la comunión, deben renunciar a los actos sexuales (art. 84).
Spaemann afirma que “un cambio en la práctica de la administración de los sacramentos por tanto no sería un «desarrollo» de la «Familiaris Consortio», como dijo el cardenal Kasper, sino una ruptura substancial con su enseñanza antropológica y teológica sobre el matrimonio y la sexualidad humana”.
El pensador germano explica que “La Iglesia no tiene el poder, sin que haya una conversión previa, de juzgar positivamente unas relaciones sexuales desordenadas, mediante la administración de los sacramentos, disponiendo anticipadamente de la misericordia de Dios”.
Juan Pablo II y el entonces cardenal Joseph Ratzinger
Juan Pablo II y el entonces cardenal Joseph Ratzinger
Y añade: “Y esto sigue siendo cierto, sin importar cuál sea el juicio sobre estas situaciones, tanto en el plano moral como en el plano humano. En este caso, como en la ordenación de mujeres, la puerta está cerrada”.
Y volviendo a la ambigüedad del texto apunta: “Delante de un texto del Magisterio papal no se puede esperar que la gente se alegre por un hermoso texto y disimule como si nada ante frases cruciales, que cambian la enseñanza de la Iglesia. En este caso sólo hay una clara decisión entre el sí y el no. Dar o negar la comunión: no hay término medio”.
Preguntado si “¿se trata realmente de una ruptura con la enseñanza tradicional de la Iglesia?”, Robert Spaemann responde: “Que se trata de una ruptura es algo evidente para cualquier persona capaz de pensar que lea los textos en cuestión”.
El filósofo cree que el Papa Francisco se ha colocado en una distancia crítica respecto a su predecesor Juan Pablo I, como pudo comprobarse  al canonizarlo junto con Juan XXIII, “cuando se consideró innecesario para este último el segundo milagro que, en cambio, se requiere canónicamente” Y añade: “Muchos con razón han considerado esta opción como manipulación. Parecía que el Papa quisiera relativizar la importancia de Juan Pablo II”.
El verdadero problema es, para Spaemann, la influyente corriente de la teología moral, ya presente entre los jesuitas en el siglo XVII, que sostiene una mera ética situacional. Sin embargo, Juan Pablo II rechazó la ética de la situación y la condenó en su encíclica «Veritatis Splendor».
La Exhortación Apostólica de Juan Pablo II, Familiaris Consortio
La Exhortación Apostólica de Juan Pablo II, Familiaris Consortio
El filósofo sostiene que las consecuencias son ya palpables: “La creciente incertidumbre y la confusión: desde las conferencias episcopales al último sacerdote en la selva”.
Y añade: “De acuerdo con los pasajes correspondientes de «Amoris Laetitia», en presencia de «circunstancias atenuantes» no definidas, pueden ser admitidos a la confesión de los demás pecados y a la comunión no sólo los divorciados y vueltos a casar, sino todos los que viven en cualquier «situación irregular», sin que deban esforzarse por abandonar su conducta sexual y, por tanto, sin confesión plena y sin conversión”.
“El Papa debería haber sabido que con esa medida divide la Iglesia y abre la puerta a un cisma”
Spaemann piensa que, después de la brecha abierta por la Amoris Laetitia, “Roma ahora puede imponer el requisito de que sólo sean nombrados obispos los ‘misericordiosos’, que estén dispuestos a suavizar el orden existente”.
Y eso aboca a un posible cisma: “Con un trazo el caos ha sido erigido como principio. El Papa debería haber sabido que con esa medida divide la Iglesia y abre la puerta a un cisma. Este cisma no residiría en la periferia, sino en el corazón mismo de la Iglesia. Dios no lo quiera”.
Pueden leer aquí la entrevista completa, en español en Infocatólica y el original en alemán en CNA.