-Jesús: No tengas miedo, alma pecadora, de tu Salvador; Yo soy el primero en acercarme a tí, porque sé que por tí misma no eres capaz de ascender hacia Mí. No huyas, hija, de tu Padre; desea hablar a solas con tu Dios de la Misericordia que quiere decirte personalmente las palabras de perdón y colmarte con Sus gracias. Oh, cuánto Me es querida tu alma. Te he asentado en Mis brazos. Y te has grabado como una profunda herida en Mi corazón.
-Alma: Señor, oigo Tu voz que me llama a abandonar el mal camino, pero no tengo ni valor ni fuerza.
-Jesús: ¿Porqué tienes miedo, hija Mía, del Dios de la Misericordia? Mi Santidad no me impide ser misericordioso contigo. Mira, alma, por tí he instituído el trono de la misericordia en la tierra y este trono es el tabernáculo, y de este trono de misericordia deseo bajar a tu corazón. Mira, no Me he rodeado ni de séquito ni de guardias, tienes acceso a Mí en cualquier momento, a cualquier hora del día, deseo hablar contigo y deseo concederte gracias.
-Alma: Señor, temo que no me perdones un número tan grande de pecados; mi miseria me llena de temor.
-Jesús: Mi Misericordia es más grande que tu miseria y la del mundo entero. ¿Quién ha medido mi bondad? Por tí permití que Mi Sagrado Corazón fuera abierto por una lanza, y abrí la Fuente de la Misericordia para tí. Ven y toma las gracias de esta fuente con el recipiente de la confianza. Jamás rechazaré un corazón arrepentido, tu miseria se ha hundido en el abismo de Mi Misericordia. ¿Porqué habrías de disputar Conmigo sobre tu miseria? Házme el favor, dame todas tus penas y toda tu miseria, y Yo te colmaré de los tesoros de Mis gracias.
-El Alma: Con Tu bondad has vencido, Señor, mi corazón de piedra; heme aquí acercándome con confianza y humildad al tribunal de Tu Misericordia, absuélveme Tú Mismo por la mano de Tu representante (sacredote). Oh Señor, siento que la graca y la paz han fluído a mi pobre alma en su totalidad. Me has perdonado más de cuanto yo me atrevía a esperar o más de cuanto era capaz de imaginar. Tu bondad ha superado todos mis deseos. Y ahora, Te invito a mi corazón, llena de gratitud por tantas gracias. Había errado por el mal camino como el hijo pródigo, pero Tú no dejaste de ser mi Padre, multiplica en mí Tu misericordia, porque ves lo débil que soy.
-Jesús: Hija, no hables más de tu miseria, porque Yo ya no me acuerdo de ella. Escucha niña Mía, lo que deseo decirte: estréchate a Mis heridas y saca de la fuente de la Vida todo lo que tu corazón pueda desear. Bebe copiosamente de la Fuente de la Vida y no pararás durante el viaje. Mira el resplandor de Mi Misericordia y no temas a los enemigos de tu salvación. Glorifica Mi Misericordia.
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