Los amenazados seminaristas de Irak, en donde ser cura es una profesión de alto riesgo, es el grupo más valiente llegado a Córdoba Ayer volvió a oírse cantar árabe en la Mezquita-Catedral, pero alabando a la Virgen
Seminaristas en la Catedral. En el centro, el obispo Fernández y los arzobispos de Mosul.SÁNCHEZ MORENO
JUAN M. NIZA 13/08/2011
Ni mucho menos es el grupo más numeroso de los llegados a Córdoba para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Pero seguro que los jóvenes del seminario siro--católico San Efrén, de Qaragosh (en Mosul, Iraq) son los más valientes de los recibidos por todo lo que les ha costado llegar a España, por todo lo que le va a costar volver, por todo lo que le cuesta vivir allí bajo una continua amenaza de muerte... La cara más cruda de lo que puede suponer ser cristiano en algunas partes del mundo en el siglo XXI. Todo un contraste con ese cierto tono festivo que rodea a la JMJ.
"Estamos muy impresionados por el cariñoso recibimiento que hemos tenido, sobre todo por parte del obispo de Córdoba y los sacerdotes. Nos hace sentirnos como en casa", decía ayer entre elogios a Córdoba Georges Casmoussa. Unas declaraciones que podrían parecer protocolarias, si no fuera porque quien las pronuncia: el arzobispo emérito de Mosul y recién nombrado patriarca auxiliar del Líbano, que ha sufrido la cárcel, el secuestro (en el 2005) y la violencia de un país roto.
Porque pone los pelos de punta repasar en Google los atentados sufridos por estos siro--cristianos. El último gran ataque fue en la catedral de Bagdad en octubre y dejó 58 muertos. De hecho, el grupo de 16 seminaristas llegados a Córdoba se vio reducido a última hora ya que hay dos convalecientes tras un atentado. Y la lista de ataques crece. Han matado en una década a 9 sacerdotes y solo les quedan 24 en la diócesis. De hecho, de 1,4 millones de católicos que había en el 2001 en Iraq solo permanece en el país 300.000. El Líbano, Turquía, Venezuela y Francia se perfilan como su exilio.
Con toda esta persecución, es normal que los cristianos hicieran buenas migas con la Agrupación Córdoba cuando estuvo en Mosul hace ocho años y, llegado el momento de escoger destinos para las JMJ, los seminaristas de San Efrén eligieran Córdoba.
Por cierto, que la ciudad, con su legado de culturas de Oriente y Occidente, les pareció enormemente familiar, comenzado por su primer templo, la Mezquita Catedral. De hecho, el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, que ayer ejerció de improvisado anfitrión, se enteró de lo que decían los textos del Mirhab por boca de los iraquíes. Y no dejó de ser curioso, e incluso histórico, ver cómo se cantaba ante el altar principal en árabe. Eso sí, un canto a la Virgen. Porque resulta que el árabe es uno de los dos idiomas de culto de los siro-católico. El otro, el siriaco, es una particular evolución del arameo (la lengua que habló el propio Jesús) y fue el idioma en el que los seminaristas cantaron en la Capilla del Sagrario. Un ejemplo del rico legado, no solo humano y religioso, sino también cultural, que puede perderse si sigue la persecución en Iraq contra estas iglesias, llamadas unionistas de Oriente, que se separaron de la disciplina de Roma y siglos después volvieron a su seno, aunque conservando su autonomía (el Patriarca de Antioquía para los siriacos) y ritos, explica el padre Pedro Cabello.
En todo caso, pese a la persecución, en los rostros de los seminaristas solo había sonrisas. Seguro que la procesión iba por dentro, nunca mejor dicho, porque cualquiera hace un desfile cristiano en Mosul cuando las iglesias son búnkers y la policía custodia sus misas. Una razón más para disfrutar de Córdoba dando un paseo con seguridad y en libertad. Dos auténticos dones divinos, sea uno creyente o no, que no tienen precio.
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