Queridos amigos:
Hoy celebramos la fiesta de San Marcos Evangelista. A la luz de la Palabra de Dios compartimos una doble reflexión que nos invita a ir a la verdadera raíz de nuestra experiencia de seguimiento de Jesús:
La primera es que la referencia final y única siempre es Dios. Ya nos toquen momentos complicados o situaciones gozosas, Él es quien puede ensalzarnos, animarnos, ponernos en pie en la vida; por eso, vivir con humildad e inclinarnos bajo su poderosa mano nunca es signo de cobardía, sumisión o flojera... ¡al contrario! Cuando somos fuertes y la esperanza ha arraigado en nosotros por dentro, no necesitamos demostrar que nos las arreglamos solitos (cosa, por otro lado, bastante engañosa) y no tenemos miedo a dejarnos en sus manos y en las de los demás, porque nos fiamos y sabemos bien que Dios no olvida en saco roto ni una lágrima, ni un cansancio, ni un agobio nuestro. Todo tiene cabida en el corazón de Dios, que se interesa por nosotros.
La segunda es que esperar todo de Dios, no nos exime de la necesidad de vivir alertas, resistiendo firmes en la fe, intentando, con toda humildad, llevar adelante el encargo recibido del Señor: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. ¡Que bella paradoja poder afirmar que en nuestra vida todo es gracia recibida de la mano de Dios y, que a la vez, Él no tiene otra forma de cambiar el mundo que cooperar con su fuerza confirmando nuestras palabras y acciones! ... ¡Somos un equipo! Y sólo así llegamos, en ciertos momentos, a experimentar que es verdad: que cuando vivimos en su nombre y a su estilo, echamos demonios, tratamos con serpientes, tragamos venenos poderosos... y no nos hacen daño.
Ciudad Redonda
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