La llegada del papa a España ha provocado una gran inquietud entre los más acérrimos enemigos de la Iglesia. Tanto es el malestar por el bien que se pueda lograr y por las multitudes que se van a movilizar, que han tenido que tomar medidas extraordinarias como convocar sendas huelgas en el metro y en los aeropuertos para evitar la explosión de cristianismo que se les viene encima.
Es comprensible que para la gente que lleve una vida completamente hedonista, apartada de toda espiritualidad y de todo principio moral, ver a jóvenes comprometidos con una vida limpia, de piedad, de amor a Dios y a los demás, de perdón, de arrepentimiento, de agradecimiento y de reconocimiento de las pobres limitaciones humanas, sea una bofetada para sus acalladas conciencias.
"¡Es que la venida del papa es un gasto tremendo! ¡Deberían dar ejemplo!", vociferan. Sí, se gastará dinero, pero también reportará muchos beneficios económicos. Y no solo eso: ¿cuánto dinero se gasta en una Expo? ¿Y en unas Olimpiadas? ¿Y en conciertos de chikilicuatres? ¿Y en festejos? ¿Y en venidas de otros mandatarios que no sean el papa?; ¿y en las vacaciones del presidente del gobierno? ¿Y en las pensiones de los diputados, incluidas las de los diputados de Izquierda Unida? ¿Y en los sindicatos? ¿Cuánto pagamos los españoles a los sindicatos de nuestros impuestos, sin tener opción a poner la cruz en la casilla de "pago a los sindicatos"? (Pagamos sí o sí). Y sobre todo: ¿cuánta policía se ha tenido que desplegar para vigilar a los "indignados"? Son muchos más los miles y miles de millones que se gastan de dinero público para cosas que no gustan a todo el mundo. Y nadie se queja, solo se quejan los de siempre y por lo de siempre.
"¿Ladran, amigo Sancho?, señal de que son perros".
Agradeciéndole con antelación la publicación de esta carta, le saluda atentamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario